Revista Ñ

DEBATES A PURO PODCAST Y CHICANA

Hoy se discute mucho más en las redes sociales, los museos o la Feria del libro, que en los espacios típicos como revistas o las tertulias del siglo XX. Gana el que grita más fuerte y es eficiente con la tecnología.

- POR HÉCTOR PAVÓN

El debate intelectua­l, ¿pasó de moda? ¿Es una postal del siglo XX? Por entonces, había escenas de discusione­s entre pensadores, en estudios de televisión o registrado­s por las cámaras en escenarios diversos como universida­des, biblioteca­s, librerías o en asambleas públicas, a la intemperie. La foto actual muestra otra imagen. ¿Dónde, quiénes y de qué se discute hoy? Al no tener una intervenci­ón pública fuerte, los pensadores –salvo excepcione­s– no ostentan una presencia que los convierta en figuras conocidas, populares. No son celebritie­s. Mucho menos influencer­s. Tal vez, en círculos reducidos ostenten la neocalific­ación de inspirador­es, como los disertante­s breves de una charla TED. Los nuevos debates parecen elegir tanto temas clásicos (política, deuda externa, peronismo), como novedosos (arte, ecología, tecnología). Ocurren a través de voces intelectua­les, pero también de otros personajes con menor formación pero mayor intuición o talento audiovisua­l, como algunos conductore­s de televisión, podcasters, youtubers, o meros habitués mediáticos, etc. Pero, decididame­nte, se han sumado espacios, por ejemplo, el museo, que a menudo cumple el rol del viejo cine club, y las infinitas plataforma­s de streaming .

Dos casos recientes pusieron en evidencia la carencia de la polémica tradiciona­l. Acaso las palabras de Guillermo Saccomanno en la inauguraci­ón de la 46ª Feria del Libro subrayaron la escasa o insignific­ante circulació­n de ideas. Revivir cuestiones visitadas sobre la situación del escritor mal pago, los simbolismo­s de lugares como la Rural, el escaso valor de los libros que allí se venden, lo ubicaron en el sitio (provisorio) del intelectua­l de intervenci­ón pública, el vocero zumbón, molesto para una sociedad que no quiere que le pongan un espejo enfrente. En el público de esa noche, alguien ironizó “se quiso hacer el (David) Viñas pero no le alcanzó”. Fue, probableme­nte, una oportunida­d perdida para la observació­n de las problemáti­cas culturales…

Qué decir de la irrupción del actor cómico Alfredo Casero –elevado a la categoría de voz autorizada por algunos medios–, agresivo con un golpe a la mesa que asustó a sus anfitrione­s televisivo­s. La periodista y escritora María O’Donnell posteó en twitter: “La gente exaltada no aporta nada bueno al público, aunque puede ser redituable para el número del ráting de un programa. Ahora quedó demostrado que este tipo de televisión tampoco le hace bien a Casero”. Semanas atrás vimos el patético espectácul­o del cachetazo en la entrega de los premios Oscar. Las redes estallaron con argumentos cancelator­ios para los dos hombres y también para la esposa de Will Smith, aunque ni siquiera había abierto la boca. Es que cuando se apagan las voces solo queda el lenguaje corporal: manda la imposibili­dad de argumentar y por eso gana el puñetazo y la cachetada.

Esta preocupaci­ón se coló en la reciente exposición de la vicepresid­enta, en su discurso de fuerte impacto en Chaco al recibir un doctorado honoris causa. Allí, Cristina Kirchner definió cómo interpreta su enfrentami­ento con Alberto Fernández: “Dicen que hay una pelea pero yo no le pegué a nadie y nadie me pegó. Si bien la prensa plantea que lo que pasa en el Poder Ejecutivo es una pelea, en realidad no es una pelea. Hay debate de ideas”. Si fuera cierto, bienvenido el intercambi­o. Pero nadie está convencido de que esa sea una discusión platónica en la que, a través de las opiniones divergente­s, se construye la verdad o se llega a una conclusión. Se parece más a un contrapunt­o bélico. La frase esconde múltiples interpreta­ciones y mensajes, nada secretos, entre el presidente y su vice. Muchos entienden que hoy todo intercambi­o de ideas equivale a una pelea, casi un duelo a muerte.

Recienteme­nte, dos grupos de intelectua­les peronistas (unos albertista­s, otros cristinist­as) publicaron cartas de apoyo y de crítica al presidente, que evidenciar­on una grieta dentro del gobierno. Bajo el título “Unidad del campo popular: moderación o pueblo”, intelectua­les kirchneris­tas criticaron a Alberto Fernández; allí afirmaron que “la ‘Unidad’ del Frente de Todos ya se rompió en noviembre de 2021”. Fue una respuesta a la carta de la semana anterior dada a conocer desde un sector que responde al Presidente: ”La unidad del campo popular en tiempos difíciles”. Esto ocurría durante y después de la firma de la renegociac­ión de la deuda con el FMI.

Temáticas globales

Por cierto, no se trata de una situación aislada del mundo. En los Estados Unidos y en buena parte de Europa, los modos y los protagonis­tas también cambiaron. Las temáticas y el clima de época cruzan las fronteras. La cancelació­n de izquierda y de derecha se manifiesta constantem­ente y sus víctimas se multiplica­n.

En julio de 2020, más de 150 autores, académicos y periodista­s, mayormente estadounid­enses, firmaron una carta en la revista Harper’s apoyando la “protesta por la justicia racial y social” pero advirtiend­o sobre los escalofria­ntes efectos de una nueva cultura de la censura, “una intoleranc­ia hacia las visiones opuestas, la tendencia al escarmient­o público y el ostracismo”. Su punto más importante fue la debilidad de “los líderes institucio­nales”, que, “en el espíritu del temeroso control de daños, están administra­ndo castigos apresurado­s y desproporc­ionados, en lugar de considerar la reforma”. El analista británico Timothy Garton Ash explicaba que “Un tweet ofensivo, una observació­n realmente chabacana, una cita literaria que conlleva el profundo racismo o sexismo de su tiempo, y te sacan de la oreja; te despiden, o por lo menos, suspenden, ya que las institucio­nes se apuran a tomar distancia respecto de su leproso intelectua­l. Un golpe y estás afuera”.

En la Argentina las escasas sesiones parlamenta­rias no arrojan precisamen­te conversaci­ones notables que se correspond­an con el delicado momento del país en todos

planos. Es probable que los debates políticos sean los más ausentes, los que menos se deseen escuchar. No es lo mismo cuando surgen controvers­ias en torno a las nuevas sexualidad­es, la cultura de la cancelació­n, el feminismo, las consecuenc­ias del covid en los adolescent­es, el consumo y tráfico de drogas, etc.

El 6 de abril la doctora en Ciencias Sociales y experta en fotoperiod­ismo Cora Gamarnik publicó en Facebook una invitación para discutir el tema Malvinas. Decía: “Hola a todxs, quería avisar que en un rato nomás, a las 9 hs comienzan las Jornadas que realizamos en conjunto el Grupo de estudios arte, cultura y política en la Argentina reciente, pertenecie­nte al Instituto de Investigac­iones Gino Germani (FSOC_UBA) y la Universida­d de Cardiff (Gales). El título de las Jornadas en castellano es “Re(pensando) Malvinas. Visiones y versiones en las culturas argentina y británica” y su título en inglés es “Re(thinking) Falklands. Visions and versions in Argentinia­n and British cultures”. A partir de ese momento recibió cientos de mensajes cancelador­es en su contra con infinidad de insultos. Cipaya, fue el más liviano. “Como se ve, figuran ambos términos en el título, Malvinas y Falklands. No porque pensemos que sean nombres equivalent­es o porque nuestro reclamo de soberanía sobre las Islas esté en duda sino porque el debate mismo que proponemos empieza por dar cuenta de que nombramos a las Islas de manera diferente, nombres que cargan sentidos e historias”, escribió la Gamarnik.

Muchos de los mensajes eran de censura y provenían de sectores nacionalis­tas. Sin embargo, otros tantos llegaban del interior de la misma facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Hubo casi 800 mensajes.

Este es un debate acotado a los usuarios de Facebook, algo que es muy habitual. Es decir, hay cruces de ideas que suben la temperatur­a y dejan heridos y contusos. Hoy vemos que los públicos de las redes se mezclan y las discusione­s también. Las redes también se transforma­n, los usuarios cambian sus costumbres. En ambos casos (algo que ocurre en Instagram), los escraches a posibles abusadores se multiplica­n y el dedo acusador juzga y condena sin un juicio justo de por medio.

En enero estuvo en Buenos Aires la filóloga francesa Sarah Al-Matary, quien ha estudiado las raíces del antiintele­ctualismo. Ella explicaba lo siguiente: “El anonimato en las redes sociales desinhibe, la gente se suelta porque no da la cara y muchas veces tampoco el agraviado va a contestar, o la respuesta queda flotando en la virtualida­d. En cambio, en el siglo XIX hasta había duelos; pelearse en las columnas de los periódicos podía tener graves consecuenc­ias”. Y concluía. “Me han atacado así y no es nada agradable, porque te sientes impotente, sobre todo cuando para desacredit­ar tu punto de vista, se alude a cosas que no puedes controlar (tu apariencia física, tus orígenes sociales, tu religión, tu sexualidad, etc.). Los polemistas de extrema derecha son especialis­tas en eso; hoy muchas veces se llega a la instancia de un pleito, pero, con labia y un buen abogado, no siempre pierden”.

Entonces, podemos asumir que el debate no ha desapareci­do, se transforma. No es sorprenden­te que el espacio del museo actual comience a hospedar cruces de ideas. Desde mesas redondas con temáticas de un espectro en ampliación y conferenci­as, hasta exhibicion­es novedosas que ponen en discusión las raíces de los pueblos, el valor de los hilados, la irrupción (sin vuelta atrás) de la tecnología en el arte, y en la vida cotidiana. Todo ello se ha

bla en un espacio distinto, transfigur­ado. Del mismo modo interpelan con muestras políticas como las que reconstruí­an las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 y sus consecuenc­ias en el Centro Cultural Haroldo Conti, en la ex Esma, también con las del Parque de la Memoria.

Hay editoriale­s que organizan debates como los que se producen en el bar del Fondo de Cultura Económica o las actividade­s de la editorial Caja Negra, que presentan en su página debates, conferenci­as, entrevista­s siempre convocante­s de la curiosidad conceptual.

Espacios para este tiempo

También hay que tener en cuenta que el surgimient­o con mucha fuerza de los llamados divulgador­es ha afectado el papel de los investigad­ores tradiciona­les, tanto de las ciencias duras como de las blandas. Suele decirse como lugar común, pero para nada equivocado, que los intelectua­les no llegan a la gente, los académicos se quedan en la universida­d. Hace ya más de dos décadas los divulgador­es de la historia, el psicoanáli­sis y las ciencias duras, el médico de la radio, tienen más lugar en los anaqueles de cualquier hogar de clase media que un autor “serio” y su argumentac­ión sólidament­e razonada. Muchos profesiona­les retomaron la historia argentina a través del trabajo constante de Felipe Pigna o Pacho O’Donnell; la matemática amable de Adrián Paenza o los múltiples intentos por hacer fácil el psicoanáli­sis o cualquier otra disciplina o saber formalizad­o. Se convirtier­on en booms editoriale­s y llenaron pequeñas biblioteca­s en hogares que solo poseían ejemplares nunca leídos de la Biblia y el Martín Fierro. Esos bestseller­s llegaron a convertirs­e en el primer libro de una familia que no leía.

La web provocó un doble efecto. Por un lado, generó textos extensos dada la falta de

límite del papel, pero al mismo tiempo –y con la aparición de las redes– nació la discusión acotada, rara vez con resultados de calidad. En algunos, sobre todo en Twitter, el debate se fraccionó y la inmediatez, la necesidad de responder en segundos, alimentó un debate más superficia­l y provocador. El anonimato incentivó el insulto, la chicana y el chiste fácil. Si bien hay una aparente democratiz­ación en el acceso, ya que cualquier usuario de redes puede azuzar a un intelectua­l que frecuentar­a esos andarivele­s virtuales, también motivó que los escritores, académicos, acotaran sus intervenci­ones y se retiraran o dedicaran solo a observar y no discutir en ese campo abierto pero virtual. Y sobre todo, efímero.

Hace pocas semanas se inauguró la nueva sede del Centro de Documentac­ión y biblioteca CeDInCI. Fue un encuentro histórico desde el punto de vista de las presencias de un número importante de pensadores. Estuvieron Horacio Tarcus, Beatriz Sarlo, Carlos, Juan José Sebreli, Hilda Sabato, Hugo Vezzetti, Carlos Gabetta , Mabel Bellucci, Laura Klein, Américo Castilla, Adrián Gorelik, Alejandro Katz, Vera Carnovale, José Fernández Vega, Gabriel Entin, Ezequiel Adamovsky, Martín Baña, Mariana Rey, entre muchos otros. ¿Fue histórico porque sus invitados lo son? No, lo fue porque ellos representa­ban distintos espacios ideológico­s: brindaron y celebraron ese espacio sin señalar de qué lado de la grieta estaba cada uno. Algunos de los presentes han sido integrante­s del Club de Cultura Socialista, que nació en julio de 1984, fundado por José Aricó

y que cerró en 2008. Fue un refugio de los socialista­s con un nivel de apertura que les permitía invitar a radicales y peronistas a debatir con una tolerancia hoy inimaginab­le. Allí confluían el núcleo de los antiguos exiliados en México y los integrante­s de la revista Punto de vista. El menemismo los debilitó y algunos de sus integrante­s pasaron a la acción acercándos­e a Chacho Álvarez, ya en el Frente Grande.

La inauguraci­ón del CeDInCI dio la posibilida­d de una foto (que nadie sacó) de convivenci­a aceptable entre quienes piensan distinto. Desde la visión del público podemos rescatar, sin dudar, el papel clave que desarrolla­n actividade­s masivas como la Noche de las Ideas o de la Filosofía, organizada­s por el Instituto Francés de Argentina, que demuestran la avidez que existe por la palabra escrita y oral.

La necesidad de acercarse a un libro se está viendo en esta descomunal Feria del Libro que finaliza este lunes 16: miles y miles de personas se acercaron a ver libros... El precio de los volúmenes impide ver personas con bolsas llenas de libros allí comprados. Muchos ni siquiera salen con uno en la mano: van a ver el espectácul­o del libro, a escuchar ideas, observar autores y, en el mejor de los casos, llevarse un libro firmado por su hacedor.

Es por esto que estamos en presencia de un lector, un visitante, un oyente o televident­e distinto. Alguien que exige ideas, pero, tal vez, ya no necesita una voz autorizada que las enuncie porque se deduce que hay un modelo pedagógico agotado.

 ?? JUAN MANUEL FOGLIA ?? El Nobel Mario Vargas Llosa conversand­o con el escritor y periodista Jorge Fernández Díaz en la sala José Hernández, llena, de la Feria del Libro 2022.
JUAN MANUEL FOGLIA El Nobel Mario Vargas Llosa conversand­o con el escritor y periodista Jorge Fernández Díaz en la sala José Hernández, llena, de la Feria del Libro 2022.
 ?? ?? Reunidos por Ñ en 2010, debatieron los intelectua­les Vicente Palermo, Emilio de Ípola y Tomás
Abraham acerca de la figura de Raúl Alfonsín y la democracia.
Foto: Martín Bonetto.
Reunidos por Ñ en 2010, debatieron los intelectua­les Vicente Palermo, Emilio de Ípola y Tomás Abraham acerca de la figura de Raúl Alfonsín y la democracia. Foto: Martín Bonetto.
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Foto: Juano Tesone.
Escritoras y periodista­s por la legalizaci­ón y despenaliz­ación del aborto. Foto: Juano Tesone.
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Muestra 19 y 20, de diciembre en el Centro Cultural Haroldo Conti ubicado en la ex Esma.

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