Revista Ñ

Albertina Carri Dolor sin golpes bajos

Los rubios. Reflexiva e intimista, su ópera prima documental logró un nuevo lenguaje para abordar el tema de los desapareci­dos.

- POR PABLO SCHANTON PUBLICADO EL 18 DE OCTUBRE DE 2003

Tras estrenar su largo No quiero volver a casa (2000), Albertina Carri (Buenos Aires, 1973) quiso reconstrui­r su historia como hija de desapareci­dos filmando un documental sobre sus padres, secuestrad­os durante la última dictadura.

El largometra­je resultó tener como tema la realizació­n de un documental a base de “No sé”, “más o menos” o “Ni”. Ella misma lo explica en el filme: “La familia, cuando puede sortear el dolor de la ausencia, recuerda de manera tal que mamá y papá se convierten en dos personas excepciona­les: lindos, inteligent­es y geniales. Los amigos de mis padres estructura­n el recuerdo de forma tal que todo se convierte en un análisis político. (...) Tengo que pensar en algo que sea película. Lo único que tengo es mi recuerdo difuso y contaminad­o por todas estas versiones”. Si el pasado no se puede recobrar como unidad o verdad, el programa de

Los rubios será “exponer la memoria en su propio mecanismo”, en toda su complejida­d.

Los rubios es cine de denuncia: revela que el documental es una forma que indefectib­lemente miente, una ficción verosímil que, cuanto más se acerca a lo que todos suponemos que es la realidad, más se aleja de la verdad. Además de contar con una actriz (Analía Couceyro) que interpreta a la directora y de auto denunciar sus procedimie­ntos, Los rubios ofrece un cartel donde se lee “mecanismos de distanciam­iento identifica­ción”, por si hiciera falta exponer la filiación con Bertolt Brecht y el cine de J.-L. Godard. Pero Los rubios no es Irma Vep –un ejercicio de deconstruc­ción para el paladar cinéfilo. Carri inaugura una revisión histórica a riesgo de ser políticame­nte incorrecta.

Lo logramedia­nte una insolencia que está absuelta por la garantía de su dolor autobiográ­fico. Esto es lo que el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisua­les de la Argentina) no entendió cuando, al evaluar el guión de Los rubios, exigió más rigor documental para reconstrui­r mejor la vida y la lucha del matrimonio Carri. En la misma película, vemos al equipo de filmación discutiend­o este dictamen del INCAA y ahí queda en evidencia que Albertina y los suyos no sólo no comulgan con el modo de representa­ción que sugiere la institució­n, sino tampoco con una manera de reevaluar aquel “proyecto revolucion­ario de los 70” y sus protagonis­tas.

En otro documental sobre hijos de desapareci­dos dirigido por una chica bordeando los 30, Che Vo Cachai, de Laura Bondarevsk­y, se oye decir “El proyecto de nuestros padres no ha muerto” y allí mismo una joven chilena admite tener una “imagen superideal­izada” del padre a quien no le dejaron conocer. La película de Carri, en cambio, se anima a discutir con la visión de mundo de sus padres (”Me cuesta entender la sumisión de mamá. ¿Por qué no se fue del país?”, se reprocha en Los rubios), insinuando que si uno los idealiza no podrá crecer. Pero claro, esta rebeldía tardó en articulars­e por temor a alimentar la teoría de los dos demonios, que aún sostiene la derecha.

La de Carri es también resistenci­a generacion­al en el plano estético: Couceyro habla a cámara conunafich­e camp de fondo de John Waters y narra fantasías infantiles con animacione­s en Playmobil y citas al cine B. En sus testimonio­s de vecinos, Los rubios exhibe ese cortocircu­ito ideológico entre gente común y militantes radicaliza­dos que ayuda a entenderme­jor qué pasó allá por el 76. Como valor, Carri prefiere rescatar la “otredad” que representa­ban sus padres frente al resto de la sociedad (en el barrio los llamaban “los rubios” justamente por ser diferentes) que su ideario montonero. De ahí que al final la películamu­estre al equipo de filmación completo convertido en “rubios” bajo extravagan­tes pelucas.

Tras los títulos, cuando la canción “Influencia” (Charly García) ya pasó, hay una coda. En la escena, la directora le enseña a mon tar a caballo a su actriz, quien lo intenta sin demasiada suerte. Cuando Albertina sube al lomo, en cambio, lo hace con una naturalida­d gozosa donde reactiva una infancia feliz en el campo. Sabiendo que nunca podrá revivir lo mismo que ella, lo único queladirec­toralepide­alaactriz es que se ponga un ratito en su lugar. Y acaso a nosotros, a cada espectador, nos toque hacer de Couceyro lo que dura la película.

 ?? AXEL ALEXANDER ?? La directora de Los rubios filmó en el documental La bella tarea, junto a su entonces pareja, Marta Dillon, el parto de su propio hijo.
AXEL ALEXANDER La directora de Los rubios filmó en el documental La bella tarea, junto a su entonces pareja, Marta Dillon, el parto de su propio hijo.

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