Una lectura liberal de Foucault
Comentario. Un diálogo entre el pensamiento del filósofo francés y la tradición liberal que impacto en él.
Cuando en los últimos años de su vida Michel Foucault daba el giro hacia el problema transhistórico del sujeto y la verdad, había consumado un desplazamiento, en el análisis de la modernidad, desde el eje saber-poder (la matriz disciplinaria) hacia el eje de la gubernamentalidad de lo viviente. Es la materia de los cursos de 1977-1979: Seguridad, territorio, población y Nacimiento de la biopolítica, cuyo objeto exhaustivo es el neoliberalismo, que abrió una serie de preguntas todavía no saldadas. ¿Quién fue políticamente Michel Foucault? ¿Qué importancia tiene saberlo para la consideración de su obra?
En Foucault y el liberalismo, el ensayista, docente y periodista Luis Diego Fernández busca responder esta pregunta estableciendo un diálogo entre el pensamiento de Foucault y la tradición liberal con la intención de “dejar en evidencia que la cuestión liberal en Michel Foucault está lejos de ser solamente un mero nexo circunstancial entre dos momentos de su obra, sino que implica una expecés”) riencia vital (estadounidense, californiana) que impacta en la modificación de su programa intelectual”. En suma, Fernández buscará, a lo largo de 350 páginas, encontrar los argumentos que pretenden hacer una lectura liberal del propio Foucault.
Interesan algunas cuestiones de contexto. Durante 2020, a la contundencia de algunas observaciones que lo colocaron, en las discusiones sobre la pandemia, como el único filósofo preclaro en advertir hasta qué punto la gubernamentalidad descansaba en la distribución de lo viviente, se agregaron dos hechos que ponían en duda su posición intelectual. Por un lado, la intervención de Guy Sorman, que lo impugnaba por supuesta pedofilia durante los años que el filósofo francés pasó en Túnez. Por el otro, la reciente desclasificación de archivos de la CIA a partir de la cual otra intelectual francesa, Stéphanie Roza, se preguntaba por qué la agencia estadounidense parecía ver lo que muchos intelectuales no querían ver: que Foucault habría oficiado a fines de los años 70, de modo más o menos voluntario, como agente de una cierta des-marxificación.
No se trataba únicamente de que Foucault, como señalan sus biógrafos, fuera “violentamente anticomunista”, sino de que sus críticas a las experiencias reales del socialismo y el comunismo se produjeran en el mismo momento en que desarrollaba esos análisis profundos sobre el liberalismo que analiza Fernández. Como señala, fue la única corriente del pasado siglo a la que Foucault se dedicó de modo integral.
En ese sentido Foucault y el liberalismo es un análisis legítimo de doble valencia: si se detiene en las teorías liberales y neoliberales y el modo en que son abordadas en los cursos del Collège de France, también se permite considerar hasta qué punto hubo una convergencia entre este análisis y el último Foucault. Pero este aspecto lo trata a partir de la recepción angloamericana de su obra (Nikolas Rose, Colin Gordon, Mitchell Dean, Michael Behrent) en diálogo con otros continuadores franceses como François Ewald o Geoffroy de Lagasnerie. En los cursos, mientras tanto, no hay una línea que avale una asociación directa.
Y esto es sumamente paradójico, pues ese “Foucault que incomoda a la izquierda” (título de un capítulo) llevaba años de existencia.
Mientras tanto, Foucault y el liberalismo es sumamente original en su última parte, menos exegética, donde Fernández demuestra cómo este “gobierno de la verdad” que hasta hace poco compartieron cristianismo y liberalismo (mediante la pastoral y el mercado) se desplaza hacia diversas pastorales del deseo no estatales, también producto de un estado de cosas neoliberal.