La bailarina de leyenda que supo reinventarse
Entrevista a María Nieves. Recordó secretos de la relación con su ex, Juan Carlos Copes. “Hasta que me largué sola, no imaginé que me aplaudían”, dijo.
Del conventillo a Broadway, la historia de la bailarina María Nieves Rego tiene la tensión de un buen guión. Y el cineasta argentino Germán Kral la narra, con producción del alemán Wim Wenders, en la película
Un tango más, que se estrena ahora. Juan Carlos Copes emprendió en los 50 una revolución en el tango-danza. Con Nieves bailó durante casi cinco décadas hasta la tormentosa disolución del dúo en 1997 mucho después de la de su relación sentimental-. Pero ella no es sólo, como compañera de Copes, la última leyenda del tango escénico, sino también la primera heroína moderna de otra especie: en 1998, a los 64, pulverizó la tradición androcéntrica del tango danza y se reinventó como solista. A los 81, parece menos inclinada a pensar en la historia, que en volver a dar clases: “Aunque sea de salón, siempre voy a seguir bailando. Ahora tengo ganas de preparar una pequeña rutina para charlar con la gente, sobre todo, con los jóvenes”.
–¿A qué edad comenzaste?
–Empecé acompañando a mi hermana, la Ñata: se peleaban por bailar con ella. A los 14 también yo empecé. Trabajaba en casa de familia. Llegaba el sábado y me lavaba la misma ropita de toda la semana.
–No tuviste una formación metódica. ¿Cómo adquiriste una técnica tan pulida?
–Ensayando y mirando a Cyd Charisse. Fue mi modelo como mujer: quería su cara, sus piernas, sus gestos. En el espejo de mi casame pasaba horas viendo cómo colocar las piernas.
–¿Observás una evolución en el tango escénico, a partir de la integración de disciplinas?
–Hoy hay grandes bailarinas. A mí me gusta el tango al piso, el que aprendí. Por suerte veo muchos chicos y chicas que saben cómo ir al piso, aunque también hagan acrobacias. Hoy se está dando otro fenómeno en los espectáculos de tango: sobresale demasiado la mujer y el hombre es un partiquino que se limita a levantarla.
–En todo caso, ese fenómeno contrarresta una tradición centrada en el rol masculino.
–Muy machista. Hasta que me largué sola, nunca me imaginé que la gente me aplaudía también a mí. Vamos a sacarnos las caretas: yo siempre fui dos o tres pasos atrás de Copes. Pero ahora no me callo nada, es mi historia la que cuento en la película. Algún camino habré marcado Hoy las chicas me piden: “Enseñame a caminar”. Lo mismo con el vestuario. A mí se me ocurrió hacerme un vestido de jersey con un hombro al aire, todo drapeado. Después impuse este pelo, un estilo mío. Quería ser yo.
–La separación artística de Copes fue conflictiva. ¿Hoy considerás superados los enfrentamientos?
–Copes-Nieves será el recuerdo de recuerdos. Fuimos “la” pareja. Después, él siguió siendo Copes, como siempre, pero yo ahora soy María Nieves. Las pasé bravas. No olvido, pero perdono y duermo tranquila.