Palabras en la isla
Libro. Se reedita Partes de guerra, que dio voz a los soldados. Así lo leyó Ricardo Piglia en 1997.
Desde siempre la guerra ha sido uno de los temas privilegiados de la narración. Y Partes de guerra confirma una verdad que forma parte de la gran tradición épica. Narrar quiere decir no sólo transmitir los acontecimientos, sino la emoción que suscitan los acontecimientos. Al seleccionar los hechos por el efecto que provocan en los protagonistas (y no tanto por su valor objetivo en la historia) este libro da una visión diferente de la vivencia cotidiana de la guerra. “Me acuerdo de Hernán Zavala el día que se les escapó el róbalo. Me acuerdo siempre de él porque quedó en Malvinas, lo agarró una ráfaga de ametralladora. Tengo la foto de él en mi álbum. Me acuerdo que había una especie de puente que cruzaba una lengua de agua para llegar a nuestros pozos y Zabala había puesto una red. Un día, cuando bajó la marea, subió la red y había agarrado un róbalo como de medio metro. Nos pusimos contentísimos. Pero se le ocurrió sacarlo de la red justo encima del puente, que era una pasarela infinita, y cuando lo quiso agarrar con la mano se le cayó al agua. Le dijimos de todo. Siempre me acuerdo de él y del róbalo que se le escapó”.
Partes de guerra está lleno de pequeñas escenas como ésta, de moléculas de una historia mayor que se despliegan y se abren en todas direcciones. Se trata de una cuestión de perspectiva: la variación en la escala de observación produce efectos múltiples. El destello del pez que se escapa condensa el recuerdo del amigo muerto. Lo que está en juego es la representación de la experiencia, incluso se podría decir siguiendo a Hemingway (uno de los mayores narradores de historias de guerra de este siglo) que la única manera de representar la experiencia de la guerra es situar el relato en una escala menor, microscópica, casi privada. Variar la distancia focal del objetivo significa no sólo agrandar o reducir las dimensiones de un objeto en la mira: significa también hacer visible una textura nueva y una trama secreta. Cambiar la escala de representación supone cambiar el contenido de la representación.
El libro de Graciela Speranza y Fernando Cittadini hace pensar en un mosaico de imágenes fugaces y de voces yuxtapuestas que se superponen para contar una historia. La forma del libro se corresponde con su material. La experiencia de la guerra se les presenta a sus protagonistas como esencialmente fragmentaria. Nadie entiende lo que está sucediendo, nadie tiene una visión de conjunto de los hechos.