Una proto-feminista en el siglo VI a. C.
Ensayo. El filósofo Nicolás Kwiatkowski quedó maravillado con la persa Tomiris, reina de los masagetas, a quien dedicó un exquisito libro.
“El grado de emancipación de la mujer en una sociedad es el criterio natural de la emancipación general”, sostenía el filósofo alemán Friedrich Engels casi un siglo y medio atrás. En la actualidad, podemos decir que esa emancipación general sigue siendo algo lejano. No obstante, en el mundo premoderno, la situación era todavía más sombría: las mujeres no solo eran consideradas físicamente inferiores a los hombres, sino que se recalcaba su irracionalidad y se las recluía a una vida privada en la que las virtudes más valoradas eran la castidad, el silencio y la obediencia. Pese a todo, algunas mujeres públicas fueron señaladas como ejemplo por su heroísmo y terminaron convirtiéndose en alegorías de la virtud femenina. Uno de esos casos es el de Tomiris, monarca del pueblo vecino de los escitas quien, ante una amenaza exterior contra ella y su pueblo, actuó con inteligencia, valentía y sentido de la justicia.
En Bárbara y guerrera, la historia de Tomiris, reina de los masagetas (Katz), el investigador del Conicet y doctor en Filosofía Nicolás Kwiatkowski indaga en las representaciones que la historia de esta mujer del siglo VI a. C. tuvo a lo largo de los siglos en Occidente. El historiador toma como punto de partida el relato del padre de la historia, Heródoto, según el cual Ciro, rey de Persia, después de conquistar a los jonios, a casi toda Asia, Babilonia y Lidia, intentó someter a los masagetas, un pueblo guerrero que vivió en las inmediaciones del Mar Caspio, en los territorios actuales de Uzbekistán y Kazajistán.
Para ello simuló cierto interés por contraer matrimonio con la reina, pero ella descubrió sus verdaderas intenciones y no solo rechazó la propuesta, sino que invitó al rey a desistir de su empresa. Haciendo caso omiso, este envió a sus soldados persas a invadir el pueblo. Como consecuencia de esta irrupción, el hijo de Tomiris, Spargapises, fue apresado y murió. Su madre defendió a su gente con determinación y osadía “en el más feroz de los combates que haya habido nunca entre pueblos bárbaros”. Tiempo antes le había advertido a Ciro: “Saciaré tu sed en sangre” y cumplió con su palabra: buscó su cadáver, le cortó la cabeza y la arrojó en un odre lleno de sangre humana.
Kwiatkowski dio con Tomiris por casualidad, mientras indagaba las representaciones de la barbarie en Occidente, y quedó maravillado. La fascinación del autor por esta figura poderosa se revela en cada uno de los siete capítulos del libro, un documento erudito breve pero de una potencia fabulosa, y también en la minuciosidad con la que el historiador narra cómo la rememoración de las acciones de la reina de los masagetas superó con creces la narrativa historiográfica y el análisis de estrategias militares.
La observación y exploración de grabados, esculturas, pinturas, libros, tapices y también de iconografía política de los siglos XV a XVIII son puntillosas, y las fuentes de información invitan a seguir profundizando en el tema. Hacia el final del texto, Kwiatkowski destaca la presencia, entre 1500 y 1650, de mujeres europeas gobernantas (como reinas o regentes) que provocó cierta ansiedad sobre el papel de las mujeres en la sociedad y en especial sobre su capacidad para reinar. En las representaciones analizadas, Tomiris se presenta como un antecedente del poder femenino en la antigüedad.
En conclusión, Bárbara y guerrera es un texto de divulgación que invita a conocer a una figura sorprendente, al tiempo que recorre su vida póstuma al final de la Edad Media y durante la modernidad temprana. No es casualidad que el texto aparezca en un momento en que las discusiones sobre género acaparan el interés general. Su narración de las expresiones culturales y sociales que se opusieron a la emancipación de las mujeres demuestra que el autor no hace solo un análisis de la historia, sino también del mundo actual.