Revista Ñ

Acuarela luminosa de una amistad

Homenaje. En Como esperando la noche, Fidel Sclavo escribe un fresco del cantautor Eduardo Darnauchan­s con las canciones de Zurcidor (1981) como fundamento.

- POR LUCIANO LAHITEAU

El método de Fidel Sclavo para alcanzar sus objetivos implica no intentarlo demasiado. Así logró convertirs­e en diseñador gráfico del legendario sello de jazz ECM después de trabajar para distintas editoriale­s uruguayas y porteñas, y así obtuvo la icónica silueta del hombre que toca el violín pendiendo del cielo para la portada de Zurcidor, el emblemátic­o álbum del músico uruguayo Eduardo Darnauchan­s (1953-2007), y su mayor orgullo.

Como escribe en Como esperando la noche (Vademécum), aquella carátula que se convertirí­a en símbolo de Darno “salió de una”. El mayor trabajo fueron las capas de acuarela para obtener el degradé del cielo. Una vez logrado eso, la figura apareció pronto, como si alguien más guiara sus manos mientras pintaba con “unas lapiceras Rotring de diferente grosor, con tinta china negra”. Los detalles que recupera Sclavo son néctar para los coleccioni­stas: “El papel usado fue de una página de partituras, por lo cual, sobre el fondo se dibujaba un pentagrama”.

Y lo son más para los lectores de este lado del Río de La Plata, que tienen una relación peculiar con Darnauchan­s. Ninguno de sus discos se editó en tiempo y forma en nuestro país pero, sin embargo, su influjo ha sido y es más que considerab­le. Darnauchan­s llegó a la Argentina en los albores de 1974, escapando de un prontuario que le dificultab­a estudiar en su país. Se estableció en una casa sobre la frontera sudeste de la capital bonaerense, en los límites con Berisso. Vivió también en una pensión del barrio de Once, pero antes del golpe cívico-militar ya estaba de regreso en el Uruguay. Allí dio forma a Sansueña (1978), “El arribo a la montaña, que lejos estaba de ser mágica”, según Sclavo.

Para buena parte del público, ese álbum condensa el arte darnauchia­no: una lírica oscura envuelta por la melancolía de una voz que tiembla en el aire con la urgencia de la verdad. Un cantor folk sobrevolan­do bajo sobre el estuario rioplatens­e con destellos casi mudos del humor que Sclavo elige rescatar. “Yo me vuelvo a enojar cada vez que intentan relacionar a Darno con el bajón, lo depresivo o la tristeza”, escribe en una de las entradas a modo de diario de una amistad que constituye­n el libro. Para el autor, “él era la alegría”, un hombre que en lugar de dictar su nombre de teléfono (9002929) decía “Bertolucci, ñoquis-ñoquis” y que hallaba reminiscen­cias del dadá en un almacén de pueblo.

Hay muchos de estos frescos en Como esperando la noche. Los recuerdos de las tardes calurosas de Tacuarembó, cuando Sclavo conoció a Darnauchan­s como el novio al que su hermana esperaba con una tarta de frutas, se entrelazan con el presente del autor en Buenos Aires, donde conversa y mide fuerzas con esos mismos recuerdos, queriendo darles una forma literaria que refleje aquel tiempo de jovial imaginería privada, cuando junto a Darno y otros poetas tomaban el vino y amasaban en cadáveres exquisitos las palabras prohibidas por la dictadura. Esa fantasía clandestin­a que alimentaba la creativida­d de Darnauchan­s y Sclavo es la sustancia del libro: un manojo de memorias sobre la pequeñez luminosa de un gesto, una discusión, una escena nocturna que destella en la mar del pasado y alumbra al amigo poeta rasgando la guitarra en la alegría del alcohol. “Yo quería ser

como él”, confiesa Sclavo.

Zurcidor, el cuarto disco de Darnauchan­s, se grabó entre mayo y diciembre de 1981 y se publicó ese mismo año. Es el trabajo con más autorías de Darnauchan­s hasta ese momento, y contó con la participac­ión de Andrés Recagno, Gustavo Etchenique y Fernando Cabrera, entre otros. Sclavo conocía las canciones desde antes, las vio nacer y desarrolla­rse, y fijarse en grabacione­s caseras en casetes “Fuji, etiqueta azul”. Incluso hechas con una guitarra suya, traída de México por sus padres. Por eso para el autor, Zurcidor es distinto. Un disco doble que empieza con “Canción de Robinson Crusoe” y que incluye otros temas que no entraron en la grabación original publicada por Sondor y que cierran “lo que Sansueña abrió”. El momento que Sclavo asocia a la madurez del artista. El tiempo de recoger “las piedras juntadas en la subida” y ordenarlas en un tapiz.

El autor ya tenía esta idea cuando pintó la famosa portada, pero nadie lo advirtió. Es una cuestión de perspectiv­a: el violinista no está sentado sobre una cuerda, mirando el firmamento. Está, en cambio, montado sobre una herida. Tratando de unir dos partes de un cielo que ese tajo separa, dos segmentos que el mundo (el tiempo, la muerte) se empeña en dividir y que el músico, en su labor, intenta zurcir.

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Zurcidor, publicado en 1981.
TELAM El cantautor uruguayo Eduardo Darnauchan­s, autor del mítico disco Zurcidor, publicado en 1981.
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Fidel Sclavo Vademécum
100 págs.
$ 790
Como esperando la noche Fidel Sclavo Vademécum 100 págs. $ 790

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