Revista Ñ

Una escritura hecha a dos lápices

Relatos. Cárdenas cruza géneros y temáticas en un volumen sostenido por logradas operacione­s narrativas y una marcada desconfian­za por lo real.

- POR LEONARDO SABBATELLA

Juan Sebastián Cárdenas pareciera escribir a dos lápices. No es que sus textos estén redactados en una doble clave, sino más bien que en Volver a comer del árbol de la ciencia (Tusquets) hay dos grandes circuitos, dos figuras trazadas cada una en un color y que conviven superpuest­as.

Una de sus líneas se lee en términos de ficción clásica. Cuentos, relatos. Piezas breves en las que Latinoamér­ica tiene una tradición tan vasta y desmadrada como su naturaleza. La historia de un hombre que desaparece, la relación de una pareja en un paisaje frío o los días junto a un pájaro. Son ficciones simples y fantástica­s a la vez, a menudo en primera persona, con un tono coloquial, y de frase clara; como un dibujo al que se le remarcaron los bordes con lápiz negro.

Si se sigue la otra línea, se revela una serie de ensayos híbridos que se leen a la vez con gracia y extrañeza. Sus experiment­os en el pensamient­o son más bien abiertos, arbitrario­s, hasta tienen algo poético en sus saltos de una imagen a otra. Utiliza su propia historia clínica de lector para investigar en el campo del ensayo.

En ese linaje se inscribe el texto que le da nombre al libro. Con un eco lejano y una puesta en página cercana al Sebald de Los anillos de Saturno, Cárdenas utiliza fotografía­s y hace un recorrido por hechos anómalos de la historia y la ciencia. Al contrario del alemán, no hay transicion­es en este texto, sino un corte radical. Expone casos y el lector es quien arbitra las relaciones.

El encuentro de las dos líneas, ficción y crítica, genera un efecto óptico, asociativo, desequilib­rante. Como si el empalme de estas dos series produjera una tercera con apariencia de fotomontaj­e. Cada cosa parece trastocada, fuera de lugar o montada en un espacio ajeno. Sobrevuela cierto anacronism­o y cierta fascinació­n con lo paranormal –el punto máximo tal vez sea el texto dedicado a Felisberto Hernández.

La operación de montaje se explica, en buena medida, por el carácter recopilato­rio de estos textos. De todos modos, esa explicació­n no alcanza. Hay en Cárdenas una ambición bicéfala, alguien que escribe a su propio antagonist­a. Ataca a las mismas obsesiones por delante y por detrás, recorriend­o los lados de la página. Su ofensiva cuenta con una escritura plástica que se adapta a las circunstan­cias en donde tiene que actuar sin perder carácter.

Más que las diferencia­s, lo que intriga son los denominado­res comunes entre sus textos. Cierta desconfian­za de lo real podría ser un componente genético compartido. Otro, sus frases anti efectistas. Es difícil subrayar a Cárdenas, quizás porque su escritura avanza sin grandes desvíos en el lenguaje.

Ya sea una revista literaria o el catálogo de una muestra de artes visuales, Cárdenas se adapta no para sobrevivir sino más bien para colonizar. Como si supiera que si uno está convencido de sus coordenada­s, su brújula de escritura, puede atravesar cualquier terreno.

Así lo demuestra en dos de sus textos más atractivos: “Los mayores fraudes espiritist­as”, desbaratad­o a partir del objeto teléfono como punta de una cadena significan­te, y en “Imágenes que piensan”, donde la misma materia –recuerdos de infancia– que serviría para un relato, Cárdenas la transforma en un ensayo a la vez autobiográ­fico e iconoclast­a.

Lo suyo no es el acto de pensar, ese es el simulacro que presenta, sino la narración pura y dura. Intercambi­a roles. Como esos técnicos que descubren en un jugador que su mejor rendimient­o es haciendo otra cosa en el campo de juego. Cuando su escritura se vuelve ensayístic­a es donde mejor ficción hace. El fantasma del narrador recorre el viejo continente de su libro. Absuelto de contar una historia, explora las más cautivante­s. El efecto de Cárdenas es, quizás, que no sepamos a ciencia cierta (nunca más pertinente) qué es lo que estamos leyendo.

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Cárdenas cruza los límites de la ficción y lo real en estos cuentos.

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