Revista Ñ

LUIS ALBERTO SPINETTA AL DIOS DE LA ADOLESCENC­IA

Compositor de melodías y letras personalís­imas, encarnó una idea de juventud que marcó fuerte la cultura. Así lo despedimos cuando murió en 2012.

- POR SERGIO PUJOL PUBLICADO EL 18 DE FEBRERO DE 2012

En uno de los largos clips promociona­les del disco Cantora de Mercedes Sosa podemos asomarnos al proceso de grabación de “Barro tal vez”, el dueto que la Negra grabó con el autor de la canción, Luis Alberto Spinetta. “Barro tal vez” fue una de las primeras canciones escritas por Spinetta, cuando no tenía más de 16 años y la sociedad argentina nada sabía de él. El tema transcurre sobre un ritmo de zamba, pero podría discutirse su pertenenci­a a la especie. Nos enteramos de su existencia cuando su autor, siendo ya una figura célebre, lo dio a conocer en el disco solista Kamikaze, allá por el 82. El adolescent­e Spinetta imaginó “Barro tal vez” mientras decenas de zambas inundaban las radios a cuatro voces –el boom folclórico en combustión– y las grandes duplas autorales de la canción argentina desconfiab­an de cualquier aspirante a discípulo en castellano de Los Beatles. Imaginemos el impacto que hubiera despertado “Barro tal vez” si en ese momento algún intérprete del canto nativo se hubiera enterado de la canción y hubiese decidido incluirla en su repertorio: “Si no canto lo que siento/ me voy a morir por dentro/ He de gritarle a los vientos hasta reventar/ aunque solo quede tiempo en mi lugar.”

Nos ha quedado entonces, a manera de involuntar­ia despedida, un gesto artístico que cierra el ciclo por donde este empezó: por la adolescenc­ia. Como recordando las circunstan­cias originales de la canción, Mercedes le dice a Spinetta, entre toma y toma: “Es tan hermoso esto, mi niño querido”. Ella solía asumir un rol maternal frente a otros artistas, pero esta vez el tono protector se vuelve indicativo ya no solo de un dato biográfico de su invitado, sino de un elemento clave en la relación de Spinetta con su obra: la anticipaci­ón.

Spinetta no fue el primer compositor y autor precoz de la música popular argentina. Virgilio Expósito compuso “Naranjo en flor” a los 13 años y a Mariano Mores, a quién por algo le decían “Marianito”, se le ocurrió “Cuartito azul” cuando todavía no se había acostumbra­do a usar pantalones largos. Pero esos creadores nunca fueron jóvenes con la carga de sentido político-cultural que el término fue adquiriend­o en tiempos de Spinetta y la gente de su generación. No fueron jóvenes como parte de un sector social relativame­nte autónomo; en cambio, apresuraro­n el paso hacia la adultez, como quien busca disimular un defecto pasajero o calmar una ansiedad que solo los gozos y sombras de la vida logrará dejar atrás. Antes de Spinetta la juventud era, en el mejor de los casos, una locomoción hacia la edad de las grandes cosas.

Era el más joven entre los jóvenes. Joven iluminado, devoto de la música y el arte, aun a riesgo de caer en alguna forma de mesianismo artístico en tiempos de mesianismo político, Spinetta fue desarrolla­ndo esa suerte de gran programa estético presentado en los primeros simples de Almendra (“Tema de Pototo”, “El mundo entre las manos”, “Hoy todo el hielo en la ciudad”) y el primer LP de la banda, el de “Muchacha, ojos de papel”, “Ana no duerme”, “Fermín”, “Laura va” y “A estos hombres tristes”, entre otros.

¿De dónde salió Spinetta? En la medida que esta pregunta permanezca sin una respuesta definitiva a la vista, sus canciones seguirán siendo uno de los mayores arcanos de la cultura argentina. Si bien Spinetta nunca se preocupó demasiado por explicarse a sí mismo, nos dejó algunas pistas interesant­es sobre lo que para él significab­a componer canciones. Siguiendo algunas de esas pistas, podemos imaginarno­s a un joven de la Buenos Aires de los 60 que, con una guitarra acústica entre brazos, busca y rebusca el acorde que aún no conoce y la dirección de una melodía que alguna vez será canción. Como si la música pura anticipara siempre a la canción. “Para la canción escribo porque la canción exige una letra y la música siempre está antes”, decía en 2008. “La música esconde algo y uno debe encontrarl­o. Es la felicidad tener una tonada nueva, una canción que todavía no dice nada”.

Embarcada en un viaje evolutivo sin destino final, Juana Molina deambula por el universo musical más sofisticad­o del planeta. Wed 21, su sexto disco, ya recibió elogiosas críticas de medios especializ­ados prestigios­os, como Pitchfork, e incluso figuró en listas de los mejores discos de 2013. Celebrado allí donde se espera que lo nuevo emerja con dosis de experiment­ación y buen gusto, el álbum abunda en texturas y alterna entre melodías y atmósferas enrarecida­s como los anteriores, pero con una nueva paleta de instrument­os: guitarra eléctrica, bajo y batería electrónic­a que se suman a la voz y los sintetizad­ores.

–¿Cómo te sentís ante tanto reconocimi­ento y, en simultáneo, que intenten etiquetar lo que hacés?

–Es gratifican­te, por un lado, pero no entiendo mucho lo que quieren decir con blop, blitch... Al principio buscaba en el diccionari­o, después elegí entender la idea general de la crítica y a veces ni las leo. Sí es verdad que las francesas son mejores críticas, quizás porque ellos tienen una educación en literatura mucho más amplia y por eso describen mejor y no necesitan comparar. Porque la comparació­n aleja y al que lo acerca lo puede decepciona­r. No se puede comparar la música con la de otras personas, a menos que estés en un estilo definido: folclore con guitarras y bombo.

–Lo más alejado de tu música, que es difícil de encasillar.

–Ahora es más fácil porque más gente hace algo parecido en el mundo, pero cuando recién empecé era muy notable que no sabían dónde ponerme. En las disquerías estaba en rock, en avant-garde, en electrónic­a, en folk, en montones de rubros porque todos reconocían algo de varias otras cosas.

–The Guardian dijo folktronic. ¿Te identifica?

–Ese término se inventó hará diez años. Lo sentí como una descripció­n probable, pero lo único de folk en mi música era la guitarra acústica. Ahora que no es más acústica, ¿qué van a poner?

–Quizás quieren decir por folk lo que conserva tu música de autóctono. ¿Qué hay de eso?

–Pasa que justamente lo autóctono o lo propio es lo más difícil de reconocer. No te das cuenta que todo eso que sabés, que mamaste de chico por conversaci­ones de tus padres. No sé que habría pasado si yo no me hubiera ido a Francia tantos años... Al final uno está hecho de una materia que es difícil de discernir. ¿Yo, folclore?

–En ese camino, ¿sentís que la escena global alternativ­a que te elogia es el lugar al que querías llegar cuando decidiste dedicarte a esto?

–Ese lugar no existe. Porque cuando te lo imaginás lo hacés siendo otra persona, alguien que no está en ese lugar. Te imaginás que vas a ser vos, como sos ahora, en esa situación, pero cuando llegás a algo similar a lo que te imaginabas ya pasaste por un montón de otros lugares y no sos la misma. Para la gente llegué a un lugar, pero yo voy avanzando... Para mí no llegué a ninguna parte, realmente. Siempre quiero más, no por ambiciosa sino porque tengo tendencia a minimizar lo que hago. Para mí sí, está bien, pero hace 20 años que estoy laburando a paso de hormiga, no es que me sacaron de un lugar y me pusieron en otro.

–Por ahí se notaba cierto inconformi­smo y ahora el entorno se percibe más agradable.

–Inconformi­smo no había. Había una traba nacional de no dejarme salir del lugar donde yo estaba. Esa fue una traba con la que tuve que luchar hasta que un día me di cuenta de que había que soltarla, porque era un problema de los demás. Tardé muchos años, pero cuando me di cuenta no sabés lo que fue la liberación. Porque yo salía al escenario con el prejuicio de que la gente pensaba y no sé qué.

–¿Y eso cambió por completo? ¿Hay un nuevo pacto con el público?

–En definitiva es lo mismo, porque no voy a cumplir con las expectativ­as de todos. Lo supe cuando hice Tres cosas , donde dejé los temas sin terminar. Me dije: la superposic­ión de capas y los dos mil millones de arreglos ya están en Segundo , voy a hacer un disco despojado. Fue una decisión consciente y siempre están las dos opiniones, por eso hay que abstraerse.

–Confiás en tus sensacione­s.

–Sería tratar de no achanchars­e. Porque uno a veces se repite sin darse cuenta. Está bien mientras no sienta que es repetición.

–¿Cómo te das cuenta? ¿Qué cambiaste para Wed 21?

–Lo que hice en este disco fue evitar el camino conocido. Para mí el momento creativo sólo es válido cuando no hay pensamient­o, que lo arruina, lo banaliza, lo vulgariza y lo hace falso.

–¿Y el cuerpo?

–Pasa como en el amor, cuando estás muy enamorada de alguien, tirados en ese momento de cama, desayuno, levantarse, dormir, no hacer nada y estar, que te parece que no pasó el tiempo, mirás la hora y pasó una semana. Cuando hago los discos es igual. Siento que me pongo a grabar y de pronto son las seis de la mañana. El tiempo no pasó y a la vez pasaron horas.

–Entonces trasciende lo físico.

–Es una especie de estado, más arriba. No tiene que ver el corazón ni las emociones casi. Está todo siendo. Por eso también tengo esa idea de que son los instrument­os los que me llevan a hacer lo que hago. Siento que no estoy haciendo nada. Cuando es así, después lo oigo y revivo ese momento. Y ahí desaparece si a la gente le va a gustar, si no le va a gustar, si hay que evoluciona­r, qué es lo que hay que hacer para el mundo.

–En esta división que hacían de los occidental­es y los congoleños, da la impresión de que tu lugar está corrido también de ambas cosas.

–Sí, durante mucho tiempo me costó sacarme la etiqueta única, porque la sigo teniendo, tengo varias más, de world music, que en el mundo joven del rock es casi como dejarte afuera. Ni lo intentan, a menos que seas posta un pigmeo o algo muy primitivo. Pero es una cruz estar considerad­a casi fuera del circuito porque canto en castellano.

–¿Eso te pasa?

–Entro, pero estoy segura de que si cantara en inglés la historia sería distinta.

–Pero cantar en castellano es deliberado, ¿no?

–No puedo cantar en inglés. Perdería autenticid­ad en el acto mismo de hacerlo. Tengo una canción en inglés, pero es un chiste porque la letra está llena de errores gramatical­es. Vivía en Estados Unidos cuando la hice, entonces tiene un sentido. Podía cantarla allá pero me imagino cantando en inglés y de golpe tengo que tocar en Buenos Aires, ¿de qué me disfrazo? ¡No puedo! quizás tengo que sacarme ese prejuicio.

–¿Cómo es tocar en vivo en Buenos Aires?

–Me costó mucho, pero ya me acostumbré a tocar en vivo. Acá por suerte el público es muy alegre, me reciben de una manera que en el instante de la salida ya me pone mucho más arriba. Lo que me pasa ahora es muy increíble. Por ahí estoy delirando, pero siento que tienen un orgullo por mí, como que dicen: “esta se la bancó” y lo certifican con todos los sellos y estampilla­s.

 ?? CARLOS SARRAF ?? Spinetta dejó una marca de estilo y una lírica surrealist­a para el rock argentino.
CARLOS SARRAF Spinetta dejó una marca de estilo y una lírica surrealist­a para el rock argentino.
 ?? LUCÍA MERLE ??
LUCÍA MERLE

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina