El subibaja entre dos lenguas
Sobre la traducción. Un ensayo de Laura Wittner, quien publicó, además, dos libros para chicos.
¿Qué es traducir?, se pregunta Laura Wittner al comenzar sus notas sobre el modo en que se entrelazan la vida y el oficio. Las respuestas atraviesan el texto desde distintas perspectivas: proposiciones enunciadas como aforismos, citas y reflexiones tomadas de otros traductores, observaciones constantes de la propia práctica. Ninguna es definitiva, pero la incertidumbre parece justamente una de las definiciones posibles porque “la traducción es siempre el nudo de un problema”.
En la casa pero también en un bar, en el tren, a la espera de que la hija salga del entrenamiento de básquet o de la clase de música; la mayor tiempo del tiempo sola, y a la vez intercambiando hallazgos y dudas en pareja, antes de dormir, y en diálogo con los autores, con colegas, con tapor trabajo, por deseo, por necesidad de conocimiento; antes, durante y después del aislamiento obligatorio por la pandemia: se vive y se traduce, como anuncia el título del libro, no solo porque se trate de una actividad que ocupa tiempo sino más bien porque constituye de tal manera a la existencia y a la personalidad que, se nos cuenta, llegó a convertirse en un reflejo ante cualquier oración en inglés.
Entre las notas Wittner incluye la que escribió a propósito de sus versiones de poemas de Katherine Mansfield para una colección infantil. “Me pareció muy tentadora la idea de hablar con niñas y niños sobre el proceso de traducir, sobre algunas de las cosas que implica”, recuerda. Ese diálogo remite a una parte central en su obra, sutilmente asociada con su poesía y sus traducciones: los textos de literatura infantil.
La producción de Wittner en ese género resulta notable: en la primera mitad del año publicó Justo antes de dormir (ilustrado por Natalia Bruno) y Eureka (dibujos de Pupé), más recientemente Por culpa de un hilo y la traducción de Amigos, de Emily Bannister y antes de fin de año saldrá Si mamá canta (versión gráfica de Maricel Rodríguez Clark). Los recursos lúdicos y sonoros del lenguaje y el despliegue narrativo al modo de un juego con los lectores subyacen a esos textos tanto como la trama cotidiana en que se inscribe su trabajo. La historia de Por culpa de un hilo, así, transcurre a partir de un mínimo incidente hogareño que tiene consecuencias múltiples, como si el texto abriera una ventana hacia lo imprevisible hasta que por esa misma dinámica el orden resurge con el hallazgo de un limón que se había perdido.
Si la destreza y la sensibilidad poética sostienen al relato infantil, esos textos a la vez se proyectan en el resto de la obra (“están volviendo/ todas las historias infantiles”, escribe Wittner en un poema) y particularmente en la traducción entendida también como juego y actividad compartida, porque entre otras posibilidades “traducir es adivinar”.
Las primeras impresiones al recibir un original, algún reclamo gremejores mial (“los traductores deberíamos viajar antes al lugar-escenario de lo que nos toque traducir”), las interpretaciones divergentes en un grupo de trabajo, el descubrimiento de las malas traducciones celebradas en las redes sociales, contienen otras revelaciones y afirmaciones tentativas.
La historia personal, lo que Wittner llama su novela, surge además a través de escenas que son de traducción: el día en que el padre le propuso estudiar inglés; la clase en que el profesor Rolando Costa Picazo copió en el pizarrón el poema “In a Station of the Metro” de Ezra Pound y su traducción (a la que Wittner agrega otras cinco igualmente posibles); la versión de un texto de Emily Dickinson recibida como demostración de afecto de un amigo traductor, y la manera en que las emociones y afinidades personales se traman con la literatura.
Escritas de modo fragmentario y discontinuo, las notas de Laura Wittner exponen secretos del oficio y vacilaciones igualmente significativas. En una experiencia ejercida con inspiración y rigor, como la que se ofrece, no hay recetas ni resoluciones universales: “Traducir un poema siempre es pararse en el medio de dos idiomas y ver qué se puede hacer”. Lo que sigue es pura ganancia.