Revista Ñ

“El Casal fue una obra de arte conceptual viva”

- Artista plástico

“Un proyecto artístico-político opositor al menemismo”. Así define Diego Fontanet (Buenos Aires, 1963), al espacio que estos días cumple 30 años de su creación. Egresado de la Belgrano, discípulo de Mario Greco, Fontanet fue parte de la contracult­ura under porteña de los 80.

-¿De quién fue la idea de un centro de arte en el Casal?

-Joan me propuso hacer algo en el Casal, un palacio de más de 130 años, modernista-neogótico, un edificio hermoso. Al principio me parecía un lugar muy por afuera del circuito de la cultura contemporá­nea, pero me convencí y conformamo­s la comisión juvenil de cultura. Una muestra de nuestras obras fue la presentaci­ón pero ya teníamos la idea de hacer un centro cultural, conseguimo­s fondos y empezamos con las reformas.

-¿Qué querían mostrar en esas salas?

-Buscábamos mantener el espíritu de movimiento y de acción que se había perdido por completo en los 90, durante el menemismo. Queríamos ser un centro experiment­al y de vanguardia, un espacio de arte contemporá­neo. Y la idea surgió de la altísima demanda de espacios expositivo­s por parte de los artistas.

-¿Cómo se vincula la iniciativa del Casal con tu activismo previo de los años 80?

-Del arte político de los 80 tomamos varios principios que mantuvimos en el Casal: la movida alternativ­a, autogestio­nada, independie­nte. Era un polo social con vida propia.

-¿Y cómo fue ser curador?

-Me encantó, y lo volvería a hacer. Estar en contacto todo el tiempo con los artistas y desarrolla­r ideas con ellos. Tomábamos el proyecto como si fuese una obra de arte. a lo largo de dos años, una producción conjunta con todos los integrante­s. Por eso en los créditos de videos siempre poníamos a todos los que habían participad­o, de alguna manera, en ese gran proyecto colectivo que fue el Casal de Catalunya.

-¿Qué innovacion­es o elementos diferencia­les decís que introdujo el Casal en el mundo artístico?

-Con el Casal pasó algo medio extraño. Duró poco tiempo y después se lo borró del mapa, pero hay muchas cosas que se hicieron ahí y luego se tomaron en otros lugares. Por ejemplo la hoja de sala, que era un texto escrito por algún crítico, teórico o artista; una fotocopia muy escueta que financiába­mos entre todos. Las primeras hojas de sala las hicimos nosotros en el Casal. O las muestras de un día con artistas jóvenes que tal vez todavía no tenían una obra muy desarrolla­da.

-¿Cómo evaluás aquella experienci­a 30 años después?

-Como esas cosas que uno hace cuando es joven y tiene muchas ganas de cambiar el mundo. Una experienci­a buenísima, que valoro mucho. La volvería hacer encantado desde otro punto de vista, porque creo que hay que hacer cosas superadora­s, siempre con el mismo espíritu, porque eso es algo que no se pierde nunca.

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