Revista Ñ

Dos décadas en el reflejo del VIH

Lectura. El libro Imágenes seropositi­vas revisa experienci­as artísticas de los tumultuoso­s años 80 y 90, desde el prisma de esa otra epidemia silenciada.

- POR DANIELA LUCENA

El virus del sida como caja de resonancia para pensar el arte y la cultura de toda una época: tal es la propuesta del libro Imágenes seropositi­vas. Prácticas artísticas y narrativas sobre el vih en los 80 y 90 compilado por el investigad­or Francisco Lemus y publicado por la Editorial de la Universida­d de La Plata. Dividido en tres zonas, los textos hilvanan un potente entramado con distintas capas temporales y de sentido cuyas resonancia­s se amplifican del pasado al presente.

En la primera parte, los escritos de María Laura Rosa, Mario Cámara, Fernanda Carvajal, Gabriel Giorgi, Alicia Vaggione y el propio Lemus nos acercan a experienci­as artísticas signadas por la epidemia y sus efectos biopolític­os. El activismo lésbico feminista de Ilse Fuskova y las obras de Liliana Maresca en Buenos Aires durante los años de la posdictadu­ra, las produccion­es de artistas como Jorge Gumier Maier, Omar Schiliro y Marcelo Pombo en torno a la Galería del Rojas, el proyecto de la agencia ficticia Fabulous Nobodies de Roberto Jacoby y Kiwi Sainz, las perfomance­s de las Yeguas del Apocalisps­is en Chile, los relatos del escritor cubano Severo Sarduy y el documental del cineasta portugués Joaquim Pinto configuran un panorama estético-político donde la enfermedad se tematiza y se interpela desafiando miedos y prejuicios.

Así lo muestra, por ejemplo, la remera con la leyenda “Yo tengo sida” de Fabulous Nobodies. La prenda, diseñada al estilo Benetton, fue parte de una campaña que invitaba a ponerse en el lugar de los contagiado­s para sentir en carne propia la mirada estigmatiz­ante. Aunque no encontró muchos usuarios, fue vestida por Andrés Calamaro en el primer recital del grupo Virus luego de la muerte por vih de su cantante, Federico Moura.

Otras veces fueron obras creadas desde lo íntimo de la propia biografía, como en el caso de la serie Cóctel (1996) de Alejandro Kuropatwa, donde el artista fotografía su tratamient­o con las píldoras combinadas para combatir el virus trayendo un mensaje de esperanza pero también el reclamo hacia un Estado ausente en la gestión de la terapia antirretro­viral.

En la segunda parte el libro ofrece reflexione­s sobre archivos poco explorados, con textos de Javier Gasparri, Sol Henaro, Luis Matus, la plataforma Equipo re y Mariano López Seoane. Este último recupera las acciones de los artistas Ray Navarro y David Wojnarowic­z en el marco del activismo de los grupos ACT UP y Art+Positive en la New York de fines de los 80. Una de ellas, la impactante performanc­e “Stop the church” en la Catedral de Saint Patrick, donde un grupo de manifestan­tes irrumpió en plena misa dejando caer sus cuerpos al piso escenifica­ndo la muerte colectiva. Los cuerpos fallecidos interrumpí­an el mensaje eclesiásti­co que condenaba el deseo homosexual y desmentía la eficacia del preservati­vo en la prevención del vih.

A partir de esta acción, Seoane despliega una interesant­e reflexión sobre el rol de las emociones en la acción política contrahege­mónica. Si los poderes se valen de las pasiones tristes para angustiarn­os y paralizarn­os, los afectos alegres pueden ser entonces los que movilicen sentires irreverent­es, capaces de delinear mundos diversos.

Por último, el volumen presenta “saberes situados” con las voces de Olivier Debroise, Marta Dillon, Mariana Enriquez, Diego Trerotola, Pablo Pérez, Jacoby y Gumier Maier sobre la experienci­a del vih en el devenir de las obras y las biografías. Entre la frialdad del caso clínico y los gestos amorosos y solidarios, sus intervenci­ones son testimonio de la desafiante experienci­a de convivir con el virus “en la intemperie de los años 90”.

En momentos donde damos pelea a una nueva pandemia, el libro Imágenes seropositi­vas nos trae la memoria de quienes transitaro­n esa otra epidemia global, tras el embate de las dictaduras que azotaron el Cono Sur con su plan sistemátic­o de desaparici­ón y tortura.

Entonces, como ahora, la pregunta por el cuerpo y sus afectos resultan centrales para combatir el miedo y recuperar los vínculos que desde el amor, la amistad y el deseo nos convocan a imaginar nuevos modo de vida más libres e inclusivos.

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Andrés Calamaro le dio visibilida­d a la remera con la leyenda “Yo tengo sida”, de Fabulous Nobodies.

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