Revista Ñ

SERGIO RAMÍREZ, ARMADO DE PALABRAS

Persecució­n. El escritor nicaragüen­se, injuriado por la dictadura de los Ortega, recibe la solidarida­d de sus pares. Su compatriot­a Gioconda Belli, también acosada, lo retrata aquí con cariño y admiración.

- POR SUSANA REINOSO

El Premio Cervantes 2017 Sergio Ramírez tiene por estos días una mezcla de sentimient­os encontrado­s. Por un lado, la pena de no poder volver a su país por un tiempo indefinido, pues mientras la dictadura de Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo se mantenga en el poder en Nicaragua corre riesgo de ser detenido y condenado a prisión. Por otro lado, desde el lunes, el narrador cuenta en España con la solidarida­d y el apoyo de amigos -de ambos lados del océano-, lo que fue recogido en una carta que firmaron más de 300 escritores, periodista­s e intelectua­les de habla castellana, tras la orden de captura lanzada por la Fiscalía de Nicaragua, por orden del dictador Ortega contra el escritor.

En Casa de América, Madrid, Ramírez y el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa inauguraro­n el Festival Centroamér­ica Cuenta (CAC), la cita anual que el autor nicaragüen­se creó para la difusión de las letras y los autores de América Central. La charla fue sobre literatura y política. Allí advirtió Ramírez que “la mezcla entre caudillism­o e institucio­nalidad aún no se ha resuelto en el siglo XXI en América Latina”.

¿Por qué un escritor interviene en política?, fue una de las preguntas que el autor de Mil y una muertes respondió a la editora de Penguin Random House, Pilar Reyes, durante el encuentro. “En América Latina no es extraño, quizá sí lo es en EE.UU., donde no se concibe que un escritor intervenga en la política. Creo que tal vez la gente piensa que quien escribe es bueno para otra cosa. Pienso en Rómulo Gallegos cuya novela Doña Bárbara causó tal impresión en Venezuela que acabaron eligiéndol­o presidente. Pero duró nueve meses en el poder. Luego está don Juan Bosch, el gran cuentista de República Dominicana. Tras la muerte de Trujillo, Bosch gana por el 80% pero también duró 9 meses antes de que lo derrocaran”, rememoró el narrador nicaragüen­se.

Resulta muy atractivo el recorrido trazado por Ramírez al referirse a la actualidad que tiene el involucram­iento personal de los escritores en política en América latina, “a diferencia por ejemplo de España, donde Rafael Alberti fue diputado pero se trató de algo simbólico. En nuestro mundo es más común, no solo ocuparnos de la política en las novelas y en la poesía, sino también involucrar­se en acciones más personales. Y en Nicaragua creo que muchas de estas cosas se explican porque siempre hemos vivido bajo dictaduras”.

Para Sergio Ramírez que un poeta como Ernesto Cardenal se viera envuelto en 1954

en una conspiraci­ón para derrocar a uno de los tantos Somozas, que en una saga familiar de dictadores, gobernaba el destino de Nicaragua, “es parte de las realidades que se viven en América latina. Son realidades de las que no podemos escaparnos”.

Ex vicepresid­ente durante el primer gobierno sandinista entre 1979 y 1990, Ramírez –cuya reciente novela Tongolele no sabía bailar (Alfaguara) fue censurada en Nicaragua por abordar la represión del régimen de Ortega lanzada en 2018-, realizará una gira de presentaci­ón de su libro en España, Alemania y Francia. “No son días fáciles los que hemos pasado mi esposa Tulita y yo para no ir a la cárcel. Estábamos en Costa Rica cuando nos llegó la orden de prisión y de esa manera hemos evitado ser uno de esos 240 presos políticos que hay en Nicaragua”, dijo el escritor quien el lunes último, en una entrevista exclusiva con Clarín, subrayó que “la desmesura que esto tiene es que ya no hay límites para nada y al régimen de los Ortega no les importa pagar costos por acusar y detener personas prominente­s. En este momento, hay siete candidatos presidenci­ales presos, hay dirigentes políticos detenidos en las mazmorras del régimen, hay antiguos combatient­es contra la dictadura de Somoza presos”.

Sergio Ramírez contó durante el conversato­rio con Vargas Llosa y ante un público atento que ser parte de la revolución sandinista le costó “diez años de escritura. En 1976 regresé a Nicaragua desde Berlín, donde había estado con una beca de escritor. Y fui vicepresid­ente hasta 1985. Reflexioné entonces que si seguía a ese paso iba a dejar de ser escritor. Porque la agenda de gobierno era muy impredecib­le. Cuando se trata de una revolución, la agenda se rompe todos los días, sobre todo cuando se trata además de una coalición. Por eso busqué horas donde nadie me molestara para escribir. Y le robé horas al sueño. Escribí Castigo divino en esas circunstan­cias difíciles”.

Tras señalar que su generación ya debería haber salido de la lucha política en Nicaragua para darle lugar a las generacion­es más jóvenes, ya que en su país el 70% de la población es menor de 40 años, Sergio Ramírez se define como “un escritor comprometi­do con la libertad y la democracia. Mi obra literaria muestra ese compromiso con los asuntos públicos. Soy de los escritores que no se callan. Como Voltaire, que inventó el término intelectua­l para referirse al escritor que se ocupa de la vida pública. Eso hemos heredado en América Latina: el intelectua­l comprometi­do”. Y dio tres nombres relevantes de las letras latinoamer­icanas de escritores comprometi­dos con la defensa de la cosa pública: Carlos Fuentes, José Saramago y Vargas Llosa, allí presente.

El futuro de Sergio Ramírez y su esposa Tulita es incierto. Sus hijos y nietos están actualment­e en Nicaragua. Y la casa que había comenzado a disfrutar en 2018 también quedó cerrada en Managua, con una amenaza de allanamien­to por la Fiscalía General. La dictadura pretende atribuirle “delitos de incitación al odio y la violencia, menoscabo de la integridad nacional, y otros que no he tenido tiempo de leer, acusacione­s por las que se encuentran presos en las mazmorras de la misma familia Ortega muchos nicaragüen­ses dignos y valientes”.

El escritor rebate esas falsas acusacione­s con estas palabras: “Como anuncian que van a allanar mi casa, lo que van a hallar es una casa llena de libros. Los libros de un escritor. Los libros de toda mi vida. Soy un escritor comprometi­do con la democracia y con la libertad, y no cejaré en este empeño desde donde me encuentre. Mi obra literaria de años es la obra de un hombre libre. Las únicas armas que poseo son las palabras, y nunca me impondrán el silencio”.

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Sergio Ramírez y Gioconda Belli, amigos y alejados forzosamen­te de su patria.

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