Tres variaciones vernáculas
El cine argentino independiente, más allá del acostumbrado menoscabo que nace del desconocimiento y acostumbramiento a ciertas poéticas cada vez más homogéneas del cine industrial, vernáculo o extranjero, ostenta una riqueza estilística y conceptual que no es frecuente en tantas cinematografías nacionales.
La competencia de cine argentino en el BAFICI fue siempre un espacio de descubrimiento y asimismo de reconocimiento de los cineastas que han hecho de la independencia una política y una trayectoria. En este sentido, la presencia de Raúl Perrone es inobjetable, un cineasta que jamás especuló con su obra y siempre encarnó la independencia que el festival intenta vindicar.
Nada detiene a Perrone. Filma mucho, elige temáticas variadas, nunca deja de experimentar con el lenguaje cinematográfico y menos que menos le da la espalda al pueblo. Sean eternxs es un retrato amoroso de los pibes y las pibas humildes de Ituzaingó durante el verano. Los acecha la violencia estructural del país, y vender paco puede zanjar la falta de empleo y un horizonte que no esté circunscripto a sobrevivir a secas. En ese contexto, Perrone sigue a unos cinco jóvenes, en especial en un parque público en el que pueden practicar deportes, escuchar música en vivo o simplemente estar. El retrato es tan respetuoso como poético. Los primeros planos de las caras, los chicos buceando en la pileta o tirados en el césped bajo un árbol que les dé sombra y los cielos de Ituzaingó son elementos elevados estéticamente: realidades ordinarias transmutadas en asombro, belleza y piedad.
En Gastón Solnicki el concepto de independencia se aplica a la libertad artística con la que viene realizando sus películas. En A Little Love Package vuelve a elegir Viena como escenario principal y se limita a seguir los intentos de una mujer oriunda de Grecia que busca un departamento para alquilar. La película empieza durante el último día en que todavía se puede fumar en los bares vieneses. De esa anécdota curiosa, Solnicki entrevé el fin de una época y una cultura, en gran medida ligada al siglo XX, que resplandece como nunca cuando el escenario es una isla de España y Michael Chaplin, hijo del gran Charles, toma la palabra y al hacerlo tiñe de un espíritu elegíaco todo lo que el film ha combinado en distintos pasajes de su trama.
Jonathan Perel se ha dedicado con rigor y persistencia a filmar la memoria de la época más ominosa de nuestro país —la dictadura cívico-militar— ligando la reconstrucción y los efectos del pasado al espacio. En Camuflaje el lugar elegido es Campo de Mayo, pero el método es muy distinto al estructuralismo de sus películas precedentes, porque el escritor Félix Bruzzone es acá protagonista y al seguirlo en todos sus encuentros con personas de la zona la poética es completamente distinta al sistema observacional o ensayístico que caracteriza la obra de Perel. En cada segmento, la película añade una perspectiva más al predio militar, pero nada se compara al desenlace, cuando Bruzzone participa de una competencia de runners en el interior del predio, instante de disociación radical entre memoria y presente.