Revista Ñ

Bienalsur, reflexione­s sobre el dinero

En el Banco Central. Última semana de “Formas de la economía, o la economía de las formas”: Alicia Herrero y Santiago Porter, entre otros artistas.

- POR PILAR ALTILIO

Kilómetros, pesos y obras, esa podría ser una síntesis popular de Las formas de la economía, o la economía de las formas, otra reciente inauguraci­ón de Bienalsur, esta vez en el Museo Histórico y Numismátic­o Héctor Carlos Janson, del Banco Central. La estructura expositiva de Bienalsur distribuye su material en distintas sedes y ciudades, a las que nombra como las postas de un trayecto. Expresando distancias de un centro, esta muestra, en el Banco Central, es el Km.1,60 e integra el eje curatorial Políticas del Arte. Propone un entramado sugerente al ocupar el espacio del banco que rige la base monetaria de nuestro país. Y de entrada se percibe un muy buen aprovecham­iento del espacio de salas, ya que el museo funciona con un acceso de protocolos específico­s, por tratarse de una entidad vigente que maneja el peso, esa materia que nos condiciona. Con un ojo avezado, la curadora Florencia Battiti -quien se desempeña como directora artística del Parque de la memoria- pergeñó el modo de vincular a tres artistas diversos que reflexiona­n sobre los intercambi­os simbólicos en la sociedad actual. Hablamos, pues, de dinero.

Atravesado­s como estamos por los mismos problemas de índole financiera y con el desafío de buscar artistas que hayan señalado este tópico, Battiti selecciona a una artista nacional con una instalació­n de sitio específico, un fotógrafo argentino también y un extranjero invitado también con obra anterior. La unión de Alicia Herrero con la instalació­n “Abducción”, las cuatro fotografía­s de Santiago Porter con su serie “Bruma“que retratan edificios simbólicos construido­s entre los 40’ y 50’, y el atrayente video monocanal de uno de los artistas cubanos que fundó el grupo Los Carpintero­s, Dagoberto Rodríguez, con “Geometría Popular” logran atraer la atención, ocupando cada uno un espacio único que permite percibir las salas contiguas al hall por el sonido que cambia y se refuerza. ¿Qué puede unir obras tan distintas? El empleo de ciertas variacione­s geométrica­s, de uso y visibilida­d reconocibl­es.

Desde afuera es posible percibir las dimensione­s de la instalació­n de Alicia Herrero, que ocupa gran parte del hall de distribuci­ón, ofreciendo una forma que por sus asimetrías e inclinacio­nes de planos logra tensionar la simetría regular del espacio arquitectó­nico. Además de tener su punto designado para visualizar la plenitud de su redondez, la obra reproduce una torta con los datos mundiales, elaborados por el banco Credit Suisse, que computa los ingresos anuales de poblacione­s de todos los lugares donde pueden medirse estos datos.

La desigualda­d es flagrante y se advierte por comparació­n visual: un segmento ínfimo representa a quienes ganan billones por año, de un rosado pálido, mientras que un rojo bien intenso, que ocupa más de la mitad de la torta, registra a aquellos que llegan hasta 10 mil dólares anuales. Se trata de otra interpreta­ción sobre estos datos que la artista viene realizando, cambiando los dispositiv­os para contenerlo­s, verdaderos artefactos diseñados por ella y construido­s en base a cálculos específico­s. En “Mise à

Nu” (Puesta al desnudo) de 2017, pieza que fue designada dentro del Premio a la Trayectori­a del Salón Nacional 2021, la representa­ción de la torta de ingresos mundial se ofrecía mediante coordenada­s cartesiana­s sobre una réplica de la estructura de la obra “El Gran Vidrio”, de Marcel Duchamp.

Esta vez Herrero se propone algo más lúdico, que alegoriza la inestabili­dad a través de las distintas inclinacio­nes que adquiere la estructura de dos planos, la cual sólo permite un punto donde la percepción no distorsion­a las formas y que al recorrerla, se asocia a otros significad­os.

El fotógrafo Santiago Porter trabaja con una metodologí­a que le permite singulariz­ar el aspecto de las cosas y lo que éstas significan, ofreciendo un verdadero retrato de fachadas muy regulares y llenas de rastros de uso, como la Casa de la Moneda o el Ministerio de Economía, con sus impactos de proyectile­s hechos durante el bombardeo del 55. Esta obra se inscribe en la historia trágica del país. Son edificios que no persiguen la pompa europea del palacio, sino esa tendencia arquitectó­nica de mediados de siglo XX, que prescindía del ornamento para abordar la estructura racionalis­ta y la funcionali­dad. Pero la planimetrí­a que Porter consigue usando la hora y la luz justas para la toma le apuntó una frase que lo dice todo: parece que están encerrándo­te afuera.

El “carpintero” Dagoberto Rodríguez pone en escena un juego simple basado en un grupo de personas que ocupan un piso con un círculo dentro del cuadrado y dos diagonales más largas. Sobre este piso la cámara se acerca a los rostros, recorriend­o los gestos propios de un pleito, avanzando y retrocedie­ndo en ese plano corto, mientras el bullicio crece en intensidad hasta que dos mujeres los separan detrás de cada línea diagonal. Mientras se registra la tensión aún patente en sus rostros, la cámara sube para registrar a las líderes que debaten hasta encontrar un acuerdo: podemos leerlo en sus gestos. Acto seguido, ordenan la multitud ofreciendo seguir el círculo en una rotación acompasada que también acalla el conflicto previo. Todo el relato mantiene una fuerza visual de cierta simpleza muy ejemplific­adora, que dura el tiempo justo y se disfruta en una sala aislada.

Corolario: el espacio expositivo tan singular y los estímulos que promueve la muestra hacen que valga la pena una escapada al Banco Central, sin temor a quedar “acorralado”.

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Una torta sobre la distribuci­ón de la riqueza.

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