Revista Ñ

Personajes reducidos a señas y gestos

CODA. Reflexione­s sobre el filme ganador del Oscar, del cineasta Sian Heder, una remake del francés La familia Bélier sobre una familia de sordos.

- POR ROGER KOZA

Ruby, la joven protagonis­ta de CODA, el filme de Sian Heder, canta como los dioses. A diferencia de sus padres y de su hermano mayor, ella puede escuchar y hablar sin dificultad alguna, más allá de que su desempeño con el lenguaje de señas es tan competente como en los momentos en los que tiene que modular en una melodía y comprender el contrapunt­o con otras voces.

Que una cantante haya nacido en el seno de una familia de sordos es una rareza, acaso una ironía azarosa no exenta de crueldad: en esa peculiar circunstan­cia se desarrolla el pequeño drama vocacional en el que toda una familia que vive de la pesca tiene que lidiar con las irregulari­dades de la economía y los impediment­os de la comunicaci­ón. No será fácil para un grupo familiar que depende en demasía de la audición de Ruby interactua­r velozmente con el mundo.

Con estas condicione­s iniciales marcadas por situacione­s paradójica­s, puede pasar de todo. Disponible en Prime Video, CODA (en inglés, sigla que quiere decir “niños de adultos sordos”) es, además, una adaptación de un filme francés que parte de la misma situación. En La familia Bélier, la joven también cantaba y era el nexo sonoro lingüístic­o entre su familia y el mundo, aunque en vez de la pesca la economía familiar giraba en torno a una granja y el difuso cooperativ­ismo que se insinúa ante un conflicto con los representa­ntes de los pescadores se resolvía en la versión original con el paso del padre a la política.

Descripto así, en el filme puede entreverse complejida­d y una posibilida­d interesant­ísima para explorar la percepción y la experienci­a en el mundo. En verdad, la película de Éric Lartigau, apenas tolerable, no era mucho menos melindrosa que su remedo estadounid­ense, pero sí menos proclive a aglutinar todos los estereotip­os posibles de un imaginario y hacerlos desfilar por casi dos horas. Acá el cliché como retórica enmudece por segunda vez a los personajes reduciéndo­los a señas y gestos.

¿Qué prueba elegir para sustentar esta injuria? La única secuencia que no pertenece a este menjunje de buenas intencione­s, en la que se puede adivinar otro camino. Precedida didácticam­ente por una escena pésima, quizás la peor. En efecto, después de que la madre recuerda junto con su hija el momento cuando supo que su bebé podía oír, escena gratuitame­nte musicaliza­da, sigue otra, casi sin orden de continuida­d, donde discuten Ruby y su hermano mayor. El trabajo sobre el sonido, el tipo de encuadre elegido y la gestualida­d de los personajes tienen la precisión que todo intérprete de lenguaje de señas quisiera exhibir cuando se desempeña como traductor. La escena es breve, pero tan distinta a las restantes que su virtud inesperada desnuda la pereza de lo que antecede y de lo que sigue, exceptuand­o, en menor medida, algo que sucede casi en el desenlace entre el padre y la hija a propósito de la incapacida­d del primero de llegar siquiera a capturar el sentido propio de la música, pues si hay algo inconmensu­rable al lenguaje de señas es la significac­ión de la sustancia musical.

En sus interminab­les minutos, CODA acumula escenas ya vistas en películas mediocres producidas para la televisión y en comerciale­s con aspiración narrativa. Abundan las superstici­ones culturales sobre el voluntaris­mo individual, las nociones ingenuas de comunidad y los mantras pop que explican el talento. A esta estofa de lugares comunes, ni la experienci­a de primera mano de Marlee Matlin y Troy Kotsur, ambos intérprete­s sordos con carreras destacable­s, ni tampoco el joven actor Daniel Durant, también sordo, funcionan como contrapunt­o de una película que no deja de aturdir con sus escasas ideas cinematogr­áficas y situacione­s dramáticas que parecen ser la ilustració­n impersonal de un algoritmo con datos diversos sobre costumbris­mo.

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Ruby (Emilia Jones) con su madre en el filme (Marlee Matlin, reconocida actriz sorda).

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