Revista Ñ

Una voz desde Ucrania

Poesía. País con una considerab­le tradición literaria a pesar de décadas de yugo soviético, Ucrania siguió generando voces potentes y singulares, como la de Serhij Zhadan.

- (Traducción de John Hennessy y Ostap Kin)

Entonces hablaré de eso, de Serhiy Zhadan

Así que hablaré de eso : sobre el ojo verde de un demonio en el cielo colorido. Un ojo que observa desde el margen del sueño de un niño. El ojo de un inadaptado cuya emoción reemplaza al miedo. Todo comenzó con música con cicatrices dejadas por canciones escuchadas en bodas de otoño con otros niños de mi edad. Los adultos hacían música. La edad adulta definida por eso: la capacidad de tocar música. Como si fuera una nota nueva, responsabl­e de la felicidad aparece en la voz como si esta habilidad fuera innata en los hombres: para ser cazador y cantante. La música es el aliento a caramelo de las mujeres cabello con olor a tabaco de hombres que pesan tristeza prepárate para una pelea a cuchillo con el demonio que acaba de irrumpir en la boda. Música más allá del muro del cementerio. Flores que crecen en los bolsillos de mujeres escolares que se asoman a las cámaras de la muerte. Los caminos más transitado­s conducen al cementerio y al agua. Ocultas solo las cosas más preciosas en el suelo– el arma que madura con ira corazones de porcelana de los padres que sonarán como las canciones de un coro escolar. hablaré de eso– sobre los instrument­os de viento de la ansiedad sobre la ceremonia de la boda memorable como al entrar en Jerusalén. Establecer el ritmo de salmos rotos de la lluvia debajo de tu corazón. Hombres que bailan mientras se sacian fuego estepario con sus botas. Mujeres que se aferran a sus hombres en la danza como si no quisieran dejarlos ir a la guerra. Este de Ucrania, el final del segundo milenio. El mundo está lleno de música y fuego. En la oscuridad, los peces voladores y los animales cantantes dan voz. Mientras tanto, casi todos los que se casaron han muerto.

Mientras tanto, los padres de personas de mi edad han muerto. Mientras tanto, la mayoría de los héroes han muerto.

El cielo se despliega, tan amargo como en las novelas de Gogol. Resonando, el canto de las personas que recogen la cosecha. Resonando, la música de los que acarrean piedras del campo. Resonando, no se detiene.

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