¿Anti-Campanellistas?
El secreto de sus ojos. Su estreno recalentó, entre los más cinéfilos, un debate por su film anterior, Luna de Avellaneda. Nuestro columnista histórico las encaró así.
Ingresé en la crítica cinematográfica en un tiempo en que no existían tribus ni cofradías en ese rubro. Los especialistas veían las películas, las comentaban, cada cual con su mirada y el lector-espectador sacaba sus conclusiones. Leo en el sitio Otroscines, ese espacio que comanda Diego Batlle con singular equilibrio, que fue a ver El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella con ganas de que le gustara, a pesar de que los filmes anteriores de este director le habían interesado poquito y nada. Batlle habla de un relato rico y apasionante, de la impecable mixtura entre épica romántica, thriller judicial y drama de época con tintes políticos. No le gustó nada, eso sí, el final o los múltiples finales de la cinta donde, dice, hay manipulación emocional, diálogos recargados, golpes de efecto y confusión ideológica. Caben elogios para Ricardo Darín, Soledad Villamil y Guillermo Francella y una recomendación para que la gente vea el filme, a pesar de los reparos. Aquí termina la crítica y empiezan las opivisto niones de los lectores. Una mención de Batlle sobre el corporativismo de la revista El Amante en contra de Campanella, provoca una aclaración severa de Javier Porta Fouz, jefe de redacción del mensuario, puntualizando que no son “anti-Campanellistas”.
Remite al archivo de la revista (donde siempre le dieron como en bolsa). Batlle apunta que le consta que unos cuantos críticos salieron a las puteadas de la proyección y agrega que alguien propuso un dossier contra el director. Gustavo Noriega niega que haya existido esa propuesta. Una lectora apunta que dejó de leer El Amante cuando pusieron a Luna de Avellaneda como la peor película del año. Varios de los que opinan no han la película. Alguien recomienda leer la novela en la que se inspira y otro insiste en la urgencia del “dossier anticampanella”. El cine industrial sigue siendo mala palabra para unos cuantos. En lo personal, las actitudes corporativas, a esta altura, me producen intensos dolores de barriga. Sospecho que otro tanto le debe suceder a Campanella, pero de tanto reírse con estos chistes.