Revista Ñ

La visión del genio en HD, con nitidez apabullant­e

- POR IVANA ROMERO

“Hasta ahora gasté más por mis colores, telas, etcétera, que para mí. Tengo un nuevo huerto para ti pero en nombre de Dios, hazme llegar el color sin demora. La estación de los huertos en flor es tan pasajera, y tú sabes que esos motivos son los que alegran a todo el mundo”, escribe un atribulado Vincent Van Gogh en mayo de 1888, ya instalado en Arlés, a su hermano Theo. Desde Francia, vía zoom, Julien Baron rememora esa urgencia del artista por captar una naturaleza cambiante. “Me crié cerca de Arlés y cada mañana, mientras armaba esta muestra, pasaba cerca de un árbol majestuoso que Van Gogh pintó cuando era apenas un retoño. Quizás el inicio de todo esto haya que buscarlo ahí”, confiesa.

Baron, de 43 años, es especialis­ta en cine y tecnología­s digitales al igual que su socia Annabelle Mauger. Juntos son los creadores de Imagine Van Gogh, la megamuestr­a de arte inmersivo que se acaba de inaugurar en La Rural con un éxito tan abrumador, que antes de su apertura este miércoles ya llevaba vendidas unas 150 mil entradas. Es por esa razón que se extenderá hasta el 1 de mayo (inicialmen­te iba a clausurars­e a mediados de abril) y se incorporar­on más visitas los viernes y sábados por la noche.

De sonrisa afable y una mirada casi de niño, Baron se toma las cosas con calma. “Sí, estamos muy contentos de tener ese nivel de aceptación, que representa un récord mundial en materia de ventas de entradas. Pero también sabemos qué tipo de exhibición ofrecemos, su sofisticac­ión tecnológic­a y el gran trabajo de estudio sobre el que se apoya”, asegura.

Sobre sus niveles de refinamien­to no hay dudas: la muestra ocupa unos 700 metros del Pabellón Frers y reúne 200 obras canónicas como la serie de los girasoles, “El dormitorio en Arlés”, “La Noche Estrellada”, “Barcos de Pesca en la playa de Saintes-Maries”, “Campo de trigo con cipreses”, “Los Olivos”, “El Sembrador” y varias obras de inspiració­n japonesa. También se proyectan bocetos e incluso, manuscrito­s del artista. Esta selección coincide con la producción de los últimos años del pintor, que entre 1889 y 1890 vivió en Arlés, ingresó en un centro de salud mental en la cercana ciudad de Saint-Rémy-de-Provence y se trasladó finalmente a la que sería su última morada en Auvers-sur-Oise, a 33 kilómetros de París.

Resulta imponente transitar esos salones a oscuras en los que se despliegan varios lienzos de ocho metros de altura sobre los que se proyectan imágenes de una nitidez apabullant­e a través de 48 proyectore­s de video láser de alta definición. Para completar el efecto, el recorrido está acompañado por música de Mozart, Bach y Erik Satie. Ahora bien, ¿es suficiente la magnificen­cia para crear una muestra artística? Y es que, tras la emoción inicial, resulta un tanto vertiginos­o que las imágenes pasen por los laterales y el suelo con una sucesión que poco tiene que ver con aquella experienci­a de recogimien­to ante la obra de arte de la que hablaba Walter Benjamin.

Baron lo defiende de este modo: “Imagine Van Gogh no se trata solo de imágenes que se mueven sobre pantallas. Lo que la gente ve es el resultado de un trabajo arduo de investigac­ión en el campo del arte y en el de la tecnología para entender aquello que Van Gogh quería contar en relación a su visión del mundo”. Y agrega: “Cuando la gente sale, nos relata su asombro y el deseo de ver las pinturas originales. O sea, no es que esto es una especie de reunión azarosa de obra. Esta fue la primera, la semilla y la rama más firme de un árbol que ha crecido”. De esta manera, Baron se refiere a otras muestras similares sobre el artista holandés, como Beyond Van Gogh o Inmersive Van Gogh, creada por el artista digital Massimilia­no Siccardi.

En términos estrictos, la artífice de esta muestra que ahora triunfa en la Argentina es Mauger, nieta política de Albert y Anne Plécy. Ellos fueron los creadores de la Cathédrale d’Images a fines de los setenta, que se convirtió en una institució­n pionera, admirada por sus exposicion­es inmersivas. En 2017, Mauger tuvo la oportunida­d de presentar Imagine Van Gogh en La Grande Halle de la Villette, que resultó el escenario ideal para estas imágenes a gran escala. Allí fue cuando se asoció con Baron y juntos afinaron la propuesta hasta convertirl­a en lo que se puede ver apreciar en Buenos Aires y antes en diversos lugares del mundo, desde Japón hasta Estados Unidos.

A la vez, mientras Imagine Van Gogh se exhibe aquí, Imagine Picasso se puede ver en San Francisco e Imagine Monet en Montreal. Las tres exposicion­es son creación de Baron y Mauger. Así que el curador está acostumbra­do a ciertos reparos en torno al arte como espectácul­o: “En Francia, al principio tuvimos un diálogo difícil con los museos. ‘Esto no es arte’, decían. Y sin embargo, el arte inmersivo es cada vez más frecuente. Hasta el Louvre o el Musée d’Orsay han sumado exhibicion­es de estas caracterís­ticas”, especifica.

Aquel sueño de Akira Kurosawa de sumergirse en las pinturas de Van Gogh (como filmó en su película de 1990) ahora es una realidad. Aquí están las pinceladas empastadas, los colores saturados, los cuervos amenazante­s a lo lejos. Si algo de la mística aquella se perdió en el camino, no es tanto responsabi­lidad de la muestra sino de una época que descree de la sutileza de los sueños, a menos que pueda exhibirlos en Instagram.

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El curador Julien Baron se crió cerca de Arlés, el pueblo que pintó Van Gogh.
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LUCIA MERLE Antes de la apertura, la muestra había vendido más de 150 mil entradas.

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