Los milagros no se recuperan
Ensayo. Una novedosa y excelente introducción a la Divina Comedia por Mariano López Carrasco.
Una sesquicentenaria relación con Dante hace lucir única a la Argentina entre las naciones iberoamericanas. En el espacio métrico de su tienda de campaña, el primer presidente de la República hizo de su versión castellana de la Divina Comedia una enumeración de la patria que en deshonesta marcha forzada hacia Asunción perdía sangre y mataba porteños. El poeta paraguayo Cristino Bogado detectó con fruición el uso bélico de esa traducción de Bartolomé Mitre, general de la guerra de la Triple Alianza, que mandaba al demonio a un enemigo temido, temible y bilingüe. En la triple rima constante de los tercetos infernales, condenados florentinos o italianos aludían a mariscales o militares del Paraguay.
El primer libro de Victoria Ocampo, figura mayor de la vida literaria y del feminismo sudamericanos del siglo XX, fue De Francesca a Beatrice; el último, una traducción de la Oda Jubilar que Paul Claudel había compuesto en 1921 por los 600 años del enamorado de Beatrice. En la década de 1970, en una colección del Fondo Nacional de las Artes que dirigía la propia V.O., Angel J. Battistessa publicó su Divina Comedia, traducción completa, anotada, en un volumen naranja y un volumen azul y endecasílabos blancos, con texto italiano en apretado zócalo. A cielos azules e infiernos cacodélficos, peronistas o antiperonistas, platónicos o parnasianos, remiten la novela fundacional, exagerada, repudiada o exaltada, Adán Buenosayres de Marechal y los cuentos de El viaje de los siete demonios, minuciosos, nítidos, prominentes y decorativos de Mujica Láinez.
La admiración laica y agnóstica, histórica y estética, del fundador de La Nación se reencuentra en Borges, quien en ese diario publica, cuando la revolución fascista de 1943, su “Poema conjetural” que hace del fuggendo a piede e sanguinando il piano (Purgatorio) uno de sus endecasílabos blancos y quien hará del autor su poeta más frecuentado en verso y prosa, en ficción y doctrina.
Catálogo más sumario que sintético, estos títulos ni dominan ni deslindan una bibliografía dantesca nacional, sobre cuya densidad la masiva inmigración italiana antes que adelantar respuestas acrece interrogantes. Para admitir sin más dilación que la lectura de La palabra deseada: La Divina Comedia en el mundo contemporáneo, del argentino Mariano Pérez Carrasco, es una realidad nueva. Sin parangón singular manifiesto. La existencia del libro nos hace advertir cuánto tiempo había estado vacía la categoría en la que lo colocamos, con la engañosa ilusión retrospectiva de que ésta lo precedía y aguardaba. No constaba antes en la biblioteca argentina (ni en la de una más lata geografía hispanófona) volumen como este, y tampoco ninguno, afín o disonante, en su estante o nicho propio.
Desde luego, sin duda había círculos que conocían al autor, que estaban al tanto de su curso y decurso por universidades. Es a las librerías y al público lector que toca el protagonismo de la sorpresa, y el don de la admiración. Bien argumentadas, sostenidamente documentadas, los cuatro centenares páginas de La palabra deseada forman una introducción erudita y una reflexión sistemática y orgánica a la Divina Comedia “en las contingencias de su materialidad”.
Esforzado imaginarse alguien que al llegar al fin de la lectura no reconozca cuánto sabe ahora que antes ignoraba (y aun ignoraba que ignoraba), y que no reconozca ahora mejor que antes que, si dispone de tiempo, la única distancia entre la ignorancia supina y su exterminio es la pereza.