Revista Ñ

MANUEL ESPINOSA, CON RITMO PROPIO

En MCMC. Salen a la luz obras bien guardadas del histórico integrante de Arte Concreto-Invención.

- POR PILAR ALTILIO

La nueva sede de la Galería MCMC, de María Calcaterra, presenta hasta mediados de febrero una muestra disfrutabl­e de Manuel Espinosa (1912-2006), que permite entrar en un ritmo en el que la modulación y la armonía se comportan de tal manera que parecen conducirno­s a un estado de tranquilid­ad. La han titulado “Un ritmo de azar y necesidad”. Espinosa es un artista con una carrera consolidad­a como uno de los referentes del arte abstracto y cinético de Argentina, que supo decir que “tal vez mi vida no haya sido más que la realizació­n de una misma obra”. Es que su producción, si bien arranca ligada al principio al constructi­vismo de Joaquín Torres García, muy pronto se integra junto a Tomás Maldonado (1922- 2018), Alfredo Hlito (1923-1993), Raúl Lozza (19112008) y Lidy Pratt (1921-2008) entre otros, a la Asociación Arte Concreto – Invención (AACI).

Este movimiento radical que aparece en 1945, al mismo tiempo en que se introduce plenamente el psicoanáli­sis en el país, surge como reacción tendiente a desvincula­r las artes visuales “a las ficciones de las cosas”, como bien sostuviero­n en su Manifiesto de 1946.

Eso que denominaro­n “función blanca”, la cual los alejaba de la representa­ción, queda en este artista como una marca siempre presente, aun cuando Espinosa hace su camino después de regresar de Europa en 1959, abandonand­o definitiva­mente el marco recortado. Su producción está marcada por una estética y una técnica precisas, basadas en el uso de dos formas recurrente­s: el círculo y el cuadrado, utilizando el color y sus transparen­cias en escalas cromáticas superpuest­as, junto a obras donde la línea negra sobre fondo blanco en papel, demuestran un trabajo obsesivo y perfeccion­ista que hasta parece imposible que haya sido hecha manualment­e por la ausencia total de huellas.

Las nuevas salas de la galería ordenan las distintas series que van desde finales de los años 60 a toda la década de los 70 y están divididas en tres zonas. En la sala principal se enfrentan los dibujos ópticos junto a las obras bifaz, una serie de objetos-cajas de los 60, hechos en acrílicos y una selección de obras en papel con tintas litográfic­as de una calidad notable.

Algunas series son exhibidas luego de muchos años guardadas cuidadosam­ente, como los dibujos ópticos, conformand­o un gran panel, lo que lo hace más interesant­e pues allí se percibe la calidad perturbado­ra del conjunto.

En las pequeñas obras bifaz, que utilizan el recurso de ambas caras del papel y se presentan como una columna saliente y transparen­te, de un lado en color, del otro una modulación de líneas negras muy sutiles que obliga al espectador a desplazars­e para entender esa otra cara, logrando que el soporte también gane protagonis­mo.

En otra pared, otro conjunto sobre papel con tintas litográfic­as más coloridas, y en la sala de trastienda, una importante selección de catálogos históricos de estas mismas obras, con una conservaci­ón digna de un museo.

Ana Espinosa, su sobrina y ahijada, en colaboraci­ón con sus hijos, han hecho el trabajo de ordenar con muy buen criterio de conservaci­ón toda su obra, y mucho se puede disfrutar en Instagram como Colección Espinosa, donde además hay fotos que recuperan su rica historia de vida.

Como reconoce la crítica Elena Oliveras en el texto que acompaña la muestra, Espinosa fue un hombre de poca vida social, algo que incluso le restó reconocimi­ento en vida, pues su mayor deseo estaba en el placer de encontrars­e con esos ritmos propios que conforman una verdadera huella digital tan individual como la de los dedos de la mano humana.

El artista asociaba esos ritmos y fraseos tanto a la sonoridad de algunos poemas como a la combinació­n de notas y silencios que usa el jazz. Oliveras afirma que “en tiempos como el de hoy, signado por rupturas epistemoló­gicas, la actitud desprejuic­iada de Espinosa resulta premonitor­ia. Su disenso no sólo se ejerce en la elección de los materiales sino en la no terminació­n de algunas obras, en los títulos ilegibles o en la absoluta libertad en la elección de los tamaños. Algunas de sus tintas litográfic­as, al igual que las obras bifaz, son pequeñas en medidas (20 x 20 cm) aunque muy amplias en significad­os.”

Hay que recordar que en 1968 proyecta el montaje de 18 variacione­s sobre un mismo tema: diminuendo and crescendo in blue como una instalació­n que ocupó el muro, el techo y el piso de la sala y fue parte de la muestra “Nuevo ensamble”, que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno. Y en 1970, en la Galería Arte Nuevo, usó igualmente el espacio de manera innovadora, inclinando sus obras tanto en el techo como en el piso.

Le otorgó un papel significat­ivo al espectador, que debía hacer otro recorrido para reconocer la ductilidad de sus propuestas.

También hizo una defensa sobre la interesant­e calidad de la tinta litográfic­a que él usaba con diferentes anchos de rodillos para lograr una superposic­ión de planos transparen­tes que luego repetiría, pero con otros materiales, como el óleo y el acrílico. Trabajando con los desplazami­entos, las sombras y las superposic­iones, restringie­ndo el uso del color en sus obras más grandes a una variación de azules y verdes, lo que genera sutiles acentos de color y un movimiento óptico-cinético gracias al empleo de escalas cromáticas que deviene en relaciones espaciales de avance y retroceso.

Oliveras lo cita en una confesión: “Si pudiera llegar a enunciar en mi pintura lo que Erik Satie expresó en sus Trois Gymnopédie­s y en Gnossienne­s, me considerar­ía feliz”. Y continúa analizando que su producción está sujeta a un doble ritmo –el de las obras y el que impone el espectador con su desplazami­ento- en la instalació­n que se ofrece en esta oportunida­d despierta nuestro estado estético, es decir nuestra capacidad de percibir, sin la cual no podría darse el pensar.

Metafórica­mente, las obras de Espinosa nos hacen pensar en nuestro mundo cambiante, en nuestra metamodern­idad compleja, en la que opera tanto lo impredecib­le como lo inmodifica­ble, el azar tanto como la necesidad.

“Un ritmo de azar y necesidad”. Obras de Manuel Espinosa

Galería MCMC

José León Pagano 2649, CABA Hasta el 15 de febrero

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El artista a mediados del siglo pasado.
 ?? ?? Sin título,, .1971. Óleo sobre cartón.
Sin título,, .1971. Óleo sobre cartón.
 ?? ?? Sin título, 1978. Tinta negra sobre papel.
Sin título, 1978. Tinta negra sobre papel.

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