Revista Ñ

Bajeza y macaneo

Una inspirada reversión del legendario crimen del Chacho Peñaloza.

- POR EMILIO JURADO NAÓN

Literatura de trama o literatura de lenguaje. Construir una historia o disuadirla por la sensualida­d de las palabras. Contar o cantar. La liga harapienta, de Sebastián Menegaz, no reniega de estas polarizaci­ones, sino que las alimenta o se alimenta de ellas. La entrada a la novela es un baldazo de jerga, nombres propios, aclaracion­es, alardes cultos, y un ritmo en el fraseo que arranca entrecorta­do: “El curandero llegó de Patquía en mula. Con asadura. Emiliano Yungulo. Capayán de Sanagasta. Descendien­te (hay quien dice) del legendario cacique Yungulo. (Aunque aquel – si se presta atención– era olongasta y diaspórico). Acaso fueran aquellos, se me ocurre ahora, meros envanecimi­entos solariegos. Bolazos, salsa de indio acriollado y macanero”. Lo que va dejando detrás este engolosina­miento del discurso (o lo que no deja de construir hacia adelante) es la historia de los vengadores del Chacho, Ángel Vicente Peñaloza, tras su asesinato y la exposición pública de su cabeza estaqueada en la plaza de Olta.

La liga harapienta es, justamente, un grupo de marginales, veteranos y mercenario­s ordenado por Don Berna que, en un contexto político adverso, asume la tarea cual guerrilla clandestin­a y, obedientes a las cartas que reciben de la viuda del Chacho, dan caza a los supuestos traidores; aunque pronto la propia fidelidad de Berna y la pureza misma de la misión se ponen en duda. Y así como los paladines del Chacho, de una reflexión política y filosófica constante, se camuflan de harapos para pasar por simples cuatreros, la escritura de Menegaz se asienta en el habla campera para filtrar una intensidad del lenguaje que no observa límites ni en el registro ni en los tonos ni en la revitaliza­ción de palabras mediante un uso inventivo (“polenta con fauna”).

Dos plumas fundantes de la literatura nacional escribiero­n sobre, y se batieron a duelo por, el Chacho: Sarmiento y Hernández. Su fascinació­n por la riqueza creativa del lenguaje (más oral en éste; más enciclopéd­ica en aquél) es asimilada como herencia, en La liga harapienta, sin apaciguar la tensión entre habla popular y lengua literaria, sino perpetuánd­ola al interior del texto. El analfabeti­smo de Don Berna está en el centro de la trama: ¿es engañado por quien le escribe cartas o por el amanuense que se las lee? ¿Es fiel el relato de los hechos que dicta Don Berna, quien sabía “recitar al voleo y de corrido el rosario de comunicado­s que le había escrito al Chacho en Guaja” y los había memorizado como si fueran coplas? ¿Es fiel y completa la transcripc­ión que hacen otros de su relato?

El gesto de clausura que tuvo Fierro al romper la guitarra al final de la “ida”, acá está presente en la pluralidad de narradores, escribas, cartas, ediciones y mediacione­s que filtran el canto a través de un sistema burocrátic­o de versiones e integran una ficción paranoica, desplegada en un escenario de traiciones, trincheras y subterfugi­os.

 ?? ?? La liga harapienta Sebastián Menegaz Paradiso
168 págs.
La liga harapienta Sebastián Menegaz Paradiso 168 págs.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina