¿Una nueva marea rosa en América Latina?
Análisis. Los logros polémicos de líderes de izquierda en la región durante los últimos años fue leído como un cambio de paradigma, pero las diferencias entre ellos son más significativas que sus similitudes.
Si el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva recupera su cargo en las elecciones de octubre próximo (como parece probable) y si el candidato presidencial de izquierda de Colombia, Gustavo Petro, gana en mayo, sus victorias se sumarían a una ola que comenzó con la victoria del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador en 2018. Después de AMLO llegaron las victorias del presidente de Argentina Alberto Fernández en 2019, el de Bolivia Luis Arce en 2020, el de Perú Pedro Castillo y el de Chile Gabriel Boric en 2021.
Muchos observadores ven una repetición de la “marea rosa” que siguió a la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela en 1999. Para algunos, la tendencia actual refleja un cambio necesario en países en los que la desigualdad se ha vuelto insoportable luego de la pandemia. Pero para otros, el giro a la izquierda debería verse como una importante amenaza para la región y los Estados Unidos, en vista del extremismo de algunos de los nuevos líderes y las incursiones que Rusia y China vienen haciendo en América Latina.
En realidad, la situación es más complicada de lo que indica cualquiera de estas opiniones. Después de la primera marea rosa, señalé que había dos izquierdas latinoamericanas: una era moderna, democrática, cosmopolita, promercado y socialdemócrata; la otra era nacionalista, autoritaria, estatista, populista y anacrónica. Ahora, hay claramente tres “izquierdas”, cada una con poco en común con las otras.
Ciertamente, todos los líderes de la ola actual se identifican como progresistas, y el éxito de muchos es una reacción a la mala gestión de la pandemia de covid. Todos sus programas ponen un fuerte acento en políticas sociales populistas y la mayoría tiene una visión antiestadounidense en materia de política exterior y temas como los derechos mineros y la inversión interna.
Pero hay diferencias significativas. La primera de las tres izquierdas comprende al trío de las dictaduras: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Si bien estos regímenes buscan asociarse con el resto de la izquierda latinoamericana, y si bien otros líderes regionales de izquierda evitan criticarlos, se ubican claramente en una categoría propia.
La segunda categoría comprende a líderes, regímenes y partidos que tienen o han tenido una inequívoca tendencia socialdemócrata. Un buen ejemplo es Boric. Aunque su coalición tiene un ala izquierda intransigente que incluye al Partido Comunista, el movimiento indígena mapuche y varios miembros radicales de la Asamblea Constituyente, Boric parece seguir los pasos de predecesores como Lagos y Michelle Bachelet.
Lo mismo valdría para Lula si vuelve a ejercer la presidencia. Durante su primer mandato (2003-07), Lula aplicó políticas económicas ortodoxas, no mostró prácticamente ninguna propensión autoritaria e implementó políticas sociales eficaces y financiadas con sensatez. Aunque se apartó de este enfoque prudente durante su segundo mandato y cometió algunos excesos retóricos y de política exterior, el carácter básico de su gobierno siguió siendo típicamente socialdemócrata.
Fernández también pertenece a este grupo, aunque el suyo es más un caso mixto. Tras heredar una enorme deuda externa y una elevada inflación del gobierno anterior, dispuso controles de precios y de cambio, se dedicó a utilizar un discurso estridente y ha coqueteado con Rusia y China.
En última instancia, se puede decir que Boric, Lula e incluso Fernández están más cerca del centro que de la extrema izquierda, porque surgieron de sistemas electorales de varias vueltas en los que la victoria exige ir más allá de la base política propia. Los casos de AMLO, Petro, Castillo y Arce son distintos. AMLO insiste en gobernar sólo para su base y Petro ha dejado en claro que gobernaría para la izquierda eco-activista (lo que quizá explique la reciente caída de su índice de aprobación).
Del mismo modo, Arce sigue cerca del populista Morales, su exjefe y antecesor en la presidencia de Bolivia. Y aunque Castillo ha dedicado más tiempo a desbaratar los recurrentes intentos de destitución que a cualquier otra cosa, comparte gran parte de la ideología estatista, nacionalista y populista a la que adhieren los demás miembros de la tercera izquierda.
Más allá de las diferencias obvias entre los estilos y las plataformas de estos líderes de izquierda, la idea de una “nueva marea rosa” tiene un alcance limitado. Si bien todas las economías latinoamericanas se han visto castigadas por la recesión de 2020, algunos países simplemente se enfrentan a restricciones mucho más estrictas que otros. La pobreza y la desigualdad han aumentado, la recaudación fiscal se ha reducido y la recuperación está tardando.
No hay una nueva marea rosa en América Latina. Más bien, hay una diversidad de gobiernos y movimientos que a menudo recurren a un discurso similar, pero cuyas diferencias sustanciales son más significativas que sus similitudes. A este respecto, la región debería considerarse afortunada.