Revista Ñ

“Esto no hay quien lo pare”

- POR ELSA OSORIO Novelista, autora de “A veinte años, Luz”, “Reina mugre” y “La Capitana”, entre otros.

Carlos Slepoy, Carli, fue, es, un imprescind­ible en la lucha por los derechos humanos. Él abrió la ancha avenida de la Justicia Universal en los juicios de Madrid, fundamenta­les para quebrar la impunidad y lograr juzgar y condenar a los genocidas. La causa la había abierto el fiscal español Carlos Castresana, y el juez designado era Baltazar Garzón, pero no se había decidido su competenci­a. Era 1998, Pinochet viajó a Londres, “¿Y si lo metemos preso?”, propuso Carli, su radiante sonrisa. Parecía broma, pero fue. Pasó. Pinochet preso en Londres y nosotros saltando de alegría: “Adonde vayan los iremos a buscar”. Los lores que sí, que no, pero la Audiencia Nacional aprobó la competenci­a de España para juzgar los crímenes cometidos en la Argentina y en Chile: los crímenes contra la humanidad deben ser perseguido­s por la justicia de todos los países, independie­nte de la nacionalid­ad de víctimas y victimario­s y de los intereses del Estado al que pertenecen, tal como postula el principio de justicia universal.

Estuve en esa sala de la Audiencia Nacional. “El futuro va a ser contagioso –dijo Carli–. Que los genocidas se sientan acorralado­s, que la humanidad quede liberada de ese flagelo cada vez más, que se respire mejor en el mundo”. El juez ordenó que detuvieran los aplausos, sujetando sus propias manos. Hubo pasos adelante y otros para atrás. Pinochet volvió a Chile, pero nada fue igual, la sociedad internacio­nal había tomado conciencia.

Era raro estar ahí, festejando, en la Plaza Colón de Madrid, sentir que ganábamos nosotros, mientras que ellos, en nuestro país, amparados por el juicio final y la obediencia debida, paseaban por la calle o se sentaban en un restorán o en el directorio de una empresa. Sí, era posible. Carli siempre citaba esa frase de Margaret Mead: “Nunca duden de que un grupo determinad­o de personas puede cambiar el mundo…; porque siempre ha sido así”.

Y el futuro fue contagioso, su esperanza, su voluntad de justicia también, porque años después, cuando España todo lo había prohibido, en la Argentina se inició la querella contra los crímenes del franquismo. “Esto no hay quien lo pare –me escribió–, sobre todo si no decae la movilizaci­ón social”.

Carli nunca se dio por vencido, siempre para adelante, con esa fuerza y esa lucidez para encontrar en los vericuetos de la justicia, un puente para pasar. Como en su propia vida, ni la cárcel, ni la tortura, ni el exilio, ni ese tiro en la espalda que le pegó un cobarde guardia civil por defender a unos jóvenes, ni la invalidez acechándol­o, tomándolo, ni los dolores. Él siempre del lado luminoso de la vida.

Un jurista notable, una de las más brillantes mentes, una personalid­ad sin igual y al mismo tiempo, un hombre simple, un hombre bueno, un amigo entrañable, con el que se puede contar para todo.

 ?? EFE ?? Carlos Slepoy defendió a víctimas de la dictadura argentina, chilena, guatemalte­ca y española.
EFE Carlos Slepoy defendió a víctimas de la dictadura argentina, chilena, guatemalte­ca y española.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina