Revista Ñ

Ruta del azulejo Pas de Calais

Alfarería francesa. La clásica cerámica azulina fue furor en el Plata en el siglo XIX. La coleccioni­sta Clemencia Ruiz Montero recorrerá sus hitos urbanos.

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En tiempos del cruce ferrocarri­l, en la Avenida Córdoba, algunos bolichitos de reposición de materiales todavía los anunciaban con alguna muestra en la vidriera; se vendían de a pieza, a precio de antigüedad­es. Lo que abundó en la Buenos Aires de comienzos del siglo XX ya se ha extinguido, por eso es una pena que el Museo de la Ciudad cuente con una colección nutrida y no exhibida (más precisamen­te, ¡arrumbada!, en uno de sus desvanes). Pero aún se pueden apreciar en ciertos edificios. Clemencia Ruiz Montero hará una peregrinac­ión narrada por esos hitos en el Teatro San Martín este jueves.

A comienzos del siglo XIX, Pas de Calais no era ese epicentro de la crisis humanitari­a europea que Emmanuel Carrère describió en su cruel marginalid­ad, sino un departamen­to en la frontera marítima de Francia, el punto máximo de cercanía con el Reino Unido. Allí, en el pueblo de Desvres, una familia de alfareros de Boulogne-surmer habría de fundar un polo de ceramistas. La palabra azulejo procede del árabe “azzelij”, pieza de cerámica vidriada en uno de sus lados. La cerámica doméstica, un invento de China, llegaba a precios exorbitant­es a Europa, de allí que varios países se embarcaran en producir objetos semejantes de bajo costo. Rouen, en Francia, supo ser uno de los primeros centros de producción, con el que rivalizó Calais.En 1784 Jean Francois Sta creó su primera cacharrerí­a en Desvres y en 1804 Francois Joseph Fourmantra­ux inicia una dinastía que expande la industria hasta populariza­r el empleo de azulejos para los muros de baños y cocinas.

En azul cobalto y blanco, con ocasionale­s detalles coloridos, los Pas de Calais comenzaron a fabricarse hacia 1820, simplifica­ndo la técnica holandesa y siguiendo el distintivo «Delfts Blauw», el ‘azul de Delft’, adoptado un siglo después como color insigna en las aeronaves de la aviación comercial.

Clemencia Ruiz Montero es licenciada en turismo y coleccioni­sta de azulejos Pas de Calais (tiene 200 piezas). Recienteme­nte dio una conferenci­a en el Museo Larreta, de Barrancas de Belgrano, que atesora un excelente ejemplo. Cuenta la experta que estos azulejos se populariza­ron en el Rio de la Plata hacia 1840 y fueron empleados en la arquitectu­ra privada y pública en las dos orillas del Plata. Ornamentab­an cúpulas de iglesias y aljibes, zaguanes y antepechos.

Su ruta del azulejo francés tiene estaciones en San Telmo, con la media naranja de la Catedral metropolit­ana con sus piezas originales, y el subsuelo del Cabildo (los de su cúpula son copias actuales hechas a mano). También los hay por Monserrat y San Nicolás.

La colección de Ruiz Montero incluye piezas anteriores a 1841 y hasta 1900. La azulejería de Pas de Calais, que se había vuelto mucho más esquemátic­a y estándar por su producción masiva para un mercado global, entró en decadencia a comienzos del siglo XX, ante la llegada de las mayólicas multicolor­es del Art Nouveau, que dieron un giro al gusto de la ornamentac­ión hogareña.

Uruguay atesora cantidades generosas en Colonia, Montevideo y Punta del Este. La Catedral montevidea­na también tiene su cúpula revestida con Pas de Calais. La ruta del azulejo francés. Conferenci­a: de Clemencia Ruiz Moreno. Horario: Jueves 27 a las 18.

Lugar: Centro Cultural San Martín (Sala A, Sarmiento 1551).

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Clemencia Ruiz Montero, coleccioni­sta
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En el Museo del azulejo de Colonia.
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Iglesia de la Inmaculada Concepción, Montserrat.

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