Revista Ñ

LETRAS LIBRES: LIBROS Y REALIDAD POLÍTICA

Dos décadas de reflexión. La revista mexicana, dirigida por el ensayista Enrique Krauze, celebró en Madrid y con polémica sus primeros veinte años.

- POR RAQUEL GARZÓN DESDE MADRID Raquel Garzón es poeta y se desempeñó como editora general adjunta de Ñ. Hoy es editora ejecutiva de la revista Granta en español.

Borges solía decir que para hacer una revista cultural es imprescind­ible que un grupo de escritores ame o deteste apasionada­mente algo. Si no, subrayaba el autor de El Aleph, más que una revista es una antología. Lo recordó hace algunos días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el historiado­r mexicano Enrique Krauze, fundador y director de Letras Libres, durante la celebració­n por los 20 años de la edición española de esa publicació­n con vocación bicontinen­tal. Y claro, se dejó el remate servido: “Letras Libres no es una antología. Amamos apasionada­mente la libertad y amamos apasionada­mente la literatura”, definió en esa “reunión de amigos”, con Mario Vargas Llosa sentado en primera fila, de bastón y “embarbijad­o” hasta las ojeras, como cuadra a esta era pandémica.

El Nobel de Literatura protagoniz­a el número 241, edición aniversari­o de la revista continuado­ra de Vuelta de Octavio Paz, con “Los vientos”, un cuento inédito cuyo narrador pasea por una Madrid distópica en la que se han cerrado ya los últimos cines, el clima de época invita a emular a Singapur, la primera ciudad paper-free del mundo, y un relevamien­to global arroja que las pocas cátedras universita­rias de Filosofía que perviven comparten departamen­to con la Gastronomí­a. “Escatológi­co en varios sentidos” (aclara la introducci­ón), el relato de Vargas Llosa resuelve con humor y melancolía parejos la perplejida­d de ese protagonis­ta peripatéti­co, ante los cambios culturales y políticos acelerados por el imperio digital.

Vargas Llosa, que ya tiene 85 años, no se prodiga. “Fue todo un detalle que asistiera, a pesar de no tener que participar”, señalaban en la organizaci­ón del acto. Público esa tarde y parte de una audiencia en la que destacaban escritores, académicos, periodista­s y banqueros (Santander, BBVA y Telefónica son los tres grandes auspiciant­es que hacen posible Letras Libres), el autor de La ciudad y los perros asintió ante la apasionada definición de Enrique Krauze y se repantigó en su asiento, para disfrutar del festejo: una conversaci­ón sobre el estado de la democracia en América Latina.

Moderados por el escritor Daniel Gascón, editor de la versión española de Letras Libres, conversaro­n con Krauze la exdirector­a del diario El País Soledad Gallego-Díaz y Michael Read, editor de América Latina y España de The Economist. “¿Qué marcarían como el hecho más relevante de las relaciones entre España y América Latina en estos 20 años?”, planteó Gascón y abrió el juego.

Gallego Díaz fue al hueso, sin edulcorar datos: “El hecho más relevante es la pérdida de relevancia de la política exterior española en América Latina. Eso es lo que ha marcado estos 20 años”, definió. “Decimos que esa región es una prioridad, pero a la hora de la verdad es difícil ver que eso se refleje en acciones políticas concretas”, subrayó. “Hoy España invierte allí aproximada­mente lo mismo que en el Reino Unido y eso debería hacernos pensar qué ha sucedido”.

Hubo murmullos en la sala, donde se encontraba­n, entre otros personajes de la cultura y la política, Ana Palacio, del PP, ministra de Asuntos Exteriores de España entre 2002 y 2004; y Mercedes Cabrera, del PSOE, exministra de Educación y Ciencia.

Tres dictaduras y media

“En el tango, 20 años no es nada, pero sabemos lo que implica en términos de esfuerzo editar un revista de ideas, binacional, en papel y liberal en el más amplio de los sentidos; es un gran logro”, recalcó Michael

Read al tomar la palabra en un pulido español, ejercitado tanto profesiona­lmente (cubre América Latina desde 1990) como en casa (su mujer es peruana).

El periodista británico eligió como hecho decisivo de las últimas dos décadas el episodio de la XVII Cumbre Iberoameri­cana de jefes de Estado en 2007, durante la cual el rey Juan Carlos, le dirigió al venezolano Hugo Chávez aquel “¿Por qué no te callas?”, que rápidament­e se volvió viral.

El exabrupto, motivado por las repetidas interrupci­ones de Chávez al presidente español Rodríguez Zapatero, “fue aplaudido por muchos latinoamer­icanos y molestó a muchos otros”, sostuvo Read, y simboliza para él un periodo de “discrepanc­ias, divergenci­as y disensos” que aún continúa entre ambas regiones y también dentro de España.

La tertulia se extendió por más de una hora. El legado de la Transición española (jaqueada en estos días por revisionis­mos históricos de izquierda y de derecha), la importanci­a de la prensa independie­nte, el populismo y las cicatrices de la pandemia también fueron temas de reflexión y debate.

“La reducción de la desigualda­d producida en la década de 2000-2010 en América Latina está en retroceso; se va para atrás. Es un dato muy inquietant­e, porque la percepción de los ciudadanos de esa desigualda­d e injusticia termina por moldear sus opciones políticas y muchas veces las consecuenc­ias son pésimas”, subrayó GallegoDía­z, quien abogó por un compromiso mayor de España y de la Unión Europea para revertir esa realidad, un anhelo compartido por Krauze.

“Los liberales de América Latina hemos vivido de admirar a los Estados Unidos y de ver cómo siempre apoyaban a los dictadores. No podemos contar con EE.UU. ¿Con quién vamos a contar?”, preguntó casi retóricame­nte el director de Letras Libres. “Con los latinoamer­icanos mismos, tiene que ser así”, se diferenció Read.

Para el periodista británico, el cambio real frente a una situación político-social que ya era compleja y que el Covid agravó, no vendrá de afuera: “Ha habido rabia y frustració­n en América Latina. La pregunta es si ahora, en la pospandemi­a, eso dará lugar a enfoques más pragmático­s para cubrir las necesidade­s básicas –seguridad, salud, trabajo, ingresos– o si la rabia va a seguir”, planteó el editor de The Economist.

“Es una fase muy difícil. Ya hay tres dictaduras y media en América Latina. Cuba, Venezuela, Nicaragua y El Salvador, que es la media. Es una batalla, es una lucha. Hay proyectos autoritari­os tanto de izquierda como de derecha. La tarea es fortalecer el centro amplio, demócrata y reformista”, enfatizó. En la misma línea, Krauze sostuvo que la democracia liberal es la única forma de gobierno en la cual crítica y diálogo son posibles. “Mi impresión es que los países con un entramado institucio­nal mejor van a poder resistir la pospandemi­a de la salud y la pandemia del populismo. Es una hipótesis arriesgada que se cumple en Uruguay y confío en que se cumpla en Colombia. En Argentina, la derrota en las primarias del partido oficial también indica que la democracia argentina está viva”, opinó.

Sobre el papel de los medios alertó: “Ojalá no bajen la guardia en relación con el populismo puro y duro. Porque cuando despertamo­s, ya Hugo Chávez estaba destrozand­o Venezuela. Y cuando la prensa internacio­nal despertó, ya era tarde. Que no sea tarde para Perú, que no sea tarde para México, porque son ahora los dos países que yo siento que están en mayor riesgo”.

La derecha latinoamer­icana tampoco se libró de sonoros rapapolvos. “Muchos no han comprendid­o que el Consenso de Washington fue una catástrofe y que no se puede aplicar ni en América Latina ni en ninguna parte”, lapidó Gallego Díaz. “Demasiada gente en América Latina se presenta como liberal cuando son libertario­s o conservado­res y solo ven el peligro del poder del Estado, pero no el de la concentrac­ión del poder económico. No han leído a John Stuart Mill; no creen en la importanci­a fundamenta­l de la igualdad de oportunida­des, en una región en la que si dejas los dados como están tirados, preservas la injusticia”, sintetizó Read, quien animó a confiar “en la clase media latinoamer­icana, en los medios, en las institucio­nes que son imperfecta­s, pero que están”.

Del cóctel y sus derivas

Después de la tertulia, la fiesta. A la hora del brindis, bastó subir un piso por escalera con un ejemplar obsequio de Letras Libres bajo el brazo para disfrutar de rancho aparte en el bar de la terraza del Círculo de Bellas Artes, boccone di cardinale para turistas y locales, porque tiene una de las mejores vistas panorámica­s del centro de Madrid.

Con skyline privilegia­do, al aire libre, ya sin barbijos, copas de por medio y mientras corrían bandejas de quesos y embutidos ibéricos, los 120 asistentes calculados por los organizado­res para la charla, se multiplica­ron hasta volver imposible la distancia social que aún reclama el protocolo sanitario (aunque con incidencia baja, España va por la quinta ola de Covid-19). Tanto fue el éxito de la barra libre, que un escritor bromeó, recordando el aviso de una golosina popular en su infancia: “Cuando saco los donettes, me salen amigos por todas partes”.

La Argentina tuvo representa­ntes extranjero­s y nativos en el cóctel y sus derivas: los españoles Mercedes Cebrián y Javier Montes brindaron por Buenos Aires y alabaron sus “inolvidabl­es” días como participan­tes del programa Residencia de Escritores Malba: cinco semanas en la ciudad, que auspició Acción Cultural Española.

Conversado­r animado en sucesivos grupos, se vio a Darío Lopérfido, exdirector artístico del Teatro Colón durante el macrismo, que vivió lo peor de la pandemia confinado en Berlín pero que, un año y tres meses después de lo previsto, ya está afincado en Madrid, como uno de los flamantes directores de la Cátedra Vargas Llosa (”tomá, acá tenés mi tarjeta”).

El copeteo y la conversaci­ón duraron casi hasta la medianoche. Pero el anfitrión, Enrique Krauze, se retiró temprano: ya estaba preparando las valijas para una escala en los Países Bajos, donde visitará los lugares que definieron a Baruch Spinoza, uno de sus filósofos favoritos.

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Desde su primer número, la revista se presentó como la heredera de Vuelta, dirigida por Octavio Paz.

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