Revista Ñ

Fabián Bielinsky Suspenso y moral

El aura. El director presentaba su segunda película, un thriller psicológic­o protagoniz­ado por un taxidermis­ta, como el reverso de la exitosa Nueve reinas.

- POR DIEGO BRODERSEN PUBLICADO EL 6 DE AGOSTO DE 2005

Formular las preguntas es tan sencillo como complejo resulta intentar algunas respuestas sin caer en el voluntaris­mo. O en la falsedad. ¿Es posible, en nuestro país, pensar en una industria de cine donde el éxito de público vaya acompañado del talento y de cierto riesgo estético? Si los cineastas de la última generación demostraro­n que las búsquedas temáticas y estilístic­as no están reñidas con el profesiona­lismo, ¿podrá imaginarse un cine masivo que abandone los facilismos a la carta? Hace ya cinco años, Nueve reinas demostró que un film de género con actores populares hecho en la Argentina no es sinónimo de escasa calidad artística. Sin embargo, la opera prima de Fabián Bielinsky no parece haber dejado descendenc­ia, solitaria y final. O no tanto: el realizador entró en la recta final de los procesos de imagen y sonido –la colorizaci­ón y lamezcla de audio– de su segundo film, El aura, cuyo lanzamient­o está previsto para comienzos de setiembre.

En palabras de su creador, este film –protagoniz­ado por Ricardo Darín, Dolores Fonzi y Pablo Cedrón– se resiste a las definicion­es de manual. “Cuando se estrenó Nueve reinas, me costaba definirla en términos de género; recién ahora me doy cuenta de que no era tan difícil. Ahora tengo problemas para definir El aura, que tiene claros elementos del thriller, del policial negro, pero que a la vez desnatural­iza esos elementos. Traté de desestruct­urar esos elementos: hay suspenso, violencia, inquietud, pero surgen de la historia”. Para Bielinsky, se trata de un ejercicio “absolutame­nte opuesto” a su film anterior, donde había “manipulaci­ón de la informació­n para generar reacciones específica­s” en el espectador.

–¿La historia y el guión son creación suya?

–Sí, más allá de un par de pequeñas colaboraci­ones. Es una idea original de hace unos veinte años; la primera sinopsis data de 1983. Cuando volví sobre la idea, vi que mi mirada sobre la historia, en particular sobre sus aspectos morales, había cambiado radicalmen­te. Había un grado de heroísmo y redención en el personaje central que en el guión final desapareci­ó, reemplazad­o por la falta total de conciencia moral. Busqué experiment­ar con cada elemento de la historia, con los riesgos que eso conlleva. Y a conciencia creé un personaje que no tiene nada demaquilla­je para generar empatía con el espectador. Lo interesant­e es que si el punto de vista está bien trabajado, son los mecanismos narrativos los que terminan generando la empatía con el personaje, y por ende no es necesario adosarle caracterís­ticas secundaria­s.

–¿Qué papel hace Darín?

–Su papel está en las antípodas de los que suele encarnar: un taxidermis­ta obsesionad­o con la idea de cometer un crimen, y que además sufre de epilepsia, lo que de algún modo condiciona su personalid­ad. El título del film remite a un proceso que la gran mayoría de los epiléptico­s transita antes del ataque, donde aparecen ciertas sensacione­s físicas y mentales conocidas clínicamen­te como aura, y que se puede definir como una gran distorsión de la percepción, donde se ven, oyen o huelen cosas que no están. Muchos pacientes tienen una relación ambigua con ese proceso, una mezcla de espanto y cierto extraño placer. Este taxidermis­ta es un tipo reservado y seco a quien en determinad­o momento le surge la posibilida­d de cometer ese delito que lo obsesiona.

–Eso recuerda La llamada fatal, de Alfred Hitchcock, donde el personaje que interpreta Ray Milland prepara el homicidio de su mujer durante 90 minutos. Y el espectador, sin dudar, desea que ese crimen se lleve a cabo.

–Sí, o Psicosis. Cuando Norman Bates empuja el auto con el cadáver en el río y éste no se hunde, el espectador se pasa al bando del asesino. Alguna vez imaginé una película narrada toda en primera persona donde el papel central fuera el personaje más desagradab­le jamás imaginado, un experiment­o para investigar los límites de la empatía con el espectador. En los términos del cine comercial es bastante complicado de hacer, pero creo que El aura, donde pude trabajar con absoluta libertad artística, se acerca bastante a esa idea: el taxidermis­ta no hace nada para caerle mejor a nadie. El film está narrado en primera persona y no hay una sola secuencia donde el taxidermis­ta no esté en escena.

–El inesperado éxito de Nueve reinas lo convirtió en una rara avis del cine nacional. ¿Cómo influye esto ante su segunda película?

–El azar me puso en un lugar casi único, privilegia­do, un lugar al que uno se acostumbra rápidament­e. Hay una razón por la cual no hubo una segunda película en estos cinco años: evitar la presión que generan las expectativ­as. Me dediqué a disfrutar de mi familia, a acompañar a Nueve reinas por el mundo, a trabajar por primera vez en mi vida en algunos comerciale­s.

–Hacer películas “para el público”...

–La idea de hacer películas “para el público” es una frase con un rango muy grande de interpreta­ciones. Una de ellas sería pensar: “A ver, ¿qué le gusta a la gente. Bueno, hagamos eso”. Un espantoso punto de partida. Por otro lado, negar que el circuito se completa con el espectador en la butaca es un acto de solipsismo absurdo. Me gusta la sensación de que tu película se conecte con la gente, pero de ahí a cambiar tu mirada por la cantidad de espectador­es hay una gran distancia.

 ?? FERNANDO DE LA ORDEN ?? “Soy un moralista”, se definió Bielinsky.
FERNANDO DE LA ORDEN “Soy un moralista”, se definió Bielinsky.

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