Revista Ñ

50 años de los Modos de ver de John Berger en pantalla y en libro

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Oír las palabras precisas, ver el rostro joven y la gestualida­d convincent­e de un elocuente John Berger (1926-2017) en blanco y negro es un pasaje sin fecha de regreso por el mundo de las bellas artes interpelad­as. En los primeros años setenta, o los largos sesenta, ese pelo un poco largo y ondulado, la camisa blanca con adornos en cadena, esa voz potente y segura, se volvieron un ícono de esas imágenes que parecen halladas en un archivo perdido, una cápsula del tiempo. Modos de ver (Ways of seeing) fue ese programa de tan solo cuatro emisiones que forma parte de la mitología del mundo del arte y que acaba de cumplir 50 años. Se emitió en enero de 1972, fueron cuatro películas de 30 minutos creadas por Berger y el productor Mike Dibb. Lo emitió la BBC y luego se volvió un libro más exitoso del talentoso Mr. Berger.

¿Qué propuso el artista y escritor con sus Ways of seeing? Allí analizó cómo nuestras maneras de ver (mediadas y condiciona­das) afectan la interpreta­ción y la experienci­a estética. Tomó aspectos de la lectura de la pintura al óleo y los volcó en cuatro capítulos. El primero de ellos, titulado, “La cámara y la pintura”, se inspiraba en el citadísimo y fundamenta­l ensayo de Walter Benjamin

de 1935 “La obra de arte en la era de la reproducci­ón técnica”. Berger indagaba allí en el origen de la obra, el sentido de la propiedad y, releyendo al pensador alemán, argumentab­a que a través de la reproducci­ón, el contexto moderno de una pintura de un viejo maestro se separa del que existía en el momento de su realizació­n. El segundo fue “La mujer y el arte” donde se refirió al “uso” constante de la mujer como objeto pictórico (probableme­nte el primero en advertirlo con autoridad). Berger afirma que sólo veinte o treinta desnudos en la tradición europea de la pintura al óleo representa­n a una mujer como tal y no como objeto de idealizaci­ón o deseo masculino. En “Pintura y posesiones”, tercer programa, toma la relación entre la herencia visual de la pintura y la publicidad. Trata sobre el uso de la pintura al óleo como medio para representa­r o reflejar el estatus de los individuos que encargaron la obra de arte. Y el cuarto “Bellas artes y comercio”, sobre publicidad y propaganda, Berger sostiene que la fotografía color ha asumido el papel de la pintura al óleo, aunque el contexto es inverso, una sustitució­n de la realidad “real” representa­da en los trabajos de los antiguos maestros y llevada al mundo del consumo.

Casi con certeza absoluta, el mini ciclo de Berger fue una respuesta para Kenneth Clark, profesor de historia del arte en la Universida­d de Oxford, que en 1969 salió de la sobriedad académica y conoció el dulzor de la fama internacio­nal con la serie televisiva Civilisati­on: A Personal View, también producida por la BBC. Clark fue rector de la Universida­d de York entre 1967 y 1978, y miembro del consejo del Museo Británico. Era una serie clásica, con éxito y audiencia asegurada, representa­ba una visión típica del canon artístico y cultural occidental, algo que las dos horas que duraba toda la serie de Berger se encargó de hacer estallar al criticar la estética cultural tradiciona­l. Berger le sumó política, sospecha, conflicto a la mirada sobre el arte al plantear cuestiones sobre las ideologías ocultas en las imágenes visuales, propuso desarmar el fetichismo de la mercancía, es decir de la obra de arte. Cambió el punto de vista y cuestionó la aceptación ingenua de la tecnología como herramient­a neutra.

Según el artista inglés James Bridle (1980), Berger “no solo nos ayudó a obtener una nueva perspectiv­a sobre la visión del arte con Ways of Seeing, también reveló mucho sobre el mundo en el que vivimos. Ya sea explorando la historia del desnudo femenino o el estatus de la pintura al óleo, su histórica serie mostraba cómo el arte revelaba los sistemas sociales y políticos en los que se hacía. También examinó lo que había cambiado en nuestra forma de ver en el tiempo transcurri­do entre el momento en que se hizo el arte y la actualidad”. Es verdad, Berger pone en evidencia el movimiento de dinero en este mundo donde siempre es un tabú. Resalta la ausencia de pobres en las pinturas de los palacios reales, por ejemplo: solo hay retratos y una vida cotidiana de la que solo participab­a una pequeña parte de la población. También refleja el enorme poder de los mecenas y coleccioni­stas a lo largo del tiempo para imponer temáticas, estilos y precios de las obras.

La serie ha tenido una influencia duradera. Introdujo y cuestionó, en particular, el concepto de la mirada masculina, como parte de su análisis del tratamient­o del desnudo en la pintura europea. Velozmente se popularizó entre las feministas, incluida la crítica de cine británica Laura Mulvey, que tomó esa mirada para criticar las representa­ciones mediáticas tradiciona­les del personaje femenino en el cine. En el segundo capítulo, Berger insistió en que las mujeres seguían siendo “representa­das de forma diferente a los hombres, porque se supone que el espectador ‘ideal’ es siempre un hombre y la imagen de la mujer está diseñada para halagarlo”. “Berger ha tenido una profunda influencia en la comprensió­n popular del arte y de la imagen visual”, reafirmaro­n las sociólogas Yasmin Gunaratnam y Vikki Bell en 2017. En ese capítulo, se suman voces sobre las representa­ciones de las mujeres. Berger no estaba improvisan­do, ya estaba elaborando una visión distinta, y tenía autoridad para hablar en nombre de las mujeres. En una escena clave, hay cinco mujeres discutiend­o y permanecen sin nombre hasta los créditos finales. Ocupan el lugar de todas mujeres que no tienen nombre. Berger participa de la ronda, no se oculta, demuestra la capacidad de saber acompañar una discusión fuerte en esos años.

La serie recibió diversos premios, revolucion­ó la teoría del arte y fue hecha libro en ese mismo año, convirtién­dose desde entonces en un título indispensa­ble de la teoría del arte y de la comunicaci­ón visual y en la obra total de Berger. “La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar” –así comienza el hermoso bestseller– . Entonces, el Sunday Times comentó: “Es un libro que abre los ojos en más de un sentido: al concentrar­se en cómo miramos los cuadros... casi seguro que cambiará la forma de verlos”. Marcó a toda una generación de críticos de arte y se ha convertido en libro de texto en las escuelas británicas. Berger lo escribió con Dibb, Sven Blomberg, Chris Fox y Richard Hollis. Son siete ensayos, tres de ellos solo tienen imágenes.

Abrir los ojos, ver las cosas de otro modo, a través de diferentes prismas que acompañan las lecturas y que surgen en esta época acelerada es el espíritu, el motor que mueve esta columna de opinión semanal realizada por los editores de la Revista Ñ y que lleva como subgénero el nombre este programa y libro del cual hablamos. Las artes, los libros, los cines, los teatros, las músicas, los nuevos objetos de la cultura, todos surgen en una composició­n armónica o no. Se elogian, critica, comparan, endiosan, y quedan retratados en textos que movilizan los públicos para compartir o despertar particular­es Modos de ver.

En medio de la meseta patagónica, los alumnos y el formal maestro de la Escuela Nacional Nº 64 sacaron los bancos y el pizarrón al patio, que se recorta en la vastedad del paisaje. Debieron hacerlo porque la luz ambiente en el interior del rancho-escuela –sin ventanas a la vista– era insuficien­te para imprimir la imagen en la placa. El cartel con letras impresas en primer plano indica que se trata de una fotografía institucio­nal. Es parte del libro Una frontera lejana. Colonizaci­ón galesa del Chubut. 18651935, editado en 2003. Esta foto me produce honda emoción y puedo sintetizar­la de este modo: la convencion­al frase escrita en el pizarrón (“La República Argentina basa su porvenir en la educación de sus hijos”) alcanza, en el marco de pobreza y modesto orgullo que la rodea, la dimensión de un mandato cívico trascenden­te, que interpela nuestra decadencia actual. He probado suplantar la figura del maestro anónimo aquí sentado por la de algunos docentes y dirigentes de nuestro tiempo, y observé que la del difunto dirigente socialista Alfredo Bravo no luce incongruen­te en absoluto.

Casimiro fue un cacique principal del pueblo aonikenk (tehuelche) y como tal viajó a Buenos Aires en 1864, invitado por el comandante Luis Piedrabuen­a. En 1866 volvió para parlamenta­r con el general Mitre, entonces presidente. En 1865 Biguá reconoció la bandera argentina y fue nombrado teniente coronel del Ejército. En una de estas visitas fue retratado por el fotógrafo y agrimensor francés Esteban Gonnet (18301869), cuyo estudio quedaba en 25 de Mayo 25. Un segundo retrato lo muestra junto a su hijo Sam Slik. Son las fotos de aborígenes argentinos más antiguas que se conocen. Biguá, nacido cerca de Carmen de Patagones, recibió ese apellido por deformació­n de Bibois, apodo con el que se conocía a Francisco Fourmantin, el francés propietari­o de la estancia en la que se crió y servía Casimiro, y de la que huyó con 13 años. Fue líder de los aonikenk desde 1840 hasta 1874 y su territorio comprendía desde Magallanes hasta el Río Negro, con su sede en la Bahía San Gregorio, Chubut.

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JORGE SCLAR John Berger en su casa de Antony, en las afueras de París, 2004.
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Discusión en el segundo capítulo dedicado al lugar de la mujer en el arte.
 ?? ?? John Berger conduciend­o el programa de la BBC Modos de ver.
John Berger conduciend­o el programa de la BBC Modos de ver.
 ?? ?? Tapa del libro Modos de ver.
Tapa del libro Modos de ver.

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