Rebobinando con una birome
Cuentos. Ejercicios de memoria personal son el foco de Cassette virgen.
“Esta operación supongo que tiene que ver con el hallazgo de una forma para el recuerdo”, explica Edgardo Scott en su prólogo a Cassette virgen. Así introduce una serie de trece relatos, divididos en dos segmentos (“Lengua madre” y “Lengua extranjera”), expresamente ideados a partir del género de la autobiografía y, de acuerdo a la exposición preliminar, impulsados y sostenidos por la manifestación de una voz narrativa que procura dar cuenta del funcionamiento paradójico e imprevisible de la memoria.
Una voz no obstante restringida por un procedimiento que se reproduce sin demasiadas variantes ni ocurrencias, casi inalterable. Ya sea un paisaje, un objeto, un idioma, un monumento, un libro, una anécdota significativa en la historia del escritor (algo que siempre le ha interesado, algo que siempre le ha llamado la atención) desencadena, como un pretexto inseparable de “algún presente”, circunstancias del pasado que intenta reconstruir e interrogar mediante suposiciones, asociaciones o pensamientos.
Es decir, sin prescindir del orden de la ficción. Eso mismo que, en última instancia, sustenta la trayectoria de cualquier tipo de evocación autobiográfica. En cada uno de los relatos que integran el libro se desprenden sucesivamente recuerdos cuya narración se desarrolla, más allá del pronunciamiento inicial, deslucida e insustancial.
Algunos relatos consiguen, sin embargo, desmarcarse del resto. “Nombres propios” es uno de ellos. Allí el narrador se detiene con particular énfasis en la forma enigmática que asume el derrotero de un sueño obstinado que tiene a Piglia como protagonista.
Es una figura literaria influyente – no es la única, por supuesto– pero encubridora de una presencia familiar emblemática. “Desintegration”, la anteúltima narración, despliega una pormenorizada indagación acerca de las razones por las cuales una canción predilecta es determinante en la vida de quien escribe: “Es como si la música de The Cure, al expresar toda clase de acciones, situaciones y sentimientos (oscuros, triviales, violentos, grandilocuentes) siempre se midiera y mostrara delante de un infinito lienzo negro”. En estos casos, la escritura de Edgardo Scott se afirma y, a través de ella, se revela finalmente una voz que consigue brillar por sí misma y restituir del olvido un registro elocuente.