Altar íntimo para el sol Spinetta
Entrevista. Lucio Balduini presenta Para ir, su álbum de guitarra acústica ofrendado al influjo expresivo del Flaco, presente en toda su discografía.
El primer disco de Luis Alberto Spinetta que Lucio Balduini (42) gastó fue Kamikaze (1982). Era un cassette que fue el punto de partida para explorar toda su obra. Después de su notable El bosque brillante (distinguido como Mejor Álbum de Jazz en los Gardel 2018), Balduini decidió dar espacio a ese influjo que venía colándose en su discografía. En su último disco aparecía “La rifa del viento”, por ejemplo. Ahora, en cambio, toda la atención está puesta en los detalles melódicos y armónicos de ocho temas de Spinetta tocados y comprendidos en tomas de guitarra acústica sola. –Para ir es un movimiento inesperado en tu recorrido, por el repertorio y por el enfoque solista y acústico. ¿Por qué sucedió así?
–En los últimos años estuve tocando mucho solo. Conciertos de guitarra sola, en general eléctricos. Y lo he hecho mucho en la intimidad, en mi desarrollo con el instrumento. Porque la guitarra es un instrumento armónico, aunque muchas veces no lo concebimos así. Me encontré disfrutando de orquestar en la guitarra. Traer esa música, pasarla por mi guitarra y expresarme a través de ella es un ejercicio que empecé a hacer con mucha frecuencia porque me di cuenta de que era muy necesario para mí. Y en ese camino empezaron a aparecer los temas de Spinetta, porque es la influencia más importante desde mi adolescencia.
–¿Cómo elegiste el repertorio, que está conformado por temas no tan visitados de Spinetta?
–Tocando solo vi que había algunos temas que siempre volvían. Pero al mismo tiempo empecé a sentir que mucha de esa música se diluía en la guitarra eléctrica, que muchas cosas del registro y de la orquestación perdían significado. Dejé de tocarlas en vivo y empecé a guardarlas para mí. Fue algo muy intuitivo. Me di cuenta que esas músicas me representaban tanto como mis composiciones. Luego apareció la pregunta de cómo cristalizar eso. Y tenía que ser con la guitarra acústica, porque de otra manera el material se diluía.
–¿Qué otras músicas aparecían junto a las de Spinetta?
–Mucho Cuchi Leguizamón, Thelonious Monk. Algunas de Radiohead, otras de Fito Páez y Charly García. Y Bon Iver.
–¿Qué te atrae de Spinetta como instrumentista?
–Su concepción del ritmo a la hora de acompañarse, su lenguaje armónico, su poder de síntesis a la hora de pensar a armonía y ritmo para desarrollar sobre eso una melodía. Siempre me impactó porque el sonido que proponía siempre era muy trabajado desde su imaginación. Valoro muchísimo eso: el impulso creativo llevado a la práctica en un instrumento sintetizado como es la guitarra eléctrica. Cómo alguien es capaz de imaginar, pensar e ir a buscar hasta dar con ese sonido. Es algo alucinante. Spinetta era muy especial en su concepción melódica del instrumento y el sonido con que se expresaba. Si escuchás discos como La la la y los sonidos que usa en los solos, es impresionante. Tiene reminiscencias de Pat Metheny y John McLaughlin en algunas épocas, o de Jimmy Page en otras, pero siempre con esa honestidad brutal de los grandes maestros que es la propia imaginación.
–¿Cuál fue el rol de Ernesto Snajer, productor del disco?
–Con Ernesto venimos tocando a dúo de guitarras. Cuando él hizo Guitarra sola (2020), me dio la sensación más linda que uno puede tener cuando escucha un disco así, que es oír la intimidad en el sonido y en el espacio. Cuando se puede sentir a la persona atravesando el instrumento. Eso no es algo fácil de conseguir en un estudio. Hablando con él surgió la idea de grabar. Le comenté mis dudas y miedos porque él es un músico de mucha experiencia, uno de los grandes maestros de la guitarra argentina de todos los tiempos. Estar con alguien que tiene un oído tan desarrollado me ayudó mucho a centrarme en los detalles del sonido, cosas que me costaban porque yo estaba muy encima de la música.
–¿Qué aspectos de la ejecución se subrayan en una grabación así?
–Cuando tocás solo, de repente hay muchos ruidos: como el instrumento está muy microfoneado, todos los ruidos se escuchan. Entonces tocás un compás y te equivocás, o aparece el ruido del deslizar de tu brazo en la tapa. Acompañar eso requiere una paciencia. Estando solo la cabeza está en un millón de cosas y te vas, tratando de asumir las imperfecciones y ver el desarrollo de la canción sobre el rango dinámico, que es lo que más disfruto de tocar solo. Porque podés ir a lo mínimo y al máximo, y eso es muy lindo en la interpretación. Pero en el estudio hay tanto para tener en cuenta que te podés perder en eso.
–¿Cómo enriquece a un artista trabajar sobre músicas de otros?
–El trabajo del intérprete es adueñarse del tema, no solo tocarlo. Tocarlo es un ejercicio íntimo que para mí es muy importante. Porque cuando escucho algo que me conmueve, como artista necesito adentrarme en eso para ver por qué me está convocando. Es el trabajo de copiar. Tiene una connotación negativa cuando en realidad es parte del proceso. Por eso este disco no es un tributo. Como intérprete, me encontré muy convulsionado y con la certeza de que era eso lo que yo quería expresar. Y no le veía como estar tocando correctamente un tema que había sacado en la guitarra. Nada de eso: para mí era una expresión artística muy genuina.
–¿Cuál es el comentario sobre la obra de Spinetta que se escucha en Para ir?
–Lo que más valoro es que se escuche claramente su música, que no esté perdida entre otro montón de cosas. Es algo sobre lo que trabajé mucho y que fue un desafío: tener las melodías y al mismo tiempo las armonías, que son tan importantes en la obra de Spinetta. Poder sintetizar eso tocando solo fue alucinante. Y no ponerme delante de la canción: dejarla que hable y estar trabajando para ella. En ese sentido sí es un homenaje, una ofrenda al maestro.