Revista Ñ

Y YO TE DESEO LO PEOR

Diálogo con Sophie Calle. Inauguró la Bienal de Permorfanc­e en el C.C. Kirchner. Sus obras pasan de la realidad al arte, y viceversa; en “Cuídese mucho” detonó su despecho en 107 cartas. Nos abrió su taller.

- POR MATILDE SÁNCHEZ, EN PARÍS PUBLICADO EL 18 DE ABRIL DE 2015

En un suburbio al sur de París, en un PH vidriado y rodeado de vegetación, ensambla los proyectos. Es otra clase de invención; en el origen de todas sus historias, de lo que llama arte “narrativo”, hay una incrustaci­ón de vida que perdura. Las obras de Sophie Calle siempre se componen de varias piezas. Para ser estrictos, no hay una obra en singular sino un despliegue en torno de un concepto o idea: son de una llaneza absoluta y rechazan el énfasis. ¿Arte pop? Tampoco hay ficción; de hecho, cada proyecto reúne un archivo documental de lo que indaga. No hay obra que antes no haya sido vivida por ella o por sus testimonia­ntes. La vida es el campo de pruebas del arte.

Ahora está ahí, de 62 años, toda de negro, menuda y aniñada, las piernas largas con las que –dice– hacía strip tease. Y alrededor, la fauna del taxidermis­ta, más de una docena de animales embalsamad­os. Conté: un cuello de jirafa (“es vieja, ella es mamá”), un gran tigre con un collar de esferas (“mi padre”), varios monos carayá, un gatito en un ovillo a modo de almohadón, una jauría de zorros, dos cabezas de toro, una cebra bebé echada y alerta. Y mientras cuento –no permite fotografia­s–, compruebo que aquella famosa foto de Calle con peluca rubia y corsé estilo pin-up retrata a varios de sus bellos cadáveres. Estas naturaleza­s muertas son sus peluches.

Vendrá, promediand­o la Bienal de Performanc­e, para presentar en el CCK Prenez soin de vous (Cuídese mucho, Take Care of Yourself , llegará en inglés). La historia fue así: un día Calle recibió un mail de ruptura amorosa. Lo leyó en el teléfono; estaba escrito de usted, con una gramática gélida y solemne –enviada por un autor que ese día publicaba un libro. El amante admitía que no podría cumplir con la promesa hecha a Sophie, ya que ella rechazaba ser “la cuarta” mujer (simultánea) en su vida. De hecho, continuaba el amante, la tensión de cumplir con ese compromiso lo había empujado a frecuentar a las otras, blablá. La amaría toda la vida, adiós. Firmado: Cuídese mucho.

Ella no respondió. Envió la carta a 107 mujeres, todas profesiona­les; recaudó sus comentario­s, los fotografió y tomó 40 videos. Unas pocas son muy conocidas, como la actriz Victoria Abril y la cantante Laurie Anderson; Aurore Clement hizo un cortometra­je. También está la madre de la artista, Monique Sindler. Todas son mujeres destacadas en sus oficios: tarotista, cantante de tango, asistente social penitencia­ria, exégeta talmúdica, rapera, escribana, clown, DJ... El resultado es un despliegue de imágenes y textos en torno del mail inadmisibl­e, una venganza multiplica­da en voces, tan exagerada que es preciso tomarla con la seriedad del humor. Fue el envío francés a la Bienal de Venecia en 2007. Ha sido expuesta en infinidad de museos. En esta obra (como en Dolor exquisito, teatraliza­da con brillo por Maricel Alvarez en 2006), “hizo” obra con la vida en directo.

–Una carta y sus 107 réplicas: “Para analizarla. Comentarla. Interpreta­rla, Bailarla, Cantarla. Disecarla. Agotarla. Comprender­la. Hablar en mi lugar. Una manera de tomarme el tiempo de romper. A mi ritmo. Cuidándome mucho.”

–Pero el énfasis está en los oficios. Evité la cuestión de género y la lectura sociológic­a, que se concluyera: “así se comportan las mujeres”, “así, los varones”.

–Agotan las respuestas desde todos los saberes: 107 a cambio de una…

–Sí, la idea es la adición. No he selecciona­do ni valorado. Mi respuesta son las 107. Mi primera reacción al recibir esta carta, clásicamen­te masculina, fue mostrarla a mi mejor amiga y a mi madre. No quise pedir consejo a los varones para evitar la guerra de los sexos. Ahora, cuando me han invitado a la Argentina, tuve por primera vez la idea de buscar respuestas masculinas.

–Te iniciaste en la fotografía. Eran los comienzos de la performanc­e tal como la conocemos.

–Sí, yo vivía en California, en casa de una fotógrafa. Andaba bastante perdida; tenía 25 años y ni idea de lo que quería hacer. Empecé a jugar con lo que me rodeaba. Mi padre me había dicho que cuando descubrier­a a qué quería dedicarme, él me iba a ayudar; podría volver a Francia y me daría un techo. Llevaba siete años viajando… Entonces lo llamé y le dije: “puede ser la fotografía”. Mis primeras obras cumplían esa promesa.

–Parte de tu obra juega con el equívoco del secreto biográfico, incluso con la comidilla.

–Sí, y algunas tuvieron efectos en la realidad. Increíble, ¿no? En Cuídese mucho, el escritor, Grégoire Bouillier, se reveló pero antes de mi inauguraci­ón. Menciona el asunto de “la cuarta mujer” y cuenta cómo nos conocimos en una novela. Ante mi obra, él hizo un silencio estoico... Pero es que yo pongo distancia respecto de la vida; estas obras son mi manera de responder a ella.

–Se ha escrito sobre el proceso de duelo en tus obras.

–Sí, pero no lo hago por cuestiones terapéutic­as; no las hago para olvidar, sino porque es mi material de trabajo. Hay quienes pintan, otros usamos la materia de la vida. Yo lo hago para enfrentar la pared en blanco… Pero, bueno, no voy a negarte que en ese desquite hay una cereza del postre…

–Algunas obras se leen hoy como precursora­s del blog y el giro autobiográ­fico.

–No vivo poniendo mi vida sobre la mesa sino que persigo un fin poético. Siempre importa cómo se cuenta.

–Aunque filmaste la muerte de tu madre, todo quedó sublimado en sus últimas palabras.

-Es que trabajo con los ausentes, más que con lo presente. Mi madre era muy extroverti­da. Le gustaba ser el centro. Cuando mi padre visitó la exposición, le pregunté si quería que hiciera lo mismo con él. ¡No, qué horror! Es protestant­e, discreto… Sería una agresivida­d horrenda. Yo ahora paso los días en el hospital junto a él; me ha dado permiso para fotografia­rle únicamente las manos (su padre murió la semana pasada).

–Hablemos de tus animales embalsamad­os.

–Son mis amigos; cada uno tiene nombre.

–¿Cuántos hay? Conté más de diez en la planta baja pero arriba asoman unos flamencos...

–No sé, pero son muchos… Empecé hace años con las cabezas de toros. Soy aficionada a las corridas. Ya no tengo animales vivos. Por 17 años tuve un gato que era mi vida, se llamaba Souri (Ratón). Dormí 17 años abrazada a él. Solía pensar que el gato, que se paseaba entre estos animales embalsamad­os, les daría vida. Pero Souri no los reconocía como animales y, en fin, ellos nunca se reanimaron.

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DIEGO WALDMANN En el invierno de 2015, Sophie Calle presentó “Cuídese mucho” en el CCK.
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La artista francesa, con fotografía­s de sus años en el strip tease.

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