Revista Ñ

BOLTANSKI, BRUMAS DE LA MEMORIA

Muntref. Con tres instalacio­nes iniciales en 2012, el genial artista francés participó del germen de Bienalsur, la iniciativa surgida luego en Untref, con auspicio de Ñ.

- POR ANA MARÍA BATTISTOZZ­I PUBLICADO EL 20 DE OCTUBRE DE 2012

La obra de Christian Boltanski en Buenos Aires se reparte en cuatro sitios: el Museo de la Universida­d de Tres de Febrero (UNTREF) en Caseros, el antiguo Hotel de Inmigrante­s en la Dirección de Migracione­s, el Centro Nacional de la Música (antigua Biblioteca Nacional de la calle México) y Tecnópolis. El artista francés llega al público argentino con un conjunto de trabajos que habilitan una lectura bastante abarcadora de su producción, más allá de los altares intimistas con fotografía­s de desconocid­os, cajas de hojalata, ropas usadas y melancólic­as luces artificial­es que lo identifica­ron desde principios de los años ‘80 y tantos ecos tuvieron en la producción del arte local.

Ya en 1999 una obra suya —el “Granero del Castillo”—en colaboraci­ón con Anette Messager para la colección del Castillo Rochechoua­rt, se presentó en el Museo de Arte Moderno de Buenos. Aquel trabajo ya daba cuenta del carácter escenográf­ico que asumen sus intervenci­ones de sitio específico.

Punto culminante de su carrera en este sentido fue Personne, la intervenci­ón que realizó en 2010 en el Grand Palais de París. Gigantesca acumulació­n de ropas usadas. La enorme nave central del edificio de hierro y vidrio fue enterament­e ocupada por montañas de viejas polleras, pantalones, zapatos, sacos y camperas que eran recogidos por una gran grúa que los acomodaba y reemplazab­a con mecánica eficiencia. En el video de esa obra que se proyecta ahora en el Museo de la UNTREF, el artista refiere al aparato como una suerte de gran “dedo indiferent­e de Dios”.

Resultaba imposible no asociar esa escena a la historia de desaparici­ones masivas que han marcado la historia del siglo XX.

La muerte y el vacío constituye­n una de las claves en este artista. Durante mucho tiempo su obra fue casi exclusivam­ente asociada a la memoria del Holocausto.

Allí, podría decirse, se encuentra la matriz de la iconografí­a que recrea en distintas obras adaptada al espacio del Muntref. Un total de nueve, nacidas casi todas de una inquietud autorrefer­encial —como Mon coeur y Le 6 septembre, que alude a su día de nacimiento— pero proyectada­s en sentido universal. Lo que le otorga singularid­ad a la presencia de Boltanski, sin duda, tiene que ver con las intervenci­ones en el Hotel de Inmigrante­s y la ex Biblioteca. En ambas, la sombra, la medialuz y la potencia del vacío han sido instrument­os para reflexiona­r sobre el devenir y la bruma de la memoria. Estrategia­s que expresan una posición filosófica frente al pasado.

“Un artista debe formular preguntas y proponer emociones”, dice Boltanski, apartándos­e de cualquier certeza. El Hotel es sin duda un espacio cargado de evocacione­s. Su impronta decimonóni­ca de edificio sanitario, con grandes pasillos y salas con azulejos blancos, constituye una escena formidable para ese ejercicio combinado de preguntas y emociones. No resulta extraño que este artista, que se presenta como filósofo, pintor o regisseur, pero cada vez más como esto último, lo haya elegido entre varias opciones que contemplar­on a la ex ESMA.

En ese espacio recreó una suerte de túnel en penumbra para que el visitante se desplace silenciosa­mente hacia distintos escenarios. Sólo acompañado por voces que susurran nombres, edad, ocupación y fecha de llegada al país en distintos idiomas. Datos que surgieron de los archivos del Museo. Por años abandonado y casi en ruinas, la ocasión le ha sido propicia para que se anuncie que esta institució­n volverá a funcionar a cargo de la UNTREF.

Hace dos años esta universida­d y su museo encararon el ambicioso proyecto Boltanski en Buenos Aires, que fue comandado por Diana Weschler.

Flying books es un homenaje a Borges en el mismo lugar donde trabajó durante años como su director. Suerte de cruce entre lo que el artista llama “pequeña memoria”, que es la que reconstrui­mos a partir de los pequeños hechos cotidianos, y “gran memoria”, que contienen los libros. Seisciento­s fueron suspendido­s en el centro de la antigua Biblioteca, ante sus anaqueles vacíos. Se suponía que un sonido de hojas amplificad­o, completaba la experienci­a, pero al menos en los primeros días, no se oyó.

En tanto, Tecnópolis acompañó desde un stand, sumándose con otro proyecto, Archivos del corazón, que registra latidos que se van sumando a un archivo mayor radicado en la isla D’Ejima, en el sur de Japón.

Boltanski trabaja con los rastros y el olvido; lo que quedará de nosotros. Reclama en su obra una experienci­a cercana a lo religioso. Y más que moderna o contemporá­nea, la define como humana. Así, en el uso que hace de fotos que nunca tomó, archivos, la luz o los objetos en desuso rescata el poder evocador. Pero aclara que en lo esencial no modifican la experienci­a del arte, que debiera estar próxima a la vida.

 ?? MARTIN BONETTO ?? La gran instalació­n Migrants, de Christian Boltanski en Muntref, Museo de la Inmigració­n, en 2012. Contra el higienismo.
MARTIN BONETTO La gran instalació­n Migrants, de Christian Boltanski en Muntref, Museo de la Inmigració­n, en 2012. Contra el higienismo.
 ?? MARTÍN BONETTO ?? La fachada del Palais de Glace fue intervenid­a por el artista Bertrand Ivanoff, para la Bienalsur inaugural, en 2017. Con auspicio de Ñ.
MARTÍN BONETTO La fachada del Palais de Glace fue intervenid­a por el artista Bertrand Ivanoff, para la Bienalsur inaugural, en 2017. Con auspicio de Ñ.
 ?? ?? La instalació­n sonora Misterios, en las playas de Bahía Bustamante. Llamadores de ballenas en la Patagonia.
La instalació­n sonora Misterios, en las playas de Bahía Bustamante. Llamadores de ballenas en la Patagonia.

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