Revista Ñ

Alegato en favor de la piel

Ensayo. Escritor y psicólogo, Edgardo Scott recupera un puñado de gestos perdidos a manos de la pandemia para resignific­arlos: del beso al estornudo.

- POR CAROLA BRANDARIZ

Besos, vidrios empañados, estornudos, abrazos y caricias. Son apenas algunos de aquellos gestos perdidos a los que Edgardo Scott dedica su libro Contacto, escrito durante los meses de confinamie­nto. A través de un repertorio de citas literarias, referencia­s musicales, pictóricas y de películas entre las que desfilan de Cortázar, The Cure, Edward Hopper, Banksy o Emma Bovary, el autor va construyen­do este collage para reflexiona­r sobre el presente y honrar un mundo del contacto que, tal vez, esté en vías de extinción.

“Habría que decir que lo escribí a partir del aislamient­o”, corrige Scott. Los meses de confinamie­nto estricto lo encontraro­n en Francia, en donde reside hace varios años, trabajando en la traducción de Dublineses de James Joyce, para la edición publicada por Godot en 2021. “Verdaderam­ente el momento final de la traducción de Dublineses fue muy duro y coincidía con este momento hogareño que era un horror para poder trabajar. Me acuerdo que me sentía muy, muy presionado”, recuerda. El remedio para procesar el mal momento fue la escritura. “En general, los que escribimos muchas veces usamos la literatura como antídoto contra todos los males de este mundo”, dice el escritor entre risas.

“Cerrar una traducción tan grande implicaba tener muchos libros arriba de la mesa, por decirlo de alguna manera, muchos links abiertos. Por eso, dije en cambio: ‘Quiero hacer algo que tenga que ver como con una descarga y que yo me ponga y escriba solo’”. La asociación libre no es extraña para Scott que, además de escritor, es psicoanali­sta. Así, a partir de ese tejido de asociacion­es –o melodías, como también las llama– en las que conviven recuerdos, observacio­nes y referencia­s, nació Contacto.

El libro está estructura­do en dos partes: por un lado, el mundo del contacto, que empieza por los besos, pasa por la saliva, las manos, el cuerpo a cuerpo y termina en la palabra. La segunda parte es un “glosario de época” que reúne algunas frases y conceptos muy repetidos en pandemia: el aislamient­o, el riesgo, la asepsia. “Poder salir de las asociacion­es que tenemos que machean directo la distancia social con un metro y medio de distancia y con la fila en la farmacia o la carnicería. Asociarlos de otro modo, esa fue la idea de ese glosario de época”, explica Scott. Así, en los cuadros de Edward Hopper se vuelven metáfora de la distancia social y la película El resplandor permite pensar el aislamient­o.

Pero más allá de la coyuntura específica de la pandemia, el ensayo esboza algunas ideas sobre la actualidad desde un lugar crítico: la relación fóbica con la idea de riesgo, la creciente distancia entre los cuerpos, Humpty Dumpty y el uso político de la palabra, los peligros de la autocensur­a. Quizás, intuye Scott, el nuestro ya era un mundo “sin contacto” mucho antes de que el covid se expandiera por todo el globo.

“La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”, reza una cita a Michel de Montaigne que recupera Scott hacia el final de la primera parte. “Me interesaba pensar la palabra como zona de contacto ejemplar. Y que entonces ahí pensáramos qué lugar está teniendo hoy la palabra no solo en nuestra sociedad, nuestra cultura, sino también en situacione­s como esta, donde justamente lo real impera de tal manera que los discursos se deshacen”, cuenta.

Poesía como contacto

La poesía como emblema del contacto aparece una y otra vez y se contrapone con otras formas de las palabras. “Tiene más que ver con un, como le dicen los franceses, l’air du temps, el aire de los tiempos. De tener la sensación de que eso que pasaba también era un poco una consecuenc­ia de un montón de cosas que venían sucediendo. No hay ninguna duda de que la pandemia es un problema sanitario, pero la resolución o el tratamient­o de la pandemia es absolutame­nte político” afirma.

“Antes de que esto pasara yo pensé que todo ciudadano estaba un poco en crisis con su Estado-nación. Y resulta que llegó la pandemia y todo el mundo respondió a su gobernante de una manera encolumnad­a”, señala como una de las cosas que más llamaron su atención en estos tiempos. “Yo no niego el virus, ni niego la pandemia ni que con una vacuna te vas a sentir mejor, obviamente. Pero eso no quita que no nos impida pensar otros efectos que eso tenía u otras consecuenc­ias o de dónde venían algunas otras cuestiones en torno a esa coyuntura”, añade.

“Lo que yo hice en Contacto ya un poco lo había hecho en Caminantes –dice refiriéndo­se a su libro de 2017–. Acá me parece que terminó quedando, aun en su variedad, un ensayo con sentidos más unificados o con líneas de sentido más puras, más fuertes. Al principio pensé que iba a ser al revés”, comenta con cierta sorpresa.

Scott señala el tono de la escritura como el hilo conductor que permite hilvanar las partes y hace que cada módulo pueda leerse como largos ensayos sobre los besos o los abrazos, según el caso.

Producto de las incertidum­bres de su tiempo, el texto oscila entre lo nostálgico y la denuncia, entre la bronca y la resignació­n, entre la búsqueda activa de recuperar un mundo del contacto que se diluye en una era de reconversi­ón tecnológic­a y la certeza de que algunas cosas, como los bailes lentos de la adolescenc­ia, ya forman parte del pasado.

“Siempre hay un montón de cosas que quedan afuera”, admite sin angustia. Como la lógica del iceberg, dice Scott, también lo que no está tiene, de algún modo, presencia en los silencios. Las asociacion­es son potencialm­ente infinitas. Algunas quedan en el cajón, algunas siguen surgiendo mucho después de publicado el libro. El resto les pertenecen a los lectores que entren en contacto con el libro.

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Edgardo Scott retratado en Buenos Aires durante una visita prepandémi­ca en 2019.
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Edgardo Scott Ediciones Godot 128 págs.
$ 1.200
Contacto. Un collage de los gestos perdidos Edgardo Scott Ediciones Godot 128 págs. $ 1.200

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