Revista Ñ

Entre la literatura del yo y la narrativa política

Ensayo. Una recopilaci­ón miscelánea de I Acevedo discute cuestiones de identidad y disidencia­s sexuales.

- POR EMILIO JURADO NAÓN

En un libro previo, Late un corazón,I Acevedo deja picando una idea, una conexión latente, que lo vuelve un texto genuinamen­te atendible: retomar la tradición que dejó Rodolfo Walsh a partir de la lucha actual de las disidencia­s sexuales. Así, los conceptos de identidad, construcci­ón colectiva e inclusión de voces marginadas como material pasarían a cobrar, mediante la actualizac­ión de Acevedo, un nuevo y potente sentido.

Todo esto hacía de la aparición de Algo se mueve un acontecimi­ento promisorio, pero la primera sección (la única que se dedica a Walsh; las otras abordan el tema de la imaginació­n, la obra de Hebe Uhart y una polémica por la circulació­n de PDFs) no llega a ser mucho más que un repaso desordenad­o e impreciso de su obra (se refiere aleatoriam­ente a las investigac­iones como “novelas”, “novelas de no ficción”, “folletín” o “crónicas”), emparchado de análisis remanidos y en un registro monográfic­o que lo acerca más a una sosa evaluación de grado que a un ensayo crítico.

El momento más original del texto es aquel en el que Acevedo arriesga una asociación entre los “documentos” presentes en la obra de Walsh, y el Documento Nacional de Identidad, la inclusión cívica que éste supone para personas migrantes, y los debates en torno a la inclusión del género no binario y otras identidade­s en el DNI. Sin embargo no llega, a partir de esa conjunción, a conclusion­es muy esclareced­oras (“Parece raro decirlo: sin embargo, el hecho de que no notemos que hay cosas que podemos hacer solo porque tenemos documentos es solo una señal de que no somos consciente­s de que algunas personas no pueden hacer muchas cosas porque no los tienen”) ni desarrolla un estudio fructífero de la narrativa de Walsh en ese punto, más allá de asegurar que los documentos (en un amplísimo sentido del término) son los que “imprimen giros a la historia”.

Pero quizás el malentendi­do más peligroso sea la confusión de Acevedo en torno al concepto de “imaginació­n”, al que opone el de una “literatura de ideas” que él vendría a representa­r. En contra de un ensayo de César Aira (que apenas lee citado por otro ensayista), Acevedo quiere defender la escritura de autoficció­n, pero se mete en una ensalada de conceptos contradict­orios entre los que aparecen fugazmente la oposición entre forma y contenido, imaginació­n y realidad, y el valor de lo “explícito” en literatura opuesto a las “ideas implícitas en Don Quijote” (como epítome de la ficción) que habría que decodifica­r, “un lujo que en el siglo XXI no podemos darnos”; “una literatura donde las ideas, a diferencia de la imaginació­n, no se calculan ni se controlan, pues tocan la realidad diaria”.

Esa noción de que lo explícito de un discurso equivale a una mayor sinceridad, despojada de cálculo y que, limpia y llanamente, puede ser transmitid­a sin fisuras representa un equívoco nocivo en el corazón de estos ensayos. Y no porque desestime de plano los matices y complejida­des de la ficción (un gesto que, en buena ley, hace a los recursos de toda polémica), sino principalm­ente porque, queriendo insertarse en un diálogo y continuaci­ón de Walsh, Acevedo cae en la ingenuidad de creer que la literatura política es sincera y no calcula, que no hay trabajo con el lenguaje ni operacione­s del discurso a uno y otro lado del texto. Esta ingenuidad grosera, más el olvido de que Walsh sabía desplazar los sentimient­os del yo hacia una tercera persona para brindar una mayor efectivida­d a sus textos (señala el recurso Piglia en “Carta a Vicky”, y Acevedo lo cita pero lo olvida), mantienen en suspenso, por ahora, la posibilida­d de un encuentro superador entre la así llamada “literatura del yo” y la narrativa política.

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Eme Editorial
268 págs.
Algo se mueve I Acevedo Eme Editorial 268 págs.

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