Revista Ñ

Biografía de una melena (y su identidad)

Narración. Entre el relato autobiográ­fico y el ensayo, la escritora angoleña profundiza y reconstruy­e sus raíces familiares y culturales.

- POR MARIO NOSOTTI

“El amor a lo superficia­l ayuda a entender lo que somos”, escribe la escritora angoleña Djaimilia Pereira de Almeida y busca los rastros de su identidad mestiza a través de la historia de su pelo crespo en Ese cabello, (Edhasa) una narración entre el ensayo personal y la autobiogra­fía que indaga en la herencia del colonialis­mo, las raíces africanas y la vida multicultu­ral.

Si bien Pereira de Almeida nace en Luanda, de muy chica se muda a Lisboa con su familia y crece en Portugal. El dato biográfico se vuelve una marca indeleble que, de alguna manera, se concentra en su pelo. Una mata siempre alborotada que, por un lado, no se ajusta a los parámetros de belleza europeos, y por otro, encarna el símbolo de la autodeterm­inación y el rescate de las raíces de una raza que la abraza en la diversidad que la constituye: una rama de su familia es de raza negra, la otra blanca.

El tono es reflexivo, es cierto, solo que la narración hace pie en una serie de episodios autobiográ­ficos: la primera vez que le cortan el pelo; su desfile por peluquería­s que pretenden domarla; el primer acto infantil en el que se disfraza de africana y sabe perfectame­nte cómo atarse el pañuelo a la cabeza, a pesar de nunca haberlo hecho.

La secuencia sigue hasta su casamiento, y así, traza una línea de vida en la que la cultura original de la rama africana de su familia, y el contraste con su experienci­a en Portugal tiran hacia lugares diferentes y desmembran una identidad siempre en fuga. “El modo en que los otros tratan mi cabello simbolizó siempre la confusión doméstica entre el afecto y el prejuicio, lo que viene a disculpar mi falta de mano para cuidarlo”, escribe.

Así y todo, la escritora encuentra algunos rastros que le permiten entenderse. Por ejemplo, observa la rutina de sus abuelas y su mamá, y al parecer, algo de los rituales domésticos, los olores familiares, lo cotidiano se transmite de generación en generación y la lleva a sentir esas raíces, que por momentos, se le pierden en el intento por ser lacia.

Y no solo habla de identidad, al mismo tiempo, aparecen otras dos capas de sentido, por empezar se adentra en la memoria y sus mecanismos, y también en el propio proceso de escritura. “Escribir tiene poco que ver con la imaginació­n, y se parece a encontrar un modo de volvernos dignos de no recibir respuestas”, sostiene en el comienzo. Ese cuestionar­se y cuestionar el mundo que habita ilumina el libro hasta el final.

Pensándolo así, es una búsqueda insistente en la memoria que lleva a la idea de excavar de Walter Benjamin, es decir, Pereira de Almeida tiene conscie ncia de que la pala que se hunde para encontrar los recuerdos también deja una marca en el hallazgo. El tiempo, la distancia y lo vivido son condición de esa memoria. De ahí que refleja la imposibili­dad de volver a esa materia esencial, y aún así, sigue preguntánd­ose cómo hacerlo.

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De Almeida destaca como activista feminista portuguesa.

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