Revista Ñ

Europa cierra la llave

Gas. El Parlamento Europeo pide paralizar la compra de energía a Rusia de forma inmediata y total.

- Con material de agencias

La estela de tortura y asesinatos dejada por las tropas rusas tras su paso por las zonas de guerra de las afueras de Kiev fueron la gota que colmó el vaso de los europarlam­entarios que esta semana reclamaron que la Unión Europea decrete el embargo “completo e inmediato” de las compras de productos energético­s rusos incluyendo el gas para tratar de detener cuanto antes la maquinaria de guerra de Rusia.

La votación coincidió con la tramitació­n del quinto paquete de sanciones contra Rusia y que se limita por ahora al cese de todas las compras de carbón, pero podría avanzar en los días siguientes.

El corte las importacio­nes europeas de gas y petróleo se considera como el mecanismo más potente para hacer frente a la ofensiva de Rusia en Ucrania sin llegar a usar armas. Para Europa, la decisión tendría incalculab­les consecuenc­ias económicas.

En su conjunto, la UE le compra a Moscú el 46,7 por ciento del carbón que utiliza, el 40 por ciento del gas y el 27 por ciento del petróleo, que en 2021 significar­on 99.000 millones de euros de ingresos para el Kremlin.

En el debate parlamenta­rio de la semana pasada, los presidente­s de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y del Consejo, Charles Michel, ya habían adelantado que tras el embargo a las importacio­nes de carbón ruso, el siguiente paso en las sanciones energética­s debería ser el fin de las de petróleo, mientras que el gas les suscita todavía ciertas dudas.

Los principale­s grupos de la eurocámara apoyan sin embargo el corte inmediato de todas las energías rusas. El eurodiputa­do español Luis Garicano hizo una intervenci­ón muy aplaudida en el debate en la que afirmó que “si Europa no deja de financiar a Putin, la historia sabrá que fuimos cómplices”.

En pago de su petróleo y gas, Rusia recibe cada día unos 700 millones de euros que son su principal instrument­o para sostener la guerra en Ucrania. El problema es que cada país tiene diferentes grados de dependenci­a de la energía rusa, por lo que la decisión final que se tome en el Consejo deberá tener en cuenta posiciones diversas.

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