TESTIGO DEL CAOS, EN BELLAS ARTES
Entrevista con Luis Felipe “Yuyo” Noé. Las paradojas del orden están en el núcleo de su obra plástica. Es el único de los cuatro miembros de la Nueva Figuración que ha tenido una retrospectiva en vida en el MNBA. Aquí, preparándose para esa muestra histór
Tiene 74 años Luis Felipe “Yuyo” Noé cuando abre las pesadas puertas de hierro de su casa con saltos ágiles, invitando a entrar a un inmenso salón repleto de cuadros, objetos y fotografías coleccionadas a lo largo de una vida de recorrer países, desde China hasta España. En esta tarde agobiante de enero, Yuyo Noé, uno de los grandes pintores del país, alza la vista y se sienta en medio del salón como en medio de sus pensamientos. “Bueno, ¿de qué querés charlar?”, dice –hosco y gracioso a la vez– observando el grabador.
–¿Usted proviene de una familia de artistas?
–No, mi familia era de sombrereros, mi abuelo tenía la sombrerería Noelis, en San Telmo. Aunque mi padre, quien tuvo influencia sobre mí, era un abogado con pasión por la literatura y la historia, un gran “animador cultural”. Por ejemplo, organizó en la Asociación Amigos del Arte, muy importante por los años 20, 30, 40, las primeras exposiciones de Pettoruti, Xul Solar y Figari. Yo me crié ahí, en ese ambiente.
–¿Cómo empezó a pintar?
–Como comienzan los chicos: pintando. Y luego, teniendo ganas. Quería ir a la escuela de Bellas Artes Belgrano pero por mi padre hice un bachillerato normal, que me permitió otro tipo de formación.
Cuando terminó su secundario, por complacer a su padre, Noé empezó a estudiar Derecho. Pero en simultáneo pintura con Horacio Butler. No duró mucho con Butler ni con el Derecho.
–¿A qué se dedicó entonces?
–Con la ayuda de mi padre entré a trabajar en el diario El Mundo, haciendo crítica de arte.
–¿Cómo hacía las críticas?
–Con mucho respeto a los pintores, porque yo quería ser un pintor. Y para mí la crítica era, además, una voluntad de comprender, de explicar lo que ellos buscaban.
–¿Cuándo realizó su primera exposición?
–En el 59. Y naturalmente lo invito a Butler. Llego media hora tarde porque ¡tenía un miedazo...! Y me lo encuentro en la puerta a Butler, parado, que me dice: “Llegué más temprano por si no me gustaba, pero lo estaba esperando para decirle que usted, haciendo lo contrario a lo que yo le enseñé, ha hecho una pintura que le ha dado un gran resultado”. Esto habla de la magnífica persona que era.
–¿Cómo fueron los años previos al grupo Otra Figuración?
–Bueno, yo siempre digo que el 59 fue importante porque fue el año de mi primera exposición pero también porque comenzaban a armarse grupos de artistas. Los más interesantes fueron el grupo Espartaco, liderado por Ricardo Carpani, que proponía una experiencia de lo que ellos asumían de lo moderno pero para hacer una pintura social; y el grupo de los informalistas, liderado en ese momento por Alberto Greco y Pucciarelli, que tenían una gran rivalidad entre sí. Con el tiempo creo que es evidente que lo más interesante del grupo era Greco en sí mismo.
–¿Qué era lo que tenía Greco?
–Greco contagió un espíritu de época que yo llamaría “antiinformalista”, es decir, contra todo formalismo. En ese sentido, a mí me tocó mucho, Greco. El 5 de octubre de 1959, el día de mi primera exposición, me hice amigo de quienes vinieron entusiasmados: Greco (a quien había conocido levemente hacía años); Macció, que había expuesto ese año también una pintura figurativa y gestual, un poco inspirada en De Kooning; y Jorge de la Vega, a quien yo conocía desde mis 15 años, cuando él tenía 18. Se me acercó, y me dijo que él, que era un pintor geométrico, estaba un poco cansado de la geometría y le interesaba salirse de eso y que mi pintura le interesaba en ese sentido.
–¿Qué era lo que De la Vega veía en su pintura?
–Mi propuesta de hacer figuración pero a partir del informalismo. Era el entenderme con todo el vitalismo de la pintura action– painting, del informalismo y de todo eso, pero para pintar el mundo que me rodea, que tiene cabecitas, figuras y demás. Poco después mi padre me dice: “Mirá, la fábrica de sombreros se está liquidando, y ahí tenés espacio de sobra para pintar”. Y entonces me fui a trabajar ahí. Al poco tiempo vino Greco. Poco tiempo después, Macció. Y luego, De la Vega.
–¿Ese fue el comienzo del grupo Otra Figuración?
–Sí, ahí comenzó la historia de la nueva figuración, conversando. Y luego se incorporó Deira. Y en el 61 hicimos la primera exposición. Greco no estaba porque decía que para él era un retroceso volver al uso de la figuración. Sin embargo él, al poco tiempo, cuando nosotros, De la Vega y yo, nos fuimos a Europa, expone los cuadros que estaba haciendo en ese momento, una serie que se llamaba Las monjas. El título mismo indicaba cierta cosa figurativa. Y ahí empezó él con sus dibujos, las escrituras, que son formidables, llenos de representaciones.
–¿Qué pasaba con el grupo mientras Greco hacía todo esto?
–Ya a fin de año nos encontramos todos en Francia. Yo tenía la beca del gobierno francés y De la Vega los ahorros que había juntado como dibujante de perspectivas para arquitectura. Vivíamos en una localidad contigua a París. Después cayeron Deira y Macció, que compartían un taller en otro lugar suburbano. Greco llegó hacia fin de año. Ahí estuvimos todos, en el 62.
–¿Cuáles eran sus sensaciones en ese encuentro con Europa?
–Yo ya había hecho una exposición que haNacido
bía tenido mucho éxito, la vendí toda en esas dos semanas. Y me decía: “Yo creo que estoy rompiendo algo, pero ¿qué carajo estoy rompiendo, si esto se vende como caramelos?”. Entonces ahí tuve ganas de romper verdaderamente con algo. Yo ya hablaba de caos, pero era un caos que tenía algo de atmosférico, era un caos romántico. Yo sentía que en un mundo de tensiones el elemento ruptura era fundamental. Y ahí estaba pensando en comenzar por romper la unidad. Al volver de París hicimos una muestra en la galería Bonino, la mejor de ese momento, y tuvimos mucho éxito.
–¿Por qué piensa que esos cuadros se vendían tanto, si eran supuestamente de ruptura?
–Bueno, te das cuenta que tan de ruptura no serían... Pero a partir de la segunda muestra, no vendimos nada. Y yo a partir del 62 no vendí nada durante años.
–¿Y de qué vivía?
–Tuve una sucesión de premios y becas.
Después, cuando fui a Estados Unidos en el 64, mi obra se fue extremando y se convirtió en instalaciones caóticas, que se continuaban por el piso, por el techo, que invadían el espacio.
–Ya en el 64 comenzó a aparecer el concepto de “caos”, fundamental en su trabajo.
–”Caos” para mí no es desorden sino el orden permanente de la vida, de lo que va cambiando. En ese sentido, el concepto de orden que uno tiene es el de por ejemplo, entrar, ordenar tu cuarto, tu casa, te vas, y cuando volvés, porque entraron ladrones o la policía, se encuentra todo desordenado. Pero ese es un concepto de orden y desorden estático. Caos no es el desorden del orden, sino una conciencia no estática sino dinámica. Es lo que permanentemente se va transformando. En Física ahora hablan de caos porque hablan de lo impredictible. Para comprender el sistema de pensamiento de ese caos es muy importante la dialéctica. Por eso también me fascina Hegel.
–¿Por qué lo convirtió en su tema?
–Porque mi cosmovisión es el caos. Mi forma de entender el mundo es el caos. Pero el caos no me asusta para nada, me fascina, quiero entenderlo, es un poco como esto: en un partido de fútbol están todos corriendo, y de repente un fotógrafo, ¡pack!, saca una foto. Pescó ese momento y quedó estático. Bueno, yo soy artista de un arte estático, como la pintura. Lo que me interesa es el movimiento dentro de lo estático, la comprensión de la estructura de eso que se mueve. El poder aprehender lo que se mueve en un flash. Y a veces la única manera de entender es con el sistema de las paradojas, que son otra cosa que me fascina y se vincula con mi concepto de caos. Y a mí me interesa entender la doble faceta de las cosas.
–Mirando para atrás, ¿qué cosas de su carrera no volvería a hacer, no repetiría?
–Tal vez, no volvería a parar de pintar como lo hice, durante nueve años. Pero en esa época era natural que yo lo hiciera, porque fue una cosa que necesitaba hacer para poder entender. Yo me había ido alejando del plano, y volver me costó mucho tiempo.
–¿Para qué diría que le sirvió el arte, si es que le sirvió de algo?
–Bueno, para ser este con quien vos estás hablando. No sé si vale la pena, pero es lo que soy.