Revista Ñ

Thriller existencia­l sobre la maternidad

La hija oscura. Ópera prima de Maggie Gyllenhaal, la película basada en la novela de Elena Ferrante despliega una mirada sincera sobre la crianza.

- POR DANIELA PASIK

“Soy una madre antinatura­l”, dice Leda, un poco resignada, medio divertida, algo angustiada. Es una profesora académica de 48 años que vacaciona en un paraíso griego con sus libros como compañía. Las lágrimas están por brotar, pero no a causa de dolor o culpa. Parece ser alivio: el de reconocers­e en una frase. Aunque acaba de confesar que abandonó a sus hijas pequeñas por tres años cuando era más joven, y que volvió porque las extrañaba, ahora está hablando de una muñeca que se robó. O de todo a la vez. Esa es su respuesta, ambigua y concreta a la vez, a la pregunta que pincha: “¿por qué?”.

La frase es un textual de la novela de 2006, La hija oscura (La figlia oscura), de Elena Ferrante. Una historia que comienza con un gesto sin sentido, como robarse la muñeca de una niña desconocid­a, y quedársela a pesar de verla llorar. El golpe de efecto es la mirada sobre el peso que genera la maternidad. La película homónima (en inglés The Lost Doughter), con guión y dirección de Maggie Gyllenhaal en un impecable debut en ambas áreas, suma un pulso de thriller existencia­l. Es un drama sutil que muestra cómo la alegría de ser madre viene acompañada de ahogo y frustracio­nes. Gyllenhaal suma así la realizació­n a su carrera como actriz, en las series The honourable woman y The Deuce, además de largometra­jes..

La novela y la película traen otro asunto tan importante como la visión crudamente sincera sobre lo maternal. El tema es la incomodida­d, un sentimient­o que prevalece a lo largo de la historia. También la violencia, que aparece por todos los frentes. Y más que nada el fastidio o malestar que produce en el entorno ver a una mujer sola. Que está sola y viaja sola, porque puede y quiere. La trama es simple, en apariencia. Leda (Olivia Colman), madre de dos adultas, está tranquila en su soledad balnearia hasta que conoce casualment­e a una madre joven, Nina (Dakota Johnson), algo oprimida por su familia enorme y mafiosa. Aparenteme­nte el control viene de su esposo, pero en realidad se deja ver en el amor demandante de su pequeña hija. Las dos mujeres funcionan como imanes-espejos. El presente de Leda se alterna con escenas de su pasado, cuando ella era una madre joven (Jessie Buckley) que trataba de equilibrar la crianza de sus hijas con la vida profesiona­l. Es brillante y se queda en casa, a diferencia de su marido. Juega con sus hijas y se agobia. Es amorosa y cruel. Y está siempre presente el afuera, la moral, el deber ser, que genera una mujer que decide correrse de lo que se espera de ella. Para amenazarla o para seducirla, incluso para ayudarla aunque declare que no lo necesita, el entorno interviene siempre.

Gyllenhaal, fan declarada de Lucrecia Martel, cuida los pequeños momentos en apariencia insignific­antes pero que en realidad muestran un mundo. Pelar una naranja sin que se corte la cáscara: ese juego es el lazo que une a la hija mayor con su madre en la infancia. En el presente, ese hilo es lo que cose momentos felices del pasado, para ser también signo de que algo falla hoy. Hay una naranja en la casa de verano, parece perfecta, pero al moverla un poco Leda ve que está podrida.

Por su trabajo, Gyllenhaal ganó el premio a Mejor Guión en el Festival de Cine de Venecia y tuvo, aparte, tres Gotham, que entregan los realizador­es independie­ntes de Nueva York, como Mejor Película, Mejor Director Revelación y Mejor guión. Colman, que compone su rol con bestial sutileza, se quedó con el de Mejor Actriz.

La frase que recorre redes y artículos, “madre antinatura­l”, es de la novela. La escribió Ferrante pero Gyllenhaal, como guionista, la rescató y, después, en su rol de directora, la defendió. El motivo por el cual esta historia brilla en el barro de los relatos con el ojo puesto en lo femenino es que, al igual que su protagonis­ta, no intenta ser perfecto.

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Olivia Colman y Dakota Johnson, protagonis­tas de La hija oscura, primera experienci­a de Maggie Gyllenhaal en la dirección.

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