Turbulencias del país vistas desde una usina
Historia. Un libro recupera éxitos y derrumbes de la emblemática textil La Bernalesa, y retrata así el proceso y retroceso de la industrialización nacional.
Fábrica textil de punta, escenario de huelgas obreras, intervenciones militares, sede del Club del Trueque, polo industrial. Todo eso fue –y sigue siendo– La Bernalesa. Su historia, ahora compilada en el libro Bernalesa, odisea de un polo fabril, compilado por Patricia Gutti y editado por la Universidad Nacional de Quilmes como parte de un proyecto de puesta en valor del entorno, es también la historia del auge, decadencia y revalorización de la industria nacional.
Cuando su hijo le preguntó por qué había elegido la Argentina como destino para emigrar, Gaby Salomón le contestó que había sido la literatura de Julio Verne la responsable de su elección. Pero lo cierto es que él, como muchos otros europeos que llegaron al país a principios del siglo
XX, dejaba atrás el viejo continente en el que Adolf Hitler se convertía en canciller de Alemania, para forjarse su propio camino en una tierra que ofrecía ciertas condiciones promisorias para un incipiente desarrollo de la industria bajo el modelo de sustitución de importaciones.
Nacido en Salónica, Grecia, en 1906, Salomón se educó en Constantinopla (hoy Estambul) en una escuela alemana. Anticipándose a lo que veía que empezaba a suceder en Europa, Salomón, que era judío, emigró en 1933 junto a su esposa y un bebé recién nacido. Traía 14 telares para montar una pequeña fábrica y con ellos creó Hilanderías Gaby Salomón en Bernal. En 1934 fundó, junto a otros tres socios, La Bernalesa. Ambas empresas quedarían en manos de Salomón. Ambas se fusionarían con la historia del país.
Conurbano sur y fabril
Por ese entonces, la zona sur del conurbano bonaerense ya había comenzado a poblarse de industrias. La Bernalesa, a diferencia de otras en el rubro como Alpargatas, era una compañía de capitales nacionales. La fábrica, que llegó a ocupar unas 14 manzanas y emplear unas 5.000 personas en su época de máxima expansión –alrededor de 1950–, se convirtió rápidamente en un centro organizador de la vida económica y social del barrio. Por la misma época, en Quilmes ya se habían instalado más de 700 establecimientos industriales.
En cinco años de existencia, para 1939, La
Bernalesa había sextuplicado su tamaño inicial e inauguró un Club Social.
Hacia la década del 50, la empresa empezó a tener problemas para aumentar la productividad y, en adelante, las dificultades económicas se sucederían. La Bernalesa producía para el mercado interno con materia prima del Chaco, pero la maquinaria era extranjera. Gaby Salomón, según lo recuerdan los testimonios, era un apasionado de la innovación tecnológica. Pero la incorporación de maquinaria moderna tenía un costo elevado y la devaluación de la moneda nacional significó la multiplicación de la deuda de la empresa.
La década del sesenta transcurrió entre cierres temporarios, huelgas y lockouts patronales.
En 1973, el general Lanusse calificó de interés público a la empresa para “preservar la paz social” y designó al Poder Ejecutivo como administrador de La Bernalesa SRL e Hilanderías Gaby Salomón SA. Durante la última dictadura, los trabajadores, pasarían su tarjeta bajo la mirada de militares.
Cierre, trueque y regreso
En 1980 se produjo el cierre definitivo de la fábrica. Los planes del gobierno dictatorial favorecían la privatización de las empresas con control estatal. Las máquinas quedaron en silencio. Vaciada y vandalizada, aún quedaban telares ya obsoletos y las instalaciones de la guardería cuando la empresa Valot compró el inmueble unos tres años más tarde con el propósito de crear un polo industrial. Regresó la democracia, vino la hiperinflación. El sueño industrialista volvía a postergarse.
El Día del Trabajador de 1995 nació en La Bernalesa el primer Club del Trueque del país y se convirtió en la base de operaciones de la Red Global de Trueque.
No fue hasta 2008 que se retomó el proyecto del polo industrial, que se pudo concretar recién diez años más tarde. Hoy en día, la comunidad empresaria del Parque Industrial La Bernalesa (PILB) incluye a unas cinco empresas.
El gigante de muros de ladrillo visto está rodeado de casas bajas y calles con pasto en las veredas. Lejos están las épocas en las que miles de personas entraban y salían de allí, en las que las máquinas funcionaban día y noche. Pero su legado no es silencioso. El gigante ha tenido hijos industriales educados en sus escuelas y entre sus telares. Y tiene quien cuente su historia, la Universidad de Quilmes nacida en terrenos donados por la empresa Fabril Financiera.