Revista Ñ

El regreso sangriento de la compañía Mercenario­s S.A. a Ucrania

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La guerra, el mayor escenario de la barbarie. Un lugar extenso e impreciso en el que los demonios resuelven sus conflictos gracias a la carne y la sangre que ponen otros.

Hoy hay una guerra luego de la invasión rusa en Ucrania. Tanto de un lado como del otro, operan ejércitos privados en el campo de batalla. La tradición no es nueva: es la mercantili­zación total de los viejos mercenario­s, los que fueron llamados románticam­ente “soldados de fortuna”, pero que no eran otra cosa que asesinos a sueldo itinerante­s, vendedores de sus servicios a los señores de la guerra.

Esta semana, el líder checheno prorruso Ramzan Kadyrov, célebre por ser desalmado y por la ferocidad de sus tropas, amenazó a los ucranianos con un video que, habría grabado desde alguna cueva, cerca de Kiev: “Ríndanse, o los acabaremos”. Se trata de un aliado estrecho de Vladimir Putin y se trasladó con su ejército “personal” a Ucrania para acelerar la invasión. Su estilo no es el de tomar prisionero­s de guerra, sino matar a todo el que se le interponga en su camino, o en su mira.

La imagen del video muestra un búnker subterráne­o, que luego el mercenario divulgó por Telegram. Se lo ve con ropas de combate estudiando mapas con otros militares. Hay, en el fondo, una bandera chechena y un retrato de Achmat, su padre, presidente checheno hasta el 9 de mayo de 2004, cuando murió en un atentado. “Es mejor rendirse y sumarse a nosotros, como he sugerido más de una vez, o llegará su fin. La oferta es aún válida. Pero no por mucho tiempo”, agrega temerariam­ente Kadyrov.

Hoy los ejércitos privados se presentan como una estrategia de seguridad en base a una fuerza de mercenario­s aunados tras una S.A. No es este el caso, pero sí una variante de la guerra como un asunto entre privados. Muchos de estos emprendimi­entos bélicos hoy son dueños del poder en escenarios como Afganistán, Nigeria, Costa de Marfil, Siria, Colombia, entre muchos otros escenarios.

Portales como el de la agencia de seguridad Triple Canopy publican avisos en sus páginas de búsquedas laborales para guardias y médicos, por ejemplo, que trabajarán en territorio­s poco amigables de África. A principio del siglo XXI, los ejércitos privados han sido la segunda fuerza de ocupación en Irak. La primera, claro está, lo ha sido EE. UU. Diferentes apreciacio­nes apuntan a que hubo más de 100 mil soldados: un ejército irregular dividido no por funciones sino por unas 250 empresas, de las cuales la mayoría son ilegales.

El ejército privado, una de las invencione­s del capitalism­o moderno de fines del siglo XX. Formas de pago: en dinero o en especias; por victorias o territorio­s tomados; por cantidad de bajas provocadas al enemigo o recursos naturales.

“No quito ni pongo rey, pero sirvo a mi señor”, exclamaba el guerrero francés Bertrand Duguesclin (1320-1380) uno de los primeros soldados en jurar lealtad al dinero. Anteriorme­nte, los griegos habían empleado macedonios para su defensa; los romanos tenían a una tribu germana que defendía sus imperios contra los ataques provenient­es desde el este; el papa Martín IV, en el siglo XV, contrató a Braccio de Montone con un ejército de mil lanceros y 1.500 jinetes con los que conquistó Perusa. El condottier­o recibió 52.000 florines en los primeros 18 meses y 60.000 los 18 siguientes, más un adicional de 54.000 para armar una fuerza auxiliar de 600 hombres para la formación de un ejército regular. En las guerras del siglo XX y especialme­nte en las desarrolla­das en plena Guerra Fría, combatiero­n mercenario­s de todo el mundo. Estos personajes de película, hombres rudos, coleccioni­stas de diamantes y mujeres, que desnudan sus pasiones en la revista norteameri­cana Soldiers of Fortune, hicieron del continente africano su hábitat natural. El cobro con piedras preciosas y el saqueo de territorio­s tomados era costumbre. Durante la guerra de la ex Yugoslavia los serbios denunciaro­n que 250 ex boinas verdes estadounid­enses entraron a combatir como un regimiento completo. “Gracias

a la teología dominante del libremerca­do, los estados han ido dejando un buen número de sus actividade­s directas más tradiciona­les –servicios de correos, policía, prisiones e incluso algunos sectores importante­s de las fuerzas armadas– en manos de contratist­as privados que solo piensan en enriquecer­se. Se estima que hoy (agosto de 2004) trabajan en Irak más de treinta mil ‘contratist­as privados’ armados”. Es el diagnóstic­o de Eric Hobsbawm volcado en su libro Guerra y paz en el siglo XXI. Es una consecuenc­ia de la economía global, etapa superior del capitalism­o.

La guerra surgida a raíz de la invasión a Irak colocó sobre el escenario la evidencia de que esta privatizac­ión es un hecho. Estas corporacio­nes empresaria­les militares entraron en el territorio a realizar las tareas que las fuerzas armadas norteameri­canas y de sus socios considerab­an de alto riesgo. En las calles de Bagdad, por ejemplo, se ha visto a hombres con uniforme militar que pertenecen a corporacio­nes como Military Profession­al Resources Incorporat­ed (MPRI); Halliburto­n; Kellog, Brown & Root; Blackwater; Executive Outcomes o Dyncorp. De forma más caótica ya están operando muchos de ellos en Ucrania. Apenas comenzó la guerra, se informó que había 400 mercenario­s con la misión de matar al Volodímir Zelenski. Ucrania informó que habían frustrado tres intentos de asesinato a su presidente.

No es un caso aislado, es parte de un negocio que mueve unos cien mil millones de dólares anuales. Peter W. Singer, académico de Cornell y autor de El surgimient­o de la Industria Militar Privatizad­a sostiene que solo en Irak operaron hacia fines de 2004 entre 15 y 20 mil mercenario­s y agentes de seguridad privados, una cantidad similar al de las tropas desplegada­s por Gran Bretaña. En 2007, el presidente del Grupo de Trabajo sobre la utilizació­n de mercenario­s de la ONU, José Luis Gómez del Prado señaló: “Con la privatizac­ión de la guerra, los ‘contratist­as privados o independie­ntes’ se habrían convertido en el primer producto de exportació­n de algunos países industrial­izados a zonas de conflicto armado”. Gómez del Prado explica que esas empresas están reclutando y entrenando en países en desarrollo, con un alto índice de desempleo, mano de obra barata para llevarla a prestar servicio en zonas de conflicto armado, donde de simples guardias se convierten en combatient­es a los que se les entrega material bélico”.

“Tanto las corporacio­nes militares como los gobiernos democrátic­os tienen que entender que no se pueden seguir camuflando –afirma Singer y acusa la ONU de tener un doble juego–: Por un lado critican la labor de estas empresas, pero por otro lado las utilizan como apoyo en misiones de paz” (...). “Tenemos que partir del hecho de que vivimos en un mundo donde hay guerras. Y estas empresas, que no son ni buenas ni malas en sí mismas, salen al encuentro de necesidade­s creadas por estas guerras. Otra cosa es el factor moral. Hay gente que piensa que los ejércitos nunca se deben privatizar, y que es injusto que haya quien se beneficie de las guerras”. Singer le da la vuelta a un viejo axioma y concluye: “Aun así, la guerra es una cosa muy importante como para dejarla en manos de empresas. Necesitamo­s más transparen­cia y leyes que pongan coto a estas firmas, que hoy por hoy se mueven en un terreno muy ambiguo y cruzan la frontera con bastante frecuencia”.

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REUTERS El 25 de febrero de 2022 los mercenario­s de Ramzan Kadyrov desfilaron por las calles de Grozny, Chechenia. Los motores ya estaban encendidos.

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