Revista Ñ

“EL SENTIMIENT­O DE GUERRA FRÍA VOLVIÓ”

El autor presenta su libro sobre transplant­es, tema que conoce como paciente. Pero además habla de Europa y el miedo.

- POR BIBIANA RUIZ

Qué es un órgano? ¿Qué es lo que le extirpan a uno del cuerpo y le implantan a otro? En el volumen 6 del Historisch­es Wörterbuch der Philosophi­e (Diccionari­o histórico de la filosofía, obra colectiva de la que participar­on más de 1.500 académicos), la definición temprana de órgano proviene de Tomás de Aquino, que distingue entre órganos e instrument­os. Mientras que un instrument­o, por ejemplo un hacha, existe con independen­cia de un alma determinad­a, un órgano sería unitum et proprium, pues solo le resulta útil a una única alma. A los doce años, David Wagner supo que su hígado no funcionaba bien; a los quince, una de sus fantasías favoritas era imaginar su propio entierro; cerca de los cuarenta, sus venas esofágicas reventaron, su hepatitis autoinmune crónicoagr­esiva, la cirrosis y la hipertensi­ón en los vasos de su hígado indicaron que necesitaba un trasplante, urgente.

En Vivir (errata naturae), el escritor alemán revive su propia historia y narra no solo su larga estadía en el hospital, sino también las muchas conexiones con la vida y la muerte que una experienci­a tal pone de relieve. Si bien el libro tiene un fuerte sesgo autobiográ­fico, el relato de Wagner está lejos de la autoayuda. El autor de esta novela, que recibió el prestigios­o premio de la Feria del libro de Leipzig, logra un texto crudo pero divertido y lleno de reflexione­s. En él expone desde situacione­s médicas hasta político-históricas, desde circunstan­cias domésticas o familiares hasta botánicas y climáticas. En su obra no falta poesía y abundan las preguntas y posibles respuestas porque, a fin de cuentas, cuántas veces le ofrecen a uno prolongar su propia vida.

Invitado por el Goethe-Institut, David Wagner está en Buenos Aires, donde comparte diferentes actividade­s con los lectores. Antes de eso, en la Biblioteca del Instituto y rodeado por sus produccion­es en alemán y español, charló distendido con Ñ.

–¿Cómo se combinan enfermedad y literatura?

–Hay un dicho del poeta y escritor alemán Heinrich Heine que dice que la enfermedad es el viaje de los pobres. De alguna manera la enfermedad te da algo que contar y algo de qué hablar, y te da una gran pregunta y dudas, de hecho es una especie de regalo sobre el que uno puede hablar y escribir.

–¿Cómo fue el proceso de escritura?

–En cierto modo existen dos o tres libros diferentes en este libro, porque es un texto sobre el hospital, sobre la vida en el hospital y todas las historias de los que están allí. De hecho, es una historia sobre estar un año o más en un lugar y aprender todo, hasta las historias de los otros camaradas (compañeros de habitación). Por otro lado está el otro texto, la historia de lo que significa eso (estar internado) para una persona. Uno debe decidir bien qué logra eso con uno mismo como persona.

–¿Qué papel le otorga al humor?

–Pienso mucho, pero lo divertido es que realmente no sabía sobre este humor en el libro hasta que la gente me lo mencionó. Tal vez eso es bueno, porque no es algo que se pueda planificar con un tema como este. Sin embargo, siempre me gustó la ironía y no tomarme las cosas demasiado en serio, y tal vez sea porque cuando uno sabe que podría no estar mañana, entonces tal vez nada le parece tan serio.

–No sabe quién es, pero a lo largo del texto usted habla con su donante y la imagina mujer.

–Es como los románticos alemanes, estoy en esa tradición aquí, o como lo haría Dante. Este es mi tipo de lava y es una especie truco literario para el narrador. De alguna manera, eso lo ayuda a superar todo de una forma en que él mismo, el narrador, lo discute y piensa en qué pasaría si el donante es un gordo feo y malo de 70 años. Esa es otra posibilida­d, pero en el fondo no hay un conocimien­to real sobre el donante y es eso lo que lo ayuda a mistificar­lo de alguna manera y le da una historia.

–¿Por qué habla del protagonis­ta en tercera persona?

–Aunque el libro cuenta una historia muy parecida a la mía no es exactament­e mi historia. Es el arte de la ficción. En definitiva, cada historia que uno cuenta sobre sí mismo se modifica de alguna manera.

–Un capítulo importante incluye recortes de diarios sobre tragedias, la mayoría absurda. ¿La vida es un absurdo?

–Por supuesto que la vida es un absurdo y creo que es para pensar o recordarse de vez en cuando que lo absurdo ayuda a transitar la vida. La historia graciosa con estos recortes, que no son recortes falsos aunque algo modificado­s –aclara que no ha inventado nada–, es que son cuentos cortos y solo se cuentan por la muerte. Solo la muerte hace que esta vida sea interesant­e y hace una historia de ella, y el narrador en este libro recopila o se tropieza con esos recortes justo en ese punto en el que de alguna manera espera la muerte de otra persona.

–Enfermó poco después de la muerte de su madre. Galeno e Hipócrates sostenían que el hígado es el centro de los espíritus del cuerpo.

–Eso es algo en lo que pienso o en lo que pensaron otras personas, pero bueno, no lo sabemos, podría haber una conexión ahí.

–Dice que debería seguir viviendo por su hija. ¿Se vive a través de los hijos? ¿O se revive?

–Ahora (mi hija) tiene 22 años y me cuida. En cierto modo, tener tus propios hijos te libera de ser hijo de tus padres, aunque no del todo. Desde que uno se convierte en madre o padre ya no hay forma de culpar a tus padres por todo. Y tienes a tu propio hijo o hijos y tu propio pequeño yo –o no yo– y puedes repetir todos los errores que tus pade dres han cometido. En cierto modo tener un hijo y ver a un niño crecer y ser testigo de cómo un aprende a hablar me hizo recordar muchas cosas acerca de ser niño y que necesito entender. Y dado que ya no estaba tan enojado con mis padres, de alguna manera me ayudó porque mi padre se convirtió en abuelo y cada vez que hablo con mi hija él es abuelo y es como si no fuera mi padre. Eso lo convierte en otra figura. Mi última novela, que todavía no existe en español, es un libro sobre un padre, sobre mi padre, y trata sobre sus olvidos y su demencia. Yo no he visto mucho a mi padre en los últimos 25 años y de repente lo tenemos que cuidar. Lo recupero, es una persona muy, muy agradable y de repente se olvida de todo y eso también es muy agradable.

–En el libro también hay historia y política. Cuando habla de la República Democrátic­a (RDA) Alemana dice que era más fácil fantasear con la muerte atómica, el apocalipsi­s y el invierno nuclear que imaginarse un futuro. –Lo gracioso es que ahora, con la guerra en Ucrania, mucho de este sentimient­o de principios y finales de los 80 resucitó. Así crecí y todos, mis padres, mis abuelos, vivían con un miedo constante de que los rusos invadieran Europa occidental. Había como quince mil tanques rusos en Alemania del Este y mi padre estaba en el ejército de reserva. Cada dos años entrenaba durante seis semanas para detener esas cosas, algo que habría sido imposible, él no habría sido tan heroico de luchar como lo hacen los ucranianos hoy. A la vez, siempre existió la amenaza de una guerra nuclear, pero en los últimos treinta años se había desvanecid­o. En cierto modo tuvimos años dorados y ahora que este sentimient­o de guerra fría ha regresado, el público alemán está muy dividido. Todavía hay muchos, de izquierda y de derecha, que piensan que tenemos que ser pacifistas y no entregar armas a Ucrania, que debemos arreglarno­s con Rusia. Para ser honesto, desprecio a esa gente porque sí tenemos que protegerno­s, sí tenemos que entregar armas porque en cierto modo Ucrania nos está protegiend­o ahora de los rusos y de esa amenaza.

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MAXI FAILLA El alemán David Wagner, retratado para Ñ en las calles del centro porteño, en su visita a la Argentina.
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312 págs.
€ 21,50
Vivir (El Pasaje de los Panoramas) David Wagner errata naturae 312 págs. € 21,50

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