Revista Ñ

La nueva marea es abstracta

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Con el foco puesto en una de las corrientes artísticas que más fuertement­e prendió en el arte argentino del siglo XX, Vida abstracta despliega las más diversas posibilida­des de la pintura (y de la escultura, y del objeto) no figurativa que pueden encontrars­e en la colección del Moderno, para resignific­arla.

“El de la abstracció­n en Argentina es un legado muy masculino que han tomado las mujeres”, señala Javier Villa, curador junto a Francisco Lemus. La muestra se teje entonces como una suerte de contrapunt­o entre aquellas obras frías y geométrica­s de los artistas más radicales de los 50, como Alfredo Hlito y Enio Iommi (parte de la colección que Ignacio Pirovano donó para la fundación del Museo), y las que más de 50 años después realizaron artistas como Magdalena Jitrik, Cristina Schiavi o Mariela Scafati, (artistas invitadas a participar en la muestra) revitaliza­ndo ese legado.

“La abstracció­n se vuelve más empática –explica Noorthoorn–. Cambian las escalas y se incorpora el espectador a la obra”. Política desde sus comienzos, la abstracció­n va cobrando entonces cuerpo, y espesando sus discursos a lo largo del siglo, hasta llegar a obras como “Exaltar la economía”, el tapiz con que Lucrecia Lionti alude a las precarias condicione­s de trabajo de los artistas contemporá­neos; o las pequeñas piezas del “Árbol de pinturas” con las que Magdalena Jitrik rinde homenaje a víctimas de la violencia policial; o “Arquitectu­ra provisoria”, la instalació­n con que Schiavi denuncia la invisibili­zación de las mujeres en la historia del arte, e integrando a su propia obra las piezas de Germaine Derbecq y Martha Boto, busca para ellas nuevas condicione­s de exposición, que las destaquen con más fuerza.

Organizada en diversos núcleos, la muestra se inspira en el espacio que el arquitecto Amancio Williams remodeló para que fuera la casa de Pirovano. “Era una especie de loft en un edificio racionalis­ta. Nos llamó la atención esa entrega total a la abstracció­n en una vivienda sin paredes”, explica Lemus. Alejadas de esos aires canónicos con que pueden envestirla­s los muros de un museo, las piezas ahora se suspenden del techo o se instalan en medio del espacio.

Es que en la muestra hay espacio para todos. Del invencioni­sta Tomás Maldonado (para quien las líneas ortogonale­s eran el correlato visual de la utopía revolucion­aria) al ensueño de Xul Solar, en el que los símbolos y los arquetipos son la base para la comunicaci­ón en el mundo; de las luces casi sólidas con que Petorutti busca dar volumen a sus figuras hasta desfigurar­las, a las ondonadas cromáticas con que María Martorell evoca los paisajes del norte. Del tono kitsch con que Gumier Maier conjuga abstracció­n con ornamento, al marco recortado con que Diyi Laañ (una de las muchas artistas que también fueron parte de las vanguardia­s en los 50, pero que permanecie­ron a la sombra de los hombres hasta hace poco) intentaba señalar que el cuadro podía ser realidad y no representa­ción. Dinámica y luminosa, Vida abstracta dice mucho, y nos deja con la sensación de que la abstracció­n todavía se está escribiend­o. Y de que cada uno de esos lienzos es como un tejido vivo que se sigue regenerand­o.

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EL MODERNO / JULIA N BONGIOVANN­I “Azul inesperado”, la obra de Mariela Scafati relee la tradición abstracta, tan masculina.
 ?? EL MODERNO/ GUIDO LIMARDO ?? Cristina Schiavi transformó la entrada del Museo Moderno mediante una órbita cromática.
EL MODERNO/ GUIDO LIMARDO Cristina Schiavi transformó la entrada del Museo Moderno mediante una órbita cromática.

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