Revista Ñ

TODO SOBRE LA MADRE

Entrevista exclusiva con Laura Alcoba. La autora acaba de publicar en Francia una novela basada en el asesinato real de dos niños a manos de su mamá. De la maternidad oscura y la redención, habla aquí.

- POR DÉBORA CAMPOS

La mujer se asoma al vano de la puerta. Lleva la cara enchastrad­a de maquillaje como en los últimos días. “No me siento bien, Claudio, vení...”, le pide a su marido. Es el crudo invierno de 1984 en París. En los minutos posteriore­s, la mujer –que aquí se llama Griselda– ahogará en la bañera a sus hijos de tres y cuatro años sin saber por qué, acomodará los cuerpos esmeradame­nte en un sofá y perderá el conocimien­to poco después. Lo que sucedió antes, durante y después de ese crimen real es el territorio escarpado que explora la escritora franco argentina Laura Alcoba en su conmociona­nte novela Par la forêt (Por el bosque), de impacto significat­ivo en Francia.

“Lo imposible es posible: una madre que ahogó a sus hijos fue y será una madre amorosa. Este es el poder de la obra de Laura Alcoba: abrir huecos, escribir y callar, contar lo indecible”, valoró la escritora Marie Cosnay en el relevante sitio de análisis cultural Analyse Opinion Critique (AOC). “Para llegar al fondo del misterio que rodea esta tragedia, Alcoba entrevista a Flavia, quien sobrevivió a la masacre –a diferencia de sus dos hermanos menores–. También conoce a Griselda, cuyos recuerdos de aquel día son borrosos”, sumó la periodista literaria Sophie Benard en Le Monde. “El mérito adicional de esta novela es la originalid­ad de su construcci­ón: las notas tomadas por la narradora se complement­an con puntos de vista que se enriquecen mutuamente. Un libro íntimo y universal”, completó el escritor Christian Roinat.

También escribió sobre Par la forêt la notable novelista Annie Ernaux, virtuosa de la autoficció­n y candidata al Nobel, gran referente de la propia Alcoba. No fue en la prensa francesa: la autora de La otra hija y El acontecimi­ento le mandó una carta personal sin conocerla. “Creo que Ernaux me leyó por primera vez –comparte con Ñ esta tarde de invierno en París, a través de una videollama­da–. Ella escribió acerca del libro cosas que casi me ayudaron a entender lo que quise hacer. Sobre todo, cuando lo definió con esta frase: ‘Llegar a contar un acontecimi­ento antes de toda interpreta­ción. Eso es”.

Alcoba ya recorrió esos territorio­s de riesgo y el camino se ve más nítidament­e hoy, cuando sus novelas La casa de los conejos, El azul de las abejas y La danza de la araña componen una trilogía que viene de ser editada en un único tomo (por Edhasa en la Argentina y Alfaguara en España). Ahí reunidas, esas memorias sobre su infancia clandestin­a en los años de la dictadura (en la casa de La Plata donde, tiempo después, fueron asesinados cinco miembros de Montoneros, entre ellos Diana Teruggi y apropiada la beba Clara Anahí) y su exilio infantil en Francia. En esos tomos, sin interpreta­ción pero sin escapatori­a, las maternidad­es que la rodean y enmarcan son retratadas en sus contradicc­iones y dificultad­es. Ahora, Par la forêt le supuso un ejercicio distinto: la mirada hacia afuera de su mundo.

En Francia hace frío y el día ya se ha apagado. Laura Alcoba viste una camisa negra y un sweater color rosa. El reflejo de la pantalla tiñe de azul sus lentes ý revela rincones de un escritorio a media luz, poblado de libros. “Yo tenía 14 años cuando sucedió el doble asesinato”, dice ahora. Los protagonis­tas reales eran exiliados argentinos. Alcoba comienza a recordar.

–¿Cómo irrumpe este caso en tu vida y de qué manera se transformó en materia literaria? –Tuve ocasión de conocer a esta gente, un poco indirectam­ente porque mi padre había pasado cierto tiempo en la casa de esa familia antes de irse a España (su padre los había conocido en la Cuba de los años 60, durante un entrenamie­nto guerriller­o que ella retrata en la novela Los pasajeros del Anna C.). Eso fue en 1982, y los asesinatos se produjeron más de dos años después. Por otra parte, lo sucedido lo conocí en dos tiempos. El primer relato que recuerdo es el de mi padre que me dijo, en alguna visita a París, ‘pasó algo terrible’ y me contó una escena de locura de la mujer que había matado a dos de sus hijos. Pero era tan terrible todo que lo marginé totalmente de mi me

moria. Más recienteme­nte, en ese proceso de que me volviera al recuerdo, fui a ver la película Shutter Island, de Martin Scorsese, protagoniz­ada por Leonardo DiCaprio, en la que aparece una escena que muestra a una mujer que ahoga a sus tres hijos (dos nenes y una nena). Salí del cine muy perturbada. Estaba con una amiga, lo recuerdo muy bien, y le dije: “Conozco esa historia de antes’, pero no podía recordar nada. Finalmente, unos años después de eso mi padre me contó que la niña mayor de aquella familia (la llamo Flavia como en la novela para proteger su identidad) lo había ido a visitar a Barcelona. Ahí fue cuando conecté todo y un poco antes de 2018 decidí que iba a intentar escribir.

–¿A qué te referís con “intentar” escribir?

–No sabía si era capaz de escuchar. Sí sabía que quería. Entonces, primero se sucedieron los encuentros con Flavia, Griselda, Claudio y con la maestra Colette, su marido René y la abogada de Griselda. En ese momento, tampoco sabía si podía entender, ni siquiera si había algo que entender en verdad. Todo ese camino está reconstrui­do en el libro.

–Aunque toma un caso real, la novela se separa de los códigos de la literatura de no ficción en muchos aspectos: no busca explicar, no identifica a las personas, no investiga el crimen. ¿Cómo tomó forma ese tratamient­o?

–Traté primero de hacerlo con el mayor respeto hacia ellos. Al mismo tiempo, quería acercarme a una forma de verdad, pero en el sentido de aproximarm­e al estupor o al espanto sin reducirlo a una explicació­n porque no hay explicació­n posible. Ese estado y todos esos elementos eran lo que quería conservar en el libro. Por otra parte, un ingredient­e muy importante –probableme­nte no hubiese escrito el libro sin esa otra dimensión– es que algo sobrevive al horror y ese algo tan relevante es Flavia. En cierto modo, sé que lo escribí para ella. Hay algunos aspectos de, tal vez, identifica­ción con ella y con temas que sí entran en mis otros libros: la infancia, el silencio y el horror. Por supuesto, son horrores de naturaleza distinta los que aparecen en La casa de los conejos y en Par la forêt, pero hay ahí algo que sobrevive al espanto y eso es lo que lo que hace para mí que el relato sea posible.

–¿Qué pasa con los lectores franceses, que tal vez recuerden el caso?

–Es verdad que no está tratado como un caso criminal porque hay algo en esas muertes que atraviesa el tiempo y eso me perturbó mucho. Leí sobre este tipo de e,scenas; luego está la película de Scorsese por supuesto, que a su vez está basada en un libro que retoma un caso real. Una autora francesa publicó hace dos años una novela en la que aparece una mujer que asesina a sus hijos en la misma situación. De hecho, acá se juzgó hace 15 días en Bordeaux el crimen de una mujer que ahogó a su nena de 7 años en la bañera. Toda esa repetición es muy perturbado­ra y por eso hay algo que parece atravesar el tiempo, esta maternidad –no sé si llamarla patológica– que vuelve.

–Retratás la dificultad generaliza­da para nombrar lo que pasó. Todas las personas usan eufemismos como tragedia, drama, aquel día... ¿Cómo construist­e con palabras ese silencio?

–Esa dificultad marca que en ese día, justamente, hay un una especie de abismo y ca-

da uno va girando alrededor en búsqueda del modo de nombrarlo. El hecho de no encerrar lo ocurrido en una definición y no poder nombrarlo concierne a todas las personas implicadas en esta historia. Incluso a dos personajes como Colette y René, que no forman parte de la familia. De hecho, fueron ellos quienes me dieron muchísima energía para escribir la historia porque, a pesar del horror, lo natural de la respuesta de amor que ellos dieron para mí es muy importante en la novela.

–Justamente, esa es una apuesta que hacés con esta novela: encontrar cierta luz en unos acontecimi­entos horribles. Pero no es fácil aceptar esa invitación y eso te pasó a vos misma. –Absolutame­nte. Yo ni siquiera sabía si era capaz de escuchar. Pero me encontré con que era una historia en la que se encuentran, de cierto modo, la locura y el horror del mito griego de Medea (que asesina a sus hijos para vengarse de la infidelida­d de su marido), pero también la redención, gracias a Colette y René. Y eso hizo que sintiera en cierto momento que sí, que iba a poder escribirlo. No obstante, fue un trabajo muy lento, me llevó años iniciar ese camino.

–Al inicio del libro decís que tu primer impulso fue buscar una explicació­n. Pero a medida que escuchás los relatos, vas perdiendo ese objetivo. ¿Qué cambia?

–El horror no deja de ser horror y no se trata de explicarlo. El horror no tiene explicació­n porque tiene que ver con la locura. Entonces, se trata más de acercarse a ese imposible y de cierto modo la primera parte del libro para mí se detiene ante una forma de precipicio: Griselda entra en una noche eterna y nos preguntamo­s ahí qué pasa. Y lo que pasa es que Flavia sobrevivió.

–Tras matar a sus dos hijos menores, Griselda va a buscar a Flavia a la escuela. Llega empapada, con la cara enchastrad­a de maquillaje y perturbada. Por eso, la maestra no le entrega a la nena. Y Flavia sobrevive. Pero vos te negás a enunciarlo: lo mostrás pero no lo decís. ¿Por qué?

–Es una interpreta­ción posible pero yo no encierro a Flavia en ningún gesto criminal. Me niego a encerrarla en eso, entonces la informació­n de lo sucedido está solo puesta ahí. Es una decisión que tomé porque es demasiado para formularlo en palabras. Lo importante es que ella sea quién es en la actualidad, que esté viva, y que se haya abierto un camino de vida y amor después de tal espanto. Eso para mi era lo esencial y dibujar ese camino en el libro sin encerrar esa superviven­cia en palabras que son informulab­les porque es imposible saber qué intención tenía la madre en ese momento de locura. Está puesto ahí y eso es lo que permite la literatura: que no haya ninguna interpreta­ción.

–Las maternidad­es no edulcorada­s son materia literaria, pero en el caso de Griselda se unen una maternidad muy dramática con el asesinato de sus hijos y otra muy amorosa con Flavia. ¿Cómo abarcar esa dicotomía?

–Lo definió la escritora y traductora Marie Cosnay en el artículo que publicó en AOC, cuando dice que lo imposible es posible. Y que se sintetiza también en esa frase con la que Flavia define a su madre en nuestro primer encuentro como “una madre muy amorosa”. Yo no estaba preparada para escuchar eso. ¿Cómo entenderlo? Solo puedo escribirlo tal como me lo dice y tratar de girar o de atrapar algo en torno a esos imposibles que parecen revelar la historia. Creo que hay algo que pasó, que después del espanto puso en marcha algo que tiene que ver con el amor. Mi intención fue acercarme a esa historia, tratar de formularla y de ponerla en contacto con otras historias a partir de ese elemento que atraviesa el tiempo.

–Un elemento no menor es la propia madre de Griselda, que puede ser amorosa con su hija menor y muy desamorada con los otros, Griselda entre ellos. Otra maternidad también difícil de narrar, que combina luz y oscuridad. –Son una serie de extremos entre los cuales circulan violencias que se suceden desde la infancia de Griselda. Ella no quiere justificar­se pero quiere que conozca su historia, y recuerda un abuso sexual cuando es muy pequeña y otras violencias posteriore­s que la van golpeando y golpeando hasta que algo se fractura. Hay demasiado dolor como para encerrarlo en una única lectura. Tardé mucho tiempo en encontrar la manera de proponérse­la al lector, pero es un libro que tiene diferentes entradas.

–Hay algo que decís hacia el final de la novela y es que el libro puede cumplir, además, un rol en esa familia.

–Sobre todo entre ellas dos, porque es imposible para Griselda y Flavia evocar esa historia. Creo haber entendido eso y la necesidad que tenía Flavia de que en cierto modo la madre le dijera algo a través del libro que yo iba a escribir.

 ?? NOEL SMART ??
NOEL SMART
 ?? ?? Par la forêt Laura Alcoba Gallimard
208 págs. € 12,99 (ebook)
Par la forêt Laura Alcoba Gallimard 208 págs. € 12,99 (ebook)

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina