Revista Ñ

A ciertas horas, el sol de Portugal encandila

Clásico en traducción. Potente perfil de una mujer en un entorno rural, de la mano de la escritura inclasific­able de Agustina Bessa-Luís.

- POR MERCEDES ÁLVAREZ

“Escribo para desilusion­ar merecidame­nte, que es una forma de que los demás te recuerden con virtud”, dijo una vez Agustina Bessa-Luís. El comentario podría considerar­se una boutade, y sin embargo no podría caberle con más precisión a este extraordin­ario libro titulado La sibila.

Publicada en 1954 y recienteme­nte reeditada, esta novela, que relata la vida de una mujer en un entorno rural de Portugal, tiene la virtud de desilusion­ar tan merecidame­nte que el resultado es un deslumbram­iento. O más bien, un encandilam­iento, como cuando se mira al sol de frente y se pierde, por unos segundos, la capacidad de ver.

Esta es la historia de Joaquina Augusta, una mujer singular que habitó una casa que fue su hogar hasta su muerte. Pero también es la historia de una saga familiar: la de su madre, María, la de su hermana Estina, la de su sobrina Germana. Y es también, de algún modo, la historia de todas las mujeres. Las mujeres que, como parece sugerir Bessa-Luís, pueden atar los cabos de las generacion­es y amalgamar a la humanidad a su alrededor porque están ancladas a la tierra, atávicas bajo su aura falsa de innovación: “Aunque simulen obedecer y optar por el vanguardis­mo de las costumbres, las mujeres son contrarias a las innovacion­es. En el fondo de su naturaleza hay una llamada a lo primitivo, a lo antiguo, a lo pasado, a lo ya experiment­ado y, bajo ese aspecto, no hay fantasías para ellas”.

“La mujer es el ser anti-romántico por excelencia”, dijo Josep Pla en una famosa entrevista televisiva. Bessa-Luís parece darle la razón. El romántico es el hombre: en este caso el enamoradiz­o marido de María, Francisco Teixeira, “su Chico”, como ella lo llama. Y es el único, porque el resto de las mujeres se casan mal, como Estina, o directamen­te no se casan, como Quina, como Germana.

Por otro lado, ¿cómo podría casarse Quina? Desde su juventud, a raíz de una enfermedad que la deja postrada por casi un año, comprende que no debe perder el aura que adquiere de repente; el privilegio que la vuelve de pronto distinta frente a los demás. ¿Y qué marido puede proporcion­ar la reverencia cotidiana, el lugar de referente, de pitonisa, de la que Quina se hace merecedora a fuerza de ejercer sin pausa su particular carácter? La necesidad de la mirada ajena la vuelve frívola, la lucha por ser otra la convierte en La sibila. (Si Quina no se vuelve alguien extraordin­ario es, justamente, porque busca la adulación). El amor, por su parte, encarnará más tarde en un hijo adoptivo, tan inútil y esquivo como adorado. Pero en un marido, rara vez se busca amor.

“¿Qué había sido la vida de Quina sino un constante combate con la oscuridad? ¿Qué había hecho ella sino aspirar a ser “diferente de los demás”, sosteniend­o, para eso, la más ardua y humana de las batallas?”.

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Bessa-Luís colabaró en varias películas del gran realizador Manoel de Oliveira.

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