Caídos del mapa
Ali Smith y el Brexit. “Otoño” es la primera novela, personal y política, de su celebrado cuarteto estacional.
Hoja quebradiza que se precipita hacia suelo incierto, Otoño marca la primera entrega del celebrado cuarteto estacional de Ali Smith (Escocia, 1962), publicado originalmente entre 2016 y 2020. El Brexit es el árbol catártico del que se desprenden los fragmentos engañosamente cronológicos de la novela, en verdad un artefacto de épocas, citas y personajes superpuestos a tono con el presente desintegrado. “Era el peor de los tiempos, era el peor de los tiempos. Otra vez”, arranca el libro, que parafrasea a Dickens en el reflejo agrio de una nación británica extraviada.
Todo bien podría suceder en la mente de Daniel Gluck, compositor de canciones centenario que vive sus últimos días en una residencia de ancianos mientras atraviesa una etérea fase de sueño prolongado. A él lo visita regularmente Elisabeth Demand, precarizada profesora treintañera de universidad londinense que supo ser su vecina platónica y está de paso por la región para ver a su madre. En un hilo que va de fines del verano boreal hasta noviembre, Elisabeth le lee clásicos y emblemas modernos al postrado Gluck, renueva el pasaporte en una dependencia hostil y mantiene elocuentes diálogos intergeneracionales con su progenitora.
Ya sea en la horizontalidad del terreno como en la vertiginosidad del flashback, es siempre el fantasma de la intolerancia reaccionaria el que aflora: los grafitis que rezan “Vete a tu país”, el izamiento de esvásticas o el levantamiento de vallas de seguridad militares tejen lazos de déjà vu con la represión policial de los 60 o la persecución nazi padecida en la Segunda Guerra Mundial por la familia Gluck. Los pliegues cómicos e imaginativos de Smith –que fluyen con mayor ligereza en los cuentos recientemente traducidos de La historia universal o Amor libre– no impiden que Otoño adopte la entidad frontal de un manifiesto crepitante.
Por boca omnisciente o de los personajes, se lee: “En todo el país, la pequeña minoría habitual siguió forrándose a costa de la amplia mayoría habitual”; “ahora las noticias son como un rebaño de ovejas que corre para despeñarse en un barranco”, o “es como si la democracia fuese una botella que alguien puede amenazar con romper para hacer daño con ella. Es una época en que las personas hablan sin que lo que dicen llegue a convertirse en diálogo. Es el fin del diálogo”. A esos ecos de furia atónita Smith los matiza con un entramado de conversaciones mordaces, escenas cálidamente absurdas, seres marginales y un deslizamiento lírico hacia el ciclo estático de la naturaleza.
Otoño revela su autoconsciencia de retazos y ramales en la poética del collage, a partir de una serie de obras que Gluck le describe a Elisabeth en el pasado y que la llevan a estudiar arte y reconocer esas imágenes en la obra de la olvidada Pauline Boty. Llamada la “Bardot de Wimbledon” por su blonda belleza, la artista pop fue un espíritu inquieto de muerte temprana que alternó pintura y actuación, se paseó por Londres con un aún ignoto Bob Dylan y caracterizó la emancipación de la mujer con desenfado surrealista. El desaparecido pero fotografiado cuadro “Scandal 63”, en el que Boty retrató a Christine Keeler –modelo y escort inglesa desencadenante del escandaloso caso Profumo al acostarse con el así llamado ministro de defensa a la par de un diplomático ruso– le sirve a Smith para anexar otra capa de urgencia anacrónica a su fresco político.
Si el Brexit designa un fragmento que cree aislarse del todo, la escritora opta por volver a juntar los pedazos rotos en el vacío inalterable de la página. Como dice Gluck aludiendo al collage, es en su mapa mixto donde “todas las reglas pueden cuestionarse, donde el tamaño, el espacio y el tiempo, el primer plano y el fondo se vuelven relativos y que, gracias a eso, todo lo que crees saber se convierte en algo nuevo y desconocido”.