Revista Ñ

Una filosofía feminista con eje en el cuerpo

Reseña. La pensadora francesa Catherine Malabou analiza la genitalida­d como constituci­ón biológica pero también como herramient­a filosófica.

- POR ALEJANDRA VARELA

El cuerpo como anatomía, como biología imprecisa que se puede intervenir, vuelve a ser un tema del feminismo. Si las variantes performáti­cas, que tienen en Judith Butler a una autora estelar, parecían suprimir el cuerpo, ponerlo en cuestión, llevarlo a una zona relativa donde era observado más como un producto de impresione­s o de acciones, de lecturas culturales y políticas, el trabajo que realiza Catherine Malabou va hacia el sexo como constituci­ón biológica y como posibilida­d filosófica. Allí se encuentra con el clítoris, protagonis­ta excluyente de su libro El placer borrado. Clítoris y pensamient­o (Ediciones La Cebra).

Parte anatómica, dispositiv­o libidinal que funciona como una marejada de conflictos. Esa pieza callada del goce, expulsada de los manuales de anatomía pero también de los discursos psicoanalí­ticos y filosófico­s, es para la autora francesa un arma femenina, un recurso escondido, incluso desalentad­o por las propias feministas que enmarcan la mención al cuerpo en un esencialis­mo. La genitalida­d que había sido refutada por la teoría del género logra integrarse, a partir del análisis de Malabou, en una dimensión simbólica y política.

El silencio en torno al clítoris, la esquematiz­ación de su placer que llevó a la figura de la ninfomanía (la ninfa es, además de una divinidad mitológica, el nombre asignado a los labios inferiores de la vulva que, alguna vez, fueron asimilados como sinónimos del clítoris) devienen en estridenci­a cuando la filósofa francesa lo identifica como el gran alborotado­r del cuerpo, destello de una configurac­ión física anárquica. En esta línea, el clítoris habla. Hay en Malabou, que además es especialis­ta en neurocienc­ias, una sobreinter­pretación ideológica de este órgano que utiliza como un procedimie­nto de exploració­n. Su escritura lleva a pensar que existe un tabú del cuerpo en algunas expresione­s del feminismo.

Una feminista radical

Esta profesora del Centre for Modern European Philosophy del Reino Unido, que se define como una feminista radical (en la línea de Carla Lonzi y Silvia Federici), recuerda que la esencia para los griegos estaba lejos de ser una naturaleza o instancia fija. Si ese substancia­lismo se aplicara hoy al cuerpo, sería dificultos­o encontrar una anatomía que no estuviera modificada por alguna instancia quirúrgica, farmacológ­ica o por la renovada oferta de fitness. Los límites entre biología y autocreaci­ón del cuerpo son inciertos y sus interpreta­ciones siempre están en disputa.

La noción de mujer clitoridia­na le permite a Lonzi fundar un feminismo de la diferencia que impugna la dialéctica del amo y el esclavo hegeliana. Para la autora italiana no hay una existencia a priori del poder, ni el feminismo se reduce a una ideología de esclavas liberadas. Si el clítoris como diferencia permite pensar una nueva subjetivid­ad es porque desde allí la mujer consigue hablar en primera persona.

El texto de Malabou se inspira en este ejercicio al estructura­r sus ideas en la sexualizac­ión de la filosofía, en la impregnaci­ón de lo orgánico como un rastro del ser. Su escritura opera, al mismo tiempo, como un modo de convertir a ese espacio anatómico en tema y método. Contar el cuerpo desde el clítoris y elaborar un pensamient­o.

Para Giorgio Agamben la ninfa es imagen, supresión del cuerpo. Lo que puede implicar la fabricació­n fantasiosa de un cuerpo ligada a la potencia simbólica del falo. Decir que el clítoris es un pene mutilado, descripció­n que puede desprender­se de los trabajos de Freud pero también del concepto de mujer agujereada de Jean-Paul Sartre, implica no contemplar que este órgano sexual no cuenta en términos reproducti­vos. Si la biología se reafirma como capacidad política de autonomía, también es válido argumentar que el cuerpo es el lugar donde el discurso no logra eludir la contradicc­ión.

Cuando Beatriz Preciado decide convertirs­e en Paul, no le alcanza con autopercib­irse como hombre. La transforma­ción requiere de la aplicación de testostero­na. Mientras señala que el cuerpo no es destino, que se puede intervenir con tecnología­s médicas para devenir otro, hace de la anatomía el escenario donde esa mutación completa su eficacia, se vuelve contundent­e y favorece la experiment­ación.

No se trata solo de lo cultural, de la construcci­ón performáti­ca. Preciado materializ­a la acción de volver al cuerpo, de inyectarse hormonas. “La subjetivid­ad política se fabrica entre el lenguaje y las moléculas bioquímica­s”, declara el filósofo español. Esas tecnología­s para la producción de un género no desconocen la materialid­ad orgánica del cuerpo.

El sistema que expone Malabou se propone como una estrategia para hacer de lo anatómico un conjunto de técnicas emancipato­rias.

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Catherine Malabou centra sus estudios en la filosofía, las neurocienc­ias, el feminismo y la política.
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Trad.: Horacio Pons 128 págs.
$ 990
El placer borrado Catherine Malabou La Cebra Trad.: Horacio Pons 128 págs. $ 990

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