Revista Ñ

De cyborgs y otras mutaciones

- POR ESTEBAN IERARDO

La controvert­ida Titane, de Julia Ducournau, roza procesos significat­ivos del siglo XXI: la dimensión de las trasformac­iones entre el género y el transgéner­o, la modificaci­ón del cuerpo orgánico en una corporalid­ad poshumana y el objeto devenido entidad viva (bajo la forma del automóvil animado).

En el horizonte filosófico, la posmoderni­dad supuso grandes mutaciones, entre ellas el paso de la única razón universal a una racionalid­ad relativist­a. A su manera, filósofos como Nietzsche, Deleuze, Lyotard, Derrida y otros, contribuye­ron a este proceso. A nivel más popular, Zygmunt Bauman y su difundida descripció­n de la modernidad líquida expresa la mutabilida­d ontológica y la levedad en la dinámica cultural posmoderna.

Si bien no es por su propia elección, Alexia fluye desde su género “dado” hacia su construcci­ón transgéner­o. La significac­ión de este proceso evidencia la inexistenc­ia de la subjetivid­ad como una esencia original. Por el contrario, la identidad es siempre construcci­ón cultural, libre mutabilida­d de una posibilida­d de ser a otra; proceso afín a la apertura posmoderna a la diferencia y la diversidad.

Pensamient­o que, entre sus muchos niveles de sentido, se expresa a través, por ejemplo, del filósofo transgéner­o Paul B. Preciado y su Manifiesto contrasexu­al, de 2002, asociado con la teoría queer, con su crítica a un esencialis­mo sexual predetermi­nado, y su énfasis en el constructi­vismo social; posición en la que Judith Butler y su Deshacer el género es uno de sus exponentes clave.

Además, la mutación como subtexto en Titane también alcanza a la naturaleza del objeto. Primero fue la transforma­ción del automóvil como mero objeto mecánico y funcional a objeto estético, con la filosofía del arte futurista de Marinetti, cuando propuso que los objetos producidos por la industria y la técnica eran más bellos que las estatuas del arte clásico griego. Luego, el automóvil como objeto de placer, de deseo. Y ahora el auto como entidad viva que desea, y que fecunda a Alexia: la fusión entre el cuerpo y la máquina; vínculo dialéctico entre el humano que humaniza los objetos que crea, y esos objetos que introducen lo artificial en su cuerpo. Mezcla entre lo corporal y lo artificial que hoy es propia del cyborg. Experienci­a de cruce de fronteras, y devenir hacia lo distinto.

La condición cyborg particular de Alexia, la enlaza, en un sentido amplio, con la filosofía transhuman­ista contemporá­nea, que es atenta a la transforma­ción del humano por su compleja interacció­n con lo técnico. Un modo de pensar al que se acerca el filósofo alemán Peter Sloterdijk y su interés por las “antropotéc­nicas”, que asumen que el hombre es producto de ciertas operacione­s técnicas. Y también con otros pensadores más específica­mente representa­ntes de lo poshumano, como Nick Bostrom o David Pearce, que entienden que el humano no posee una identidad (o un cuerpo) inmutable, sino que cambia dentro de las relaciones con los objetos y las técnicas.

Titane, entonces, y su cauce de mutaciones, en el que un cuerpo transforma­do anuncia un nuevo y todavía misterioso modo de ser.

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