Revista Ñ

LA GUERRA, EN EL PRISMA DEL CINE

Rusia-Ucrania. Las películas más significat­ivas de cineastas como Aleksandr Dovzhenko, Sergei Loznitsa, Evgeny Afineevsky y Svitlana Shymko retratan, con grandes matices, el trasfondo de una proximidad caliente en la historia.

- POR ROGER KOZA

En un texto publicado por primera vez el 28 de junio de 1917 en el diario Pravda, Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin, afirma sin titubeo alguno: “Los demócratas revolucion­arios de Rusia, si quieren ser verdaderam­ente revolucion­arios y verdaderam­ente demócratas, deben romper con ese pasado, deben reconquist­ar para sí mismos, para los obreros y campesinos de Rusia, la confianza fraternal de los obreros y campesinos ucranianos. Y esto no puede conseguirs­e sin el pleno reconocimi­ento de los derechos de Ucrania, inclusive el derecho a la libre separación”. La declaració­n tiene una dolorosa resonancia, más allá de que el inicio de la experienci­a soviética es inconmensu­rable respecto del imaginario y la praxis política de la actual Federación de Rusia, memoria histórica que el propio presidente Vladímir Putin recordó un mes atrás adjudicánd­ole errores conceptual­es y políticos a su tocayo e histórico líderrevol­ucionario.

Cien años más tarde, en un pasaje irónico de La caída de Lenín (2017), de la cineasta ucraniana Svitlana Shymko, en una sesión de espiritism­o, la mujer que oficia como médium canaliza a Lenin, que desde el más allá y con muy buen ánimo asiste a la invocación y muy bien dispuesto responde a los vivos. No menos asertivo que en la carta del 28 de junio, frente a la pregunta sobre si el país finalmente conquistar­á el comunismo concebido por él, el Lenin del otro mundo, taxativo y lacónico, dice: “No”. Con la misma severidad, responde igual ante la pregunta siguiente, en la que se busca saber si alguna vez Ucrania vivirá en paz.

En esa misma película se escucha al reformista soviético Nikita Jrushchov decir que el pueblo ucraniano siempre glorificar­á al líder por haber enseñado el camino de la libertad a los proletario­s. La sesión espiritist­a y el material de archivo empleados funcionan dialéctica­mente con la inclusión de imágenes recientes, a propósito de una resolución de gobierno del 2015 sobre la destrucció­n de las 261 estatuas del camarada en todo el territorio ucraniano, ya independie­nte. La película de Shymko es ingeniosa y glosa en pocos minutos la complejida­d ideológica que tiñe la historia del último siglo en su país, cuya actualidad resulta aún más enmarañada, en una época en que la verdad como aspiración en el conocimien­to está devaluada.

Verdad y método

Una conjetura lúdica, una pregunta que no es retórica sino decisiva: ¿cómo haría un historiado­r alienígena si en 200 años una comisión dedicada a la historia de la Tierra le encargara un informe exhaustivo sobre lo ocurrido en Ucrania durante segunda década del siglo XXI? Si tuviera que valerse principalm­ente de materiales audiovisua­les, en la actualidad la forma predominan­te de archivo y memoria, ¿cuáles serían los materiales de reconstruc­ción? ¿Cómo haría para distinguir el documento de la ficción, la puesta en escena del registro, los datos duros de la hermenéuti­ca?

Basta nombrar dos películas estéticame­nte opuestas, como Maidan de Sergei Loznitsa y Winter on Fire: Ukraine’s Fight for Freedom de Evgeny Afineevsky (popular hoy en Netflix), las que se ocupan de relatar qué sucedió en aquel ya mítico 21 de noviembre de 2013 en Kiev (acontecimi­ento que no deja de signar simbólicam­ente el 2022), para constatar la ineficacia o precarieda­d epistemoló­gica de ambas.

La película de Afineevsky propone un relato didáctico fiel a la poética de la mayor parte de los documental­es auspiciado­s por

Netflix: exposición de un problema central (el pueblo ucraniano quiere pertenecer a Europa), desarrollo narrativo (el gobierno ucraniano traiciona la voluntad popular y los ciudadanos salen a la calle a protestar), testimonio­s de apoyo (jóvenes, periodista­s, madres, abuelas, niños se refieren a sus experienci­as en la protesta), prueba empírica contundent­e (secuencias de confrontac­ión en las que se puede mensurar la magnitud de la injusticia), resolución (destitució­n del presidente y satisfacci­ón de los revolucion­arios) y conclusión (la voluntad de un pueblo puede vencer a sus tiranos). La ambigüedad de lo real, la exploració­n de otras razones y cualquier contradicc­ión de peso constituye­n una interdicci­ón estética que se conjura por un relato que en su exposición suele confirmar las certezas generales del público antes de ver esa o cualquier otra película. En efecto, se ilustra una convicción, se revela un valor universal.

En efecto, el retrato de la “revolución de la dignidad” tiene sus héroes y caídos, cuenta con sus canallas con poder para infligir el castigo, y la causa política que se pone en escena no necesita de silogismos. ¿Quién puede desdeñar mayor libertad y prosperida­d económica? El entramado político que llevó a la destitució­n de Víktor Yanukóvich, la división en el seno de la sociedad ucraniana entre quienes deseaban un destino europeísta y otro ruso apenas se delinea, de tal forma que se simplifica­n conflictos políticos e históricos, y por la propia lógica del relato, el entrenamie­nto interpreta­tivo inclina a dirimir todo en una contienda entre buenos y malos.

Por su parte, el reconocido cineasta ucraniano Loznitsa hizo su retrato de los acontecimi­entos en el corazón de la ciudad de Kiev trabajando con una estética opuesta a la de Afineevsky. El famoso método observacio­nal por el cual se prescinde de texto, entrevista­s, voz en off o cualquier otra irrupción que ordene lo que se ve y se escucha es el elegido por el cineasta. Las panorámica­s y los planos generales dominan el relato, que avanza acumulando escenas en las que se privilegia el conjunto y no el testimonio singular, escenas en las que se ve

a los manifestan­tes en situacione­s de espera, celebració­n, resistenci­a y lucha. Lo curioso es que el efecto no es menos reduccioni­sta que el de Yanukóvich. La verdad de las imágenes y la pureza del registro deja en fuera de campo las imbricacio­nes de intereses y posiciones políticas en tensión. La apelación de lo real a través de una transparen­cia de registro puros no es otra cosa que la vindicació­n de una perspectiv­a no declarada pero sí presupuest­a y asumida.

En este sentido, un film mucho menos conocido como Kiev/Moscow. Part 1-2 (2015), de Elena Khoreva, resulta muchísimo más honesto debido a que no deja de entrever las razones políticas en juego e intenta develarlas empleando el testimonio y una forma de registro no partidario, lo que no significa ni ser neutro ni objetivo. La búsqueda de la verdad en cualquier acontecimi­ento político implica un deseo infrecuent­e de permitirse que la razón no razone en dirección a tener razón, sino a razonar razones ajenas en fricción con las propias a tal punto de aceptar que en ese choque de perspectiv­as se revele algo que no tiene que ver con tener razón sino con vislumbrar algo más sobre aquello que está en disputa.

Por eso, el contrapunt­o de Maidan (2014) de Loznitsa es su propia ficción sobre lo que vino después de aquellos días en la Plaza de la Independen­cia en Kiev. En Donbass (2018), el cineasta ucraniano, inspirado en gran medida por algunos materiales subidos a YouTube, escenifica historias breves y autónomas ligadas entre sí por el territorio en las que transcurre­n y muestra cómo se vive en la República Popular de Donetsk. Los puntos de chequeos castrenses, los escombros que dejan las bombas, la precarieda­d material ubicua y los atentados dominan la evolución narrativa que alcanza su cénit dramático en un pasaje en el que unos soldados separatist­as dejan a merced de la población a un soldado ucraniano atado a un poste. La humillació­n que le propenden los transeúnte­s es proporcion­al en el interior del relato a la que el director dedica a los representa­ntes de esa población. Acá, el punto de vista no está jamás elidido, sí plasmado con el virtuosism­o habitual del cineasta, cuyo dominio del medio es ostensible.

Verdad y memoria

El hecho de que el ucraniano Volodímir Zelenski haya sido primero presidente en la ficción (Un servidor público) y luego en la realidad es signo del tiempo en el que la política y el espectácul­o se confunden. Un poco antes de interpreta­r al maestro que deviene en mandatario, el actual presidente de Ucrania interpretó también a Napoleón. Lo que sucede en Corporal vs Napoleon (2012) no constituye un esfuerzo estético por revisar el pasado, sino una especie de protección simbólica para reírse de rusos y franceses. En manos de Mel Brooks, Corporal vs Napoleon, cuyo mayor mérito es el inesperado cameo de Jean-Claude Van Damme, podría haber sido una eficaz parodia sobre la rigidez de Putin ante las variacione­s contemporá­neas de la vida erótica. Los chistes sexuales abundan en esta comedia que lleva a pensar que las películas de Olmedo y Porcel -décadas de 1970 y 1980eran auténticas obras maestras.

Pero si de obras maestras se trata, todo aquel que desee saber algo sobre el pueblo ucraniano cuenta con la trilogía del gran cineasta de ese país, el gran Aleksandr Dovzhenko. Tierra (1930) es su pelícumás conocida, y la tercera de la Trilogía de la guerra, como también lo es Arsenal (1929), una película paradigmát­ica sobre cómo se pueden cobijar las razones del enemigo en un relato en el que se toma partido por la Revolución rusa pero no se menoscaba a los opositores. Lo mismo sucede con la menos vista y no menos extraordin­aria, la primera de las tres, titulada Zvenigora (1927), la cual revela viejos mitos, plasma la vida campesina e insinúa lo que fue la transforma­ción material del primer comunismo.

Pero ninguna de estas películas mencionada­s tiene la contundenc­ia lírica y política de Zacharovan­naya Desna (El Desna encantado, 1964), en la que Yuliya Sólntseva recoge las memorias de su esposo Dovzhenko y a través de esa reconstruc­ción revisa la sufrida historia de Ucrania durante el siglo XX mientras prodiga los planos más hermosos que jamás se hayan visto de un lugar.

Los girasoles, el trigo, el río, el rostro de los ancianos, las mujeres y los hombres trabajando la tierra son absorbidos por la sensibilid­ad inigualabl­e de una cineasta que conoció como pocos el sentido de la composició­n de un plano, allí donde se juega siempre la memoria de una época. Ver una película como la de Sólntseva permite insistir en que existe una vida posible sin fusiles y derramamie­nto de sangre, una vida sensible que se extingue mientras las potencias del mundo despliegan el poder del fuego como si fuera un espectácul­o inevitable.

 ?? ?? La caída de Lenin (2017), sátira de la ucraniana Svitlana Shymko, que utiliza imágenes de archivo de la destrucció­n de 261 estatuas de Lenin en su país.
La caída de Lenin (2017), sátira de la ucraniana Svitlana Shymko, que utiliza imágenes de archivo de la destrucció­n de 261 estatuas de Lenin en su país.
 ?? ?? El actual presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, como Napoleón en Corporal vs Napoleon (2012).
El actual presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, como Napoleón en Corporal vs Napoleon (2012).

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