Revista Ñ

AURA, LOS MAESTROS DEVIENEN NFT

Un nuevo circuito crece de la mano de la tecnología de las criptomone­das, en un ecosistema donde los contemporá­neos conviven con las obras clásicas. Hablan los creadores de la primera plataforma argentina.

- POR GABRIEL PALUMBO

Entre el mundo físico y el digital, entre la historia y el futuro, la escena del arte local estrena Aura, una plataforma de intercambi­o de obras de arte como NFT (Non Fungible Token, fichas no fungibles ni imitables, por sus siglas en inglés). El 13 de septiembre estará online esta iniciativa, que involucra a personas de Argentina, España y Rusia, cuyas caras visibles son Juan Pablo Scheinsohn y Stefano Mascardi. Dibujando un puente entre los más virtuoso del mundo físico y lo innovador del mundo digital y las criptomone­das, en una tradiciona­l galería de arte presentaro­n el proyecto, que tiene tanto obras del entorno digital como otras de Antonio Berni, Carmelo Arden Quin y Eduardo Pla, un pionero de la obra digital.

¿Qué son los NFT? Funcionan como un certificad­o de autenticid­ad —por su condición de activo “inimitable”— que corre en una red de blockchain, esa suerte de libro en el que se inscriben todo tipo de bienes y acciones, y que se está legitimand­o permanente­mente con el uso de los participan­tes. Los NFT ligados al arte pueden ser obras nacidas digitales y para esta modalidad de mercado. Pero también es posible tokenizar una obra clásica, un trabajo de un maestro histórico. Aura es un intento serio y criterioso de reconocimi­ento de un nuevo modo de organizar la experienci­a artística. Hay lugar para el galerismo tradiciona­l, al mismo tiempo que da la posibilida­d de creación de galerías virtuales. La plataforma también permite la participac­ión de roles diferencia­dos, como el de artistas y coleccioni­stas. En el caso de galerías y artistas, estos perfiles deben contar con la aprobación curatorial de Aura. El peso de la curaduría dentro del proyecto manifiesta el interés de sus hacedores de cuidar los contenidos, sean del mundo físico o del digital.

Como muestra de su espíritu, en la muestra previa de Aura se proyectaro­n en pantallas los NFT de creadores digitales como Frenetik Void, Milton Sanz, Nicolás Guardiola y Lucas Aguirre, pero también otros de firmas consagrada­s como Berni, Arden Quin y Pla. Como complement­o, obras digitales de la exposición Arte y Cibernétic­a, curada por Jorge Glusberg en la Galería Bonino y el CAYC en 1969. Estaban allí Antonio Berni, Luis Benedit, Ernesto Deira, Miguel Angel Vidal, Osvaldo Romberg y Eduardo Mac Entyre. Los creadores de la plataforma ampliaron sus ideas con la revista.

-¿Cómo definen Aura?

-Mediante la tecnología NFT, Aura será el nexo que integre distintos mundos y sensibilid­ades de las artes visuales. Así, abrimos un espacio de coexistenc­ia para artistas, galerías de arte, curadores y coleccioni­stas con el objetivo de revolucion­ar el mercado. Para nosotros como colectivo, es importante el contenido que generamos alrededor del arte; por eso tenemos exhibicion­es semanales curadas por investigad­ores e historiado­res, aparte del mercado (tienda).

-¿Qué esperan de la plataforma?

-Buscamos resolver el problema de la unión de dos mundos, el físico y el digital, que si bien todavía se encuentran distantes, tienen casi las mismas reglas. Queremos que las academias e institucio­nes de arte reconozcan la labor de los artistas digitales, pero también queremos traer a artistas del pasado para que las nuevas generacion­es de coleccioni­stas puedan conocerlos.

-¿Cómo creen que los NFT van a influir en la formación futura de lo que conocemos como el mundo del arte contemporá­neo?

-El NFT, que es un contrato certificad­o e inmutable, resuelve la comerciali­zación del arte digital y medial. Hasta hace unos años, no había forma de vender una obra digital o videoarte, pero ahora eso se terminó. Pronto veremos surgir galerías de arte contemporá­neo que comerciali­cen tanto arte físico como digital en un mismo espacio. Además, el NFT acerca al artista a los mercados globales, ya que se vende en un mercado internacio­nal de forma automática, al contrario de las obras físicas, que dependen mucho del mercado local. Si las galerías comprenden esto, se les puede abrir un horizonte muy fértil.

-¿Cuáles son los hitos de este fenómeno? -Sabemos de las últimas ventas de Cryptopunk­s en millones de dólares. La gran obra de Beeple que vendió en 60 millones. El Museo del Hermitage, en San Petersburg­o, y la Galería de los Oficios, en Florencia, están minteando obras de su colección (entre sus artistas, Miguel Ángel). Andy Warhol vendiendo en tres millones; Super Rare lanzando el rare token y dándole 15 por ciento de las monedas creadas a sus artistas y coleccioni­stas. Todo esto es un cambio rotundo en el mercado de arte y, poco a poco, surgirán nuevos eventos que sorprender­án a todos los coleccioni­stas.

Creemos fervientem­ente que las escuelas de arte deberían enseñar a los jóvenes sobre este nuevo medio, y también creemos que los museos deberían comenzar a prestar atención a este ecosistema emergente. Estamos en los inicios de una nueva era, y ya no hay vuelta atrás. Igual siempre está bueno recordar que lo digital ocupa un lugar que lo físico no puede y viceversa, ambos van a coexistir en una misma realidad.

Luces y sombras del criptoarte

Las aperturas que produce la tecnología aplicada al arte no están exentas de complejida­des y aristas controvert­idas. Como todo esquema experiment­al, su desarrollo es incierto y no todo lo que reluce será efectivame­nte oro. A la preocupaci­ón por la calidad de las obras se agregan cantidad de interrogan­tes. Entre los más interesant­es, que el ecosistema de producción, distribuci­ón y coleccioni­smo de ciberarte se está construyen­do de manera independie­nte al del mundo físico, con sus propias dinámicas, jergas y actores relevantes. Esto genera cier

to recelo por parte de los jugadores clásicos y una ratificaci­ón del estado de burbuja, tanto estética como financiera, del que se rodea la mirada hacia el sector. Iniciativa­s como las de Aura, la presencia de grandes artistas participan­do del mundo NFT y la posibilida­d de abrir el campo a la investigac­ión y la mirada conceptual ayudan a reunir ambos universos y a desprejuic­iar la visión sobre los espacios más innovadore­s.

Otro factor de complejida­d es la opacidad de la identidad de productore­s y coleccioni­stas y la reticencia, cada vez menor por cierto, de grandes galerías y casas de subastas a sumarse al fenómeno. Como se ve, la mayoría de los problemas que se presentan en el nuevo escenario, no son demasiado diferentes a irresuelto­s en el mundo físico. Incluso las demandas por mejorar el impacto ambiental de la emisión de NFT pueden ser asimiladas a preocupaci­ones de tono similar en la producción artística.

Hay un punto, sin embargo, sobre el que vale la pena detenerse. ¿Cuál es la modificaci­ón de la experienci­a del goce del hecho estético que se produce con la emergencia de estas nueva forma de poseer arte? La respuesta tiene aspectos técnicos, pero los tiene también conceptual­es y analíticos. Desde la esfera de la tecnología, cada vez más se está sofistican­do la capacidad visual de proyectar obras en pantallas. Esto genera la posibilida­d cierta de montar, e incluso curar, las coleccione­s particular­es y ver las obras donde uno elige, tal y como se ve un Pizarro o un Sívori en las paredes de un museo. Desde una dimensión humanístic­a, está claro que nos vemos ante una alteración de los hábitos del mirar y eso genera dudas e incertidum­bre. De manera lateral, pero también importante —sobre todo en el mundo del arte más reciente— la manera de poseer una obra, de sentirla propia, cambia sustancial­mente, lo que puede impactar en las formas que vaya tomando el coleccioni­smo. Por fuera de toda mistificac­ión de lo nuevo, estas modificaci­ones sin dudas traerán otras y solo el tiempo podrá decirnos si la profundida­d y la amplitud de los cambios impactarán en la construcci­ón de nuestra subjetivid­ad o solo entrañan cambios técnicos y de formato.

Con todo, si algo de virtuoso tiene este nuevo escenario que parece configurar­se, es la posibilida­d de convivenci­a. Nada va a suplantar el contacto con la materialid­ad de una obra, pero pueden agregarse otras maneras sensoriale­s, en definitiva, la posibilida­d de encontrar otras dimensione­s de la experienci­a.

Nadie, y mucho menos un crítico de arte, puede predecir el futuro. Quizás sí sea posible identifica­r tendencias, perspectiv­as nuevas y modos de actuar modificado­s dentro del ámbito de la cultura y del arte. Sin entregarse mansamente al solucionis­mo tecnológic­o, y sin desprestig­iar prejuicios­amente las cosas nuevas, los predictore­s culturales tienen ahora un nuevo desafío, en cierto modo curatorial y de edición: ver lo que pasa, clasificar­lo con criterio y contar mejor las nuevas formas de la belleza

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Entre dos mundos. La presentaci­ón de la plataforma online Aura se realizó con una muestra presencial de piezas contemporá­neas e históricas.
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“Omem”, de la artista brasileña Aun Helden.

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