EL ÁLBUM DE UNA LINDA COMPARSA
“La conquista”. Diálogo con Marcos López y Res, quienes en 1991 tomaron la foto emblemática de los artistas participantes en la recordada muestra del Recoleta. Gema de arteBA, los rollos fueron recobrados hace pocos meses.
La secuencia está allí y es casi una fotonovela; o mejor, su parodia, su versión carnavalesca. Muchos de sus participantes, todos ellos vinculados de un modo u otro a la generación de artistas que emergió en el Centro Cultural Rojas a fines de los 80, se preparaban para exponer en La Conquista. 500 años, 40 artistas, la gran muestra del Centro Recoleta, esa institución que se convirtió en emblema de la transición democrática. Los fotógrafos de la ocasión, Marcos López y Res, cuentan vía zoom que los conocían a casi todos porque a menudo recibían el pedido de hacer fotos de sus obras.
Una de las sorpresas de la pasada arteBA fueron las imágenes de los rollos originales nunca antes impresas, más el video recuperado por Adriana Miranda, al cuidado del archivo de Liliana Maresca. El empeño por dar con el material, que puede ser leído no solo como un manifiesto generacional sino también como una toma de posición política, llena de humor y ambigüedad, no surgió de los artistas sino que en verdad fue motorizada por la galería Rolf Art, a instancias de un pedido del Museo Reina Sofía, que prepara una expo sobre las representaciones latinoamericanas del Quinto Centenario de la conquista, en 1992.
Cuenta Marcos López que la foto surgió de una oportunidad: Liliana Maresca había conseguido un lote de vestuario del Teatro Cervantes o el Colón, ella y Elba Bairon lo aprovecharon materializando este registro, que con el tiempo ha sido leído como manifiesto generacional. ¿No parece también un festejo de fin de curso? Ahora en venta, en copias vintage seriadas, fue la gema del estand de Rolf Art, en la reciente arteBA. No sería descabellado que algún museo español o estadounidense, tan ávidos de materiales de archivo en los últimos años, compren impresiones para completar sus colecciones. A los fotógrafos les llevó 30 años rastrear los rollos originales entre sus propios materiales analógicos.
La sesión se hizo en el taller que luego se convirtió en casa de Res, en Caseros entre Perú y Bolívar. Alberto Giesso, entonces director del Centro Cultural Recoleta, había refaccionado la vieja casa. “Todos nosotros estábamos vinculados a la sala del Centro Cultural Rojas –cuenta Res–. Lo que me parece casi un milagro es que en estas tres décadas, tanto en el caso de Marcos como en el mío, este archivo quedara traspapelado. No podíamos encontrarlo. Dábamos con una copia aquí y otra allá, pero no estaban todos los rollos”. Esa tarde trabajaron con dos cámaras, una de 35 mm y una Hasselblad. Los dos hicieron la puesta de luces y dispararon alternativamente, no recuerdan exactamente quién hizo cada toma. Algunas de las ofrecidas en Rolf, las tomadas con la cámara de 35 mm, fueron remasterizadas mediante copias intermedias. Las vintage cuestan U$ 4000.
De hecho, López evoca a “Liliana tomándose una cerveza en un bar con un par de amigos y decidiendo que la foto sería genial para la movida que los esperaba en el Recoleta un año después, en 1992. Así, vistos hoy, esos fértiles 90, años sin polarización política y todavía en el empeño común por dejar atrás la dictadura y las intentonas militares, habilitaban de manera franca el humor, la sátira y hasta tonalidades que hoy se verían objetadas por la corrección política y la exigencia de una retórica directa en las redes. Allí está Marcia Schvartz, india lujuriosa y medio opa (la palabra viene del quéchua ancestral) para confirmarnos cómo la historia cambia sus puntos de vista.
Asimismo, la foto pone en primer plano una matriz narrativa que ha sido productiva en la cultura argentina, no siempre bien valorada, la confrontación entre la nación católica y el anticlericalismo, desde los tangos de Discépolo hasta León Ferrari. Reírse de los curas y monjitas, una pasión nacional común a quienes vinieron de los indios y los que bajaron de los barcos.
Dice Res: “Recuerdo bien el clima de época en el que se hizo la sesión; conjugaba la mirada trágica con la ironía. Divertirnos era una actitud casi obligada para nuestra generación. Jugar con la ironía, casi un mandato político. Y la tragedia no refería tanto a la Conquista sino que, teniendo presente el final del sueño de la transición democrática, con ese traumático final de 1989, la respuesta fue una fiesta exacerbada. No me refiero solo al Rojas sino a lo que fueron las experiencias de los espacios Bolivia y Cemento.
Siento que todos nosotros estábamos en esa sintonía”. Para cuando se celebraron los cinco siglos, en 1992, ya el discurso del campo cultural era más crítico y abiertamente anticolonialista. Pero observa Res que los dardos críticos también se dirigían al mundo del arte. Sostiene que no existía tal cosa como el mercado para la fotografía.
Aporta Marcos López que para 1991 Maresca ya había hecho La Kermesse en el patio de Recoleta, una obra con una actitud desacralizante del arte y crítica del mercado. Para la foto, rememora, “se armó una escena de dos bandos, simplificada, como en la escuela. Cada uno fue eligiendo a su personaje y nos íbamos turnando para cambiarnos en un pasillo del taller –continúa–. Sin pretender hacer psicoanálisis de bar, cada artista recogía el vestido más afín. Fijate que Elba Bairon en la foto es una princesa andina (con canasto de flores) y si hoy te la encontrás en una esquina, también le ves ese rasgo principesco, tan elegante”. Soberano despelote. La sesión llevó unas seis horas.
Y como en todo carnaval, ese mundo patas para arriba (el “topsy-turvy”, la liberación de energías vitales que sigue a las penitencias y ayunos de la Cuaresma), lo que se presenta aquí es un orden esquemático, dispuesto por oposiciones: conquistadores y conquistados, monjas y libertinas (una indiecita que preanuncia a Ema la cautiva de Aira y a la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara), el párroco y el cacique pagano en cueros, los adelantados. Eduardo Stupía, como obispo barbado; el grabador Eduardo Iglesias Brickles asomado por un hombro.
Completan el álbum los extrapartidarios asociados, al pie de la foto. Con el puño por
delante, Jorge Pistochi (1940-2015), periodista e ilustrador que se inició en la revista Pelo, creador y director de las revistas Expreso imaginario (76-79) y Pan caliente (1982). Y junto a él, un personaje cortesano, chaqueta y boina a rayas con lentejuelas, de infaltable pluma, José Luis Gestro, diseñador de vestuario y director del carnaval de Gualeguachú; el Corsódromo lleva su nombre.